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Adiós a una voz del tango: murió Ricardo «Chiqui» Pereyra a los 74 años
El cantor, referente de la música ciudadana argentina, falleció este domingo en Buenos Aires tras no superar las graves lesiones provocadas por un accidente doméstico. Su partida enluta al tango y a la cultura nacional.
Hace 2 horas.
El mundo del espectáculo y del tango argentino despertó con una noticia que golpea fuerte. Ricardo “Chiqui” Pereyra, una de las voces más reconocidas del género, murió a los 74 años luego de no lograr recuperarse de las severas heridas sufridas tras una caída desde una escalera en su domicilio.
El artista, oriundo de General Roca, permanecía internado en un centro médico de la Ciudad de Buenos Aires, donde fue sometido a una cirugía de urgencia. Si bien en los últimos días su estado se había informado como clínicamente estable, no presentaba respuestas neurológicas, y en las últimas horas el cuadro se tornó irreversible.
La confirmación del fallecimiento llegó a través de un profundo y desgarrador mensaje familiar publicado en redes sociales: “El milagro que no llegó, el pronóstico que era predecible pero aún así no perdíamos la fe”, expresaron, reflejando el dolor de un entorno que acompañó hasta el final.
En el mismo comunicado, la familia pidió respeto y privacidad para atravesar el duelo, haciendo especial referencia a la situación de su esposa: “Mamá está destruida… hoy está más frágil que nunca”, señalaron, agradeciendo las innumerables muestras de cariño recibidas.
Nacido el 26 de junio de 1951, Pereyra marcó un antes y un después en el tango desde su aparición en Grandes Valores del Tango en 1978, donde su talento fue tan contundente que fue consagrado profesional de inmediato. A lo largo de su carrera, brilló en ciclos emblemáticos como Botica de Tango, y en 2007 recibió el Premio Santos Vega, uno de los máximos reconocimientos del género.
Su voz cruzó fronteras y se convirtió en embajadora del tango argentino en escenarios internacionales. Con su partida, se cierra un capítulo fundamental de la música ciudadana, dejando una huella imborrable en Río Negro, en Buenos Aires y en cada rincón donde el tango sigue vivo.