Yehya acaba de publicar el libro «Pornografía: sexo mediatizado y pánico moral», una historia crítica de la pornografía en la que reflexiona, entre otras cosas, sobre el futuro de ésta en internet. Yehya recordó que antiguamente el arte erótico «estaba encerrado en los espacios de la alta burguesía y la gente no tenía acceso a ello», pero hoy está plenamente integrada.
«La pornografía surge como cultura cuando, aterrorizados por la idea de que el pueblo iba a adquirir este conocimiento, se desata el pánico moral: va a destruir a la sociedad, va a acabar con nosotros. La pornografía es producto de la tecnología también». Si en el siglo XV la imprenta sirvió primero para publicar biblias, poco después se imprimieron «libros libertinos, con estampas», que con el abaratamiento de los costes fueron pasando a las clases más bajas.
El florecimiento pornográfico llegó con la Revolución Francesa, cuando «se representaba al rey, a la reina, al clero, en situaciones sexuales» con la idea de humillar a esos personajes poderosos. Poco después la intención política de la pornografía se fue perdiendo y se empezó a explotar únicamente la vertiente sexual. La gran crisis de la pornografía llegó a partir de 1995 cuando internet rompe fronteras y la comunicación se transforma.
Para Yehya la red es hoy un "espacio maravilloso, interactivo", un aspecto en el que supera a la televisión y la fotografía, que vive de ofrecer a millones de cibernautas una promesa sexual idílica, un más allá que apunta a que lo que viene "es más grueso (impactante)".
Internet se ha convertido en el medio más prometedor para la pornografía, añade, lo que conlleva una sexualidad física más al límite, más exigente y con nuevos estándares, especialmente entre los jóvenes, añade. "No piden, no quieren tener sexo porque están satisfechos en permanencia con sus monitores. La masturbación se ha multiplicado y ha multiplicado sus espacios. Cada vez está más metida (en la sociedad) y es más aceptada", añadió.
El experto en pornografía, especialmente cine de este género, no descarta que los nuevos usos sexuales se vayan convirtiendo en parte de la cultura y que aumente la tolerancia hacia ellos. Ejemplo de lo anterior es el comportamiento de los "swingers", cuya cultura es "no sólo compartir parejas y tener sexo en grupo, sino filmarlo y luego compartirlo a través de internet con todo el planeta".
EFE
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