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Mejores escuelas, ciudades más educadas

2016-10-21 13:49:00

Por Bibiam Díaz

 América Latina ha logrado en los últimos años avances importantes en el acceso a la educación y ha incrementado los años de formación de la población. Sin embargo, todavía alrededor de 6,6 millones de niños y adolescentes en edad de cursar la educación básica se encuentran por fuera de la escuela (Unesco, 2014) y persisten déficits importantes de cobertura en educación inicial, media y superior. Esto demuestra que garantizar el acceso universal sigue siendo uno de los principales desafíos de nuestros países, y que es necesario diseñar y poner en práctica más y mejores estrategias que faciliten tanto la incorporación de los niños y jóvenes que no asisten a la escuela, como la dotación de espacios de calidad.

La provisión de infraestructura educativa suficiente y adecuada es una de las variables más importantes a considerar en el cumplimiento de este desafío. De acuerdo con los datos de Terce y Serce (2013), el 50% de las escuelas que atienden a los niños del quintil de más bajos ingresos, no cuenta con servicios de agua potable ni electricidad. De igual forma, según los informes de PISA (2012), los países latinoamericanos presentan los mayores porcentajes de estudiantes en escuelas con infraestructura inadecuada, y ausencia o serias deficiencias en cuanto a materiales didácticos, bibliotecas, laboratorios, equipos y computadoras.

 Para dar solución a estas problemáticas, los países deben priorizar la inversión en construcción, expansión, rehabilitación y mejoramiento de la infraestructura educativa, así como a la dotación de equipos y tecnología en todos los niveles, en particular para la atención a la educación temprana y media y a las poblaciones de menores recursos.

 Esta inversión debe complementarse con el desarrollo y/o fortalecimiento de modelos y esquemas de gestión de la infraestructura escolar que mejoren la planificación, operación y mantenimiento de las edificaciones y sus recursos; optimicen su construcción y mejora, así como su uso. Además, se requiere que esta infraestructura esté conectada con vías de acceso y sistemas de movilidad que faciliten el traslado de estudiantes y docentes desde sus hogares hasta las escuelas.

 Diseñar e implementar programas de infraestructura educativa con una visión multisectorial que considere las características de las escuelas así como los medios físicos para acceder a ellas, promueve el crecimiento de ciudades más inclusivas, competitivas y eficientes, contribuye efectivamente con el acceso a la educación y mejora la calidad de vida de la población.

 Desde esta perspectiva, CAF –Banco de Desarrollo de América Latina- promueve la construcción de planes integrales de desarrollo urbano que integren las inversiones en infraestructura educativa, y de mapas de gestión territorial que superpongan la ubicación geográfica, con la oferta de servicios -actual y futura- no solamente educativos, sino también de transporte y salud, lo cual contribuye a planear un crecimiento estratégico y ordenado de las ciudades, y en el caso de las escuelas, priorizar la ejecución escalonada de los proyectos allí donde la población por atender es mayor o se encuentra en condiciones socioeconómicas más desfavorables.

 El desarrollo integral de las ciudades requiere una visión territorial, que vaya más allá de intervenciones específicas, para lograr una verdadera inclusión social y productiva. A través de su Agenda Educativa, del programa ‘Ciudades con Futuro’ y las políticas pro-inclusión, CAF trabaja de la mano con las autoridades locales para impulsar este objetivo que ya tiene experiencias exitosas, las cuales se presentarán en el marco de Hábitat III, la conferencia de las Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible que tendrá lugar en Quito del 17al 20 de octubre, para proyectar el futuro de las ciudades durante los próximos 20 años.

 Los países más educados aumentan sus posibilidades de crear soluciones innovadoras frente a los grandes desafíos del planeta. Ciudadanos más educados tienen mejores oportunidades para transformar su realidad y la del entorno, y contribuir así a la construcción de sociedades más democráticas, justas y prósperas. Esto convierte a la educación en uno de los instrumentos más poderosos para lograr objetivos como la reducción de la pobreza, el aumento de la equidad y la inclusión social, el incremento de la productividad, y el crecimiento sostenido y de calidad de los países.

Josefina González Jáuregui

 
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