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Discapacidad: estimular los aprendizajes cotidianos

Por Ma. Angélica Campero, psicóloga de la Fundación Río Pinturas (www.riopinturas.org.ar).

Los sujetos que presentan Síndrome de Down nos confrontan en el día a día a romper con los estándares de los modelos de enseñanza-aprendizaje tradicionales. Resulta complejo entender el proceso al que nos convocan ya que entran en juego diferentes aristas en este aprendizaje. Por una parte, se enfrentan con aquellas exigencias y necesidades que la sociedad impone para poder formar parte del colectivo social. Por otro lado, las familias presentan inquietudes, demandas y preocupaciones en lo que respecta a sus hijos para que ellos puedan adaptarse a ese entorno social, desarrollando y potenciando un mayor grado de autonomía individual. Algunos de los factores que preocupan y demandan las familias son que sus hijos conserven aquellos aprendizajes que han logrado adquirir en edades tempranas, potencien nuevos aspectos vinculados a las habilidades de la vida diaria, refuercen desde la estimulación psico-cognitiva aquello ya han aprendido y adquirido e incorporen nuevos conocimientos, potencien el desarrollo del lenguaje para poder hacerse representar y escuchar desde la palabra y sepan resolver conflictos o situaciones específicas que se encuentran atravesadas en función del proceso de constitución subjetiva, entre otros. No hay que olvidar que, en este proceso de aprendizaje, nos encontramos con los sujetos que se confrontan con las exigencias del entorno social y familiar pero, a su vez, requieren la ayuda y acompañamiento no sólo de ellos sino también de profesionales.

Los profesionales que trabajamos con sujetos con síndrome de Down desde nuestro accionar disciplinar específico e interdisciplinar, participamos y construimos de manera activa en este proceso de aprendizaje. De este modo, el aprendizaje nos atraviesa a todos, implica un compromiso y responsabilidad desde una triada que supone el campo de lo social, el campo familiar y el campo subjetivo. Es en esa triada desde donde nos posicionamos en tanto profesionales a la hora de acompañar en esa construcción de aprendizaje y de enseñanza. Formamos parte y representamos ese nexo entre los tres campos que atraviesan a cada sujeto. Nos posicionamos prestando nuestros cuerpos y conocimientos a esos “entre-bordes” y desde allí comenzamos a articular e intervenir confluyendo desde una lógica dinámica esta triada.

Cuando se interviene desde edades tempranas se apunta a lograr mejorar el bienestar, la comunicación con el mundo social, adaptarse al ambiente exterior, propiciar la estimulación cognitiva, tomando como eje una perspectiva desde un paradigma bio-psico-social que tenga en cuenta estos tres pilares constituyentes de cada sujeto. Sin embargo, en el caso de adultos, las intervenciones tempranas ya han tenido lugar en otro momento de sus edades cronológicas; por lo que se apunta a otro tipo de intervención. Cuando se trata de adultos con Síndrome de Down, los tiempos del proceso de aprendizaje   no son pensados en forma cronológica. Es decir, se piensa el tiempo en términos de la subjetividad y ésta representa lo más singular de cada sujeto. Dependiendo de cada sujeto es que se va acompañando en la construcción de esa subjetividad, de eso se trata el aprendizaje. Ese proceso constitutivo del acompañar, se encuentra a su vez,   atravesado por   características individuales que forman parte de la personalidad de cada sujeto. A la hora de trabajar junto a ellos y con ellos, entran en juego factores tales como: temperamento, miedos, situaciones de la vida diaria, limitaciones físicas en algunos casos, grado de motivación, tolerancia a la frustración, entre otros. Estos factores deben ser conocidos por los profesionales que trabajamos en este campo ya que ubicando estos puntos singulares podemos lograr un mejor abordaje a la hora de acompañar e intervenir en este proceso. Son herramientas que nos orientan a acompañar en esa adaptación a la vida diaria y al autovalidamiento. Acompañar a que cada sujeto logre obtener una autoconciencia emocional ante sus propias emociones y las de otros, ayuda a alcanzar un mejor dominio ante situaciones que los exponen a sentirse vulnerables.

Se apunta a que el proceso de aprendizaje sea vivido desde un lado activo por quienes formamos parte de ello, esto incluye, desde los profesionales, la familia, el personal, los voluntarios, el concurrente y la institución. Todos somos responsables dentro de ese campo colectivo de ser activos en ese aprendizaje. De este modo, representamos   un lugar y función, somos un nexo un “entre” que se crea de espacio intersubjetivo con cada con uno. Desde esta perspectiva, nos corremos de pensar el aprendizaje desde una mirada tradicional que recaiga en el incorporar conocimientos. No se trabaja desde un modelo que sea para todos sino pensando en función de aquello que necesita, que motiva, que le interesa y desea cada uno. Aprender entonces no supone recaer en presiones sino en acompañar a construir la subjetividad.