Entrenamiento del cerebro emocional: sintoniza tu cerebro en positivo

Por Néstor Braidot, Doctor en Ciencias, Máster en Neurobiología del Comportamiento y en Neurociencias Cognitivas (www.braidot.com)
 Es suficiente con mirar alrededor: pareja, amigos, compañeros de trabajo, incluso a uno mismo, para hallar personas más proclives que otras a desestabilizarse emocionalmente.
Algunas pierden el control ante problemas muy angustiantes, como la pérdida del trabajo o las discusiones que se producen en la mayoría de los divorcios. Otras se ponen furiosas por temas cotidianos que, si bien son irritantes (como un vuelo demorado o una abolladura en el coche provocada por un conductor desatento), se resuelven en pocas horas.
En ambos casos las emociones negativas perturban al cerebro en un doble sentido. Por un lado, disminuyen el desempeño de las funciones ejecutivas (porque afectan la memoria, la atención y la concentración), por el otro, pueden comprometer la salud al generar altos niveles de estrés.
Ello exige una toma de conciencia sobre la importancia de liderar las emociones y, a su vez, de invertir el tiempo necesario para seleccionar el entrenamiento más adecuado.
Por ejemplo, eres el tipo de persona que se irrita y se enoja fácilmente, no lograrás nada con “tragar” tus rabietas, porque ése no es el camino. Tampoco mejorará tu calidad de vida si te esfuerzas por controlar racionalmente tus sentimientos o negarlos. La única forma de evitar desbordes emocionales es realizar un trabajo sistemático para que el cerebro aprenda a reaccionar de otro modo.
Autoliderar las emociones no significa reprimirlas, significa incorporar técnicas para automonitorearlas en pos de una mejor calidad de vida y, paralelamente, de un mayor desarrollo de las capacidades cerebrales.
Algunas de las técnicas son milenarias, como la meditación trascendental, otras son conocidas, como la utilización del pensamiento para modificar estados del cuerpo y otras están dentro del grupo de herramientas de nueva generación.
En el caso de las conocidas, lo nuevo es que su eficacia está siendo corroborada por las ciencias que estudian el cerebro. Por ejemplo, día a día se publican experimentos que confirman que es posible crear y fortalecer neurocircuitos cerebrales asociados a emociones positivas y desactivar los negativos con sólo meditar o cambiar la forma de pensar.
Diagnóstico de la capacidad de autorregulación emocional 
Este diagnóstico está destinado a evaluar en qué medida las emociones afectan el desempeño de las funciones cognitivas, como así también la capacidad de un individuo para regular el estrés y reponerse cuando las situaciones son adversas.
Posteriormente, se diseña un plan de trabajo a medida de las necesidades de cada individuo. Por ejemplo, si se detecta que tiene una personalidad tipo A, que es muy propensa a enfermedades coronarias, se lo entrena para que realice cambios en su conducta a través de diferentes ejercicios.
Normalmente se utilizan varias técnicas, como el biofeedback, que mide los procesos del cuerpo a través de sensores que se colocan sobre la piel, y el neurofeedback, que brinda información sobre la actividad eléctrica del cerebro.
Estas técnicas se complementan con una batería de test neuropsicólógicos que permiten realizar un diagnóstico sobre el estado de ánimo de la persona bajo estudio y las repercusiones de sus emociones tanto en el desempeño de sus funciones cognitivas como en su calidad de vida.
¿En qué consiste el entrenamiento para el autoliderazgo emocional?
Luego de la evaluación se diseña un programa de trabajo a medida de las necesidades de cada individuo y se aplica un conjunto de técnicas destinadas a construir y potenciar la efectividad de varios neurocircuitos, entre ellos, los vinculados a la relajación, la empatía, la creatividad, el placer y el bienestar.
Por ejemplo, la resignificación reduce la intensidad de las experiencias negativas mientras que los pensamientos relacionados con la felicidad, el éxito y la alegría activan, refuerzan y establecen nuevos circuitos neuronales.
Aprender a emplazarlos en la mente en forma sistemática es un gran punto de partida para el automonitoreo emocional. Lo único que se necesita es volun-tad para focalizarse y concentrarse en los cambios a realizar. Posteriormente, el cerebro se encargará de solidificar los resultados.
Asimismo, y dado que las emociones tienen grandes repercusiones fisiológicas, el participante puede elegir entre una batería de técnicas: desde ejercicios de respiración relajante y antiestrés hasta la meditación trascendental. También es posible monitorear el estrés utilizando un equipo de biofeedback con la ayuda de un profesional especializado.
Lo que se busca es activar las estructuras cerebrales que se ocupan de inhibir o modular estados emocionales que son comandados por otras. Por ejemplo, una persona que se paraliza si tiene que hablar en público altera el funcionamiento de su corteza prefrontal, que es la que necesita para pensar, articular ideas y comunicarlas con claridad.
Del mismo modo, un tenista profesional que se deprime o rompe raquetas cuando las cosas no van bien termina perdiendo el partido. Es suficiente con informarse sobre la historia de los top ten en este deporte para comprobar que la escasa permanencia de algunos entre los diez mejores del mundo no se debió a problemas técnicos, sino a un inadecuado manejo de sus emociones.
La realidad confirma que, cualquiera sea el ámbito de desempeño, las personas que han recibido el entrenamiento adecuado tienen más herramientas para afrontar tanto los momentos desafiantes como las pequeñas cosas de la vida cotidiana.