El camino de san Diego lleva sonrisa a San Sebastián


El camino de san Diego lleva sonrisa a San SebastiánJusto cuando más chispas de enconamiento religioso saltan en el orbe, he aquí que llega una película de la Argentina, le da un sano lavado de buen humor a todas las creencias, desde las futbolísticas a los orishas, y obra un milagro: el espectador abandona la sala creyendo en el ser humano.


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23/09/2006 - San Sebastián - Y encima, con una sonrisa, como le ocurría a la mayoría del público que abarrotó el primer pase de "El camino de san Diego", una fábula con la adoración por Diego Maradona como línea argumental con la que Carlos Sorín regresó a su ya familiar Festival Internacional de Cine de San Sebastián, el Zinemaldia.

Lo hace, además, a lo grande, en la competición por la Concha de Oro, que probablemente se llevaría, si la decisión dependiera del agradecido público que premió la proyección con un cerrado aplauso.

Reconocía así, quizás, el prodigioso equilibrio de esta cinta en la que no sobra ni falta nada, ni metraje ni argumentos, y el punto de humorismo, en el que tan fácil hubiese sido excederse, nunca llega a agriar su valor más taumatúrgico: la inmensa calidad y calidez humana de sus personajes.

"La gente necesita creer y eso no se puede tomar con ironía, pero sí que no puedo dejar de tener una mirada humorística", explicó el cineasta (Buenos Aires, 1944) a Efe en una entrevista tras el pase.

Interpretado por actores no profesionales -al igual que "Historias mínimas" (2002) y "Bombón, el perro" (2004)-, Sorín demuestra que el respeto a los personajes sigue siendo su dogma de fe y que es posible no sólo emular a Frank Capra, faro y guía del cine bienintencionado, sino incluso salir muy airoso de la comparación.

Algo de lo cual es responsable al 50 por ciento ese aluvión de candor llamado Ignacio Benítez, trabajador de un vivero que encarna de modo extraordinario el papel de un bienaventurado simple de la remota provincia de Misiones, obsesionado con el "Pibe" hasta el punto de ver al astro del fútbol incluso en una raíz de árbol.

Pero lo bueno del caso es que no es el único, ni mucho menos, y su decisión de llevar el pedazo de madera a su ídolo cuando Maradona cae enfermo en 2004 dará origen a una peregrinación a Buenos Aires que supone a la vez un recorrido por el mundo de la fe.

Todo ello sin que la película olvide que la subsistencia diaria es dura, pero siempre hay lugar a la esperanza, como la que es de suponer que alberga Sorín de volver a triunfar en el Zinemaldia, donde obtuvo el Premio Especial del Jurado con "Historias mínimas" y el FIPRESCI de la crítica con "Bombón, el perro". EFE

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