No va a enseñarles que suban a la mesa
para que el mundo sea contemplado desde otro ángulo
- como si fuera suficiente modificar el punto de vista,
como si dependiera de la audacia o de la voluntad
y no de los espasmos del azar, esos caprichos de la historia.
No va a señalarles la residencia del misterio:
“defraudados, persigan mi sombra porque en su temblor respira el ser”.
No.
Él tiene miedo y cansancio y una memoria que es prisión para su música.
De fémures que se quiebran como ídolos de azúcar es la voz de su memoria:
una larga galería al aire libre donde su padre canta en camiseta sin conocer la muerte, todavía.
Él quisiera que aprendan a bracear, a mantenerse a flote, a no hundirse en la acuosa turbulencia de la vida.
Que se ignoren a sí mismos.
Que cada uno odie lo que cada uno es: una herencia, un linaje, una familia, un nombre.
Les diría –si conociera el lenguaje conveniente-
“aléjense de la verdad como concilio,
que aquí estamos para esto: para el tartamudeo
de la duda, para los golpes del error, para el jadeo de una verdad sin luz.”
Debajo de la mesa hay una hormiga.
Detrás de la palabra, un rumbo ciego:
escombros de la tierra prometida.
***
a papá
Y fue la primavera
el teatro de la despedida,
como un bosque de alondras
se abrió el adiós
en los colores de la tarde
El tango lo decía:
en sombras vivirá tu corazón
para callarla,
llamándola en el aire
llamita, ola,
amada que desde nunca viene
y cerca permanece,
sin llegar
Y en vos vivió perdida,
dispersas en la memoria
las huellas de su ausencia,
y no te curó el olvido su dolor
no te curó
¿Es la sombra invisible de tu alma
este silencio que el viento trae
hasta la mesa y se demora, un
soplo el espasmo breve de lo ausente?
¿Cómo saberlo aquí, ahora
que falta tu voz para mi nombre?
Aquí que no es aquí nada más
si no también
los mundos derrotados, sus rastros en fuga
Ahora que no es ahora nada más
si no pedazos
de ayer, astillas del mañana detenido
Una lluvia se devora las pisadas
dejándonos sin luz
separados para siempre