La historia de un invento argentino casi increíble
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DISPOSITIVO INTRAUTERINO PARA VACAS

La historia de un invento argentino casi increíble

Un veterinario creó un DIU para vacas y otro para perras.Ya los patentó en los países desarrollados


Enrique Turín En el Campo.Enrique Turín muestra su invento.Las vacas miran sin entender.



El inventor está inchado de orgullo."Es un invento argentino -sostiene-.Como el dulce de leche, la birome, el colectivo."El invento es nada más y nada menos que un dispositivo anticonceptivo destinado a ....vacas y perras.

Es curioso, acuerda el veterinario-inventor Enrique Turín, pero a nadie se le había ocurrido colocar el dispositivo intrauterino -el mismo tipo de DIU que fue desarrollado para mujeres en la década del 50- en animales hembras."Puede parecer obvio, pero, ja! , gran sorpresa, en el mundo no estaba.El que se dio cuenta fui yo.Como dice la canción -canta contento el inventor-: "Caminante no hay camino...".

Además de curioso, a primera vista puede resultar hasta ridículo.Pero la idea que ya está tomando cuerpo en una planta productora de Pergamino, deja a Turín a sus socios en los umbrales de un gran negocio.(Hasta ahora el invento, con patente internacional, fue colocado en 360.000 vacas de todo el mundo.)

Mas Gordas

Turín tiene 32 años y no es un aventurero.En 1990 se recibió de médico veterinario en la Universidad Nacional de Rosario.Volvió a su tierra, Pergamino, y comenzó a trabajar con las vacas del lugar, a ver si lograba si lograba suprimir el celo.De esta manera consiguió evitar que el animal quedara preñado.Y observó que la vaca ganaba peso más rapidamente.Dato que no pasó inadvertido para la industria de la carne.

Le faltaba entender a ciencia cierta el porqué de las cosas.La investigación aplicada que Turín hizo en el campo fue completada en los laboratorios del Centro de Educación Médica e Investigaciones (CEMIC) por los doctores Carlos Nagle y Armando Mendizábal.

Nagle, investigador del Conicet, explica cómo actúa el DIU, un dispositivo plástico en forma de Y, recubierto en parte con un filamento de cobre."El plástico hace las veces de cuerpo extraño en el útero, y el cobre es tóxico para el esperma.En mujeres y monas el DIU no altera el ciclo menstrual; en vacas logra que dejen de expresar el celo."

Nagle dice que lo más dificil fue llegar al útero de la vaca."Históricamente, los veterinarios decían que el cuello uterino está escondido.Lo está, pero desarrollamos un tubo plástico por el cual llegamos por vía vaginal.Ese fue un gran logro."

Los inventores de este método aseguran tener probadas sus ventajas."Es una castración incruenta", afirman.Tiene el 96 por ciento de efectividad como anticonceptivo.Al alterarse cierta función hormonal, las vaquillonas aumentan su peso en un 30 por ciento. Como les suprime el celo, las hace más manejables.El índice de mortalidad es nula. Es de rápida colocación.No tiene drogas ni hormonas y no necesita de instalaciones especiales.

El trabajo científico sobre el uso del DIU fué publicado en la revista internacional "Theriology", especializada en técnica de reproducción animal.Firmado por Turín, Nagle y otros especialistas del CEMIC, el estudio le abrió al invento argentino las puertas del mundo.

"Está patentado en más de 40 países: Estados Unidos, Canadá, Rusia, China, México, Brasil, Comunidad Económica Europea.Y fue aprobado en Italia, Francia, España e Inglaterra, entre otros países", apuntan."Solo en Brasil-cuentan para dar una idea de la dimensión económica del negocio- se faenan seis millones de vaquillonas por año."

Consolidado el DIU bovino, se aplicaron a diseñar otro, para perras."Creo que es una revolución en el área veterinaria-sostiene Nagle-.Porque hasta ahora los métodos de control de natalidad en perros eran la castración, que es irreversible, las hormonas y las campañas d exterminio."

Con el DIU canino lograron idéntica efectividad como anticonceptivo.Pero no suprime el celo.Es decir, la perra se alza, atrae a los perros y se relaciona con ellos sexualmente.Pero no queda embarazada.

"Nosotros decimos: si tenés una perra y te molesta que cada seis meses se alce y que durante siete o diez días sangre y atraiga a perros, lo que necesitás es un perro, no una perra.Si la querés, bancate que se alce y ponele un DIU", dice Turín.

El DIU canino ya comenzó a ser distribuido por un laboratorio.Con aplicación incluída, cuesta entre 80 y 150 pesos, según los honorarios del veterinario.

"Para que sea seguro -dice Nagle- , el veterinario tiene que colocarlo bien, del tamaño adecuado para la perra y reemplazarlo cada tres años."

De lo contrario, dicen estos orgullosos inventores, el paso inicial en la "revolución sexual" de las perras puede terminar con muchos cachorros alrededor.


Invento Argentino y de Pergamino






Una Carrera Cara y difícil


El día que un inventor patenta algo en la Argentina comienza una carrera que dura un año y cuesta mucha plata.

"Hay un año de plazo para patentarlo en todo el mundo.Si no lo hacés, el año siguiente cualquiera puede fabricarlo en otro país sin darle un centavo", explica Pablo Raies, el director comercial de la empresa productora de DIU.

Estos productores no tuvieron ninguna ayuda estatal para financiar los 300.000 dólares que llevan gastados en patentes y trámites para defender su producto en todo el mundo.

"Teoricamente existen dependencia oficiales para ayudarte, pero la experiencia nos llevó a descartar al Estado como soporte y a depender de nosotros mismos."

Una de las puertas que golpearon fue la del Centro de Investigaciones de la Provincia de Buenos Aires, al que le pidieron un crédito de 340.000 dólares con cinco años de gracia.pero el crédito -la entidad que lo otorgaba era el Banco Mundial- nunca llegó.

Ellos pudieron hacerlo con financiamiento propio.Pero los inventores argentinos que no pueden defender sus trabajos en el mundo son mayoría.Por eso una asociación de inventores propuso el año pasado que el Estado se haga cargo del apoyo internacional de los inventos útiles, viables y generadores de trabajo.La idea, hasta ahora, no prosperó.








Fuente: Diario Clarin / Lunes 4 de Mayo de 1998.
up-write: Jorge L. Calvigioni



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