Barcelona alcanzó la triple corona

Barcelona venció a Juventus 3-1 en el Estadio Olímpico de Berlín y coronó un histórico triplete con la conquista de la cuarta Liga de Campeones de Europa en la era del astro argentino Lionel Messi.

El mediocampista croata Iván Rakitic (4m.PT), el delantero uruguayo Luis Suárez (23m.ST) y el atacante brasileño Neymar (52m.ST) marcaron los goles para el equipo catalán, que añadió la "Orejona" tras consagrarse esta temporada en la Liga de España y la Copa del Rey.

Barcelona rompió los manuales

En cualquier orden de la vida, uno de los mayores desafíos de los seres humanos consiste en reformular sus propósitos y sus horizontes una vez consumadas sus aspiraciones primordiales.

Pero si esa reformulación, esa especie de refundación existencial tiene la antipática cara de una enorme dificultad cuando se ha alcanzado la cumbre una vez, qué decir cuando se ha hecho cumbre no una, sino dos veces: cobra visos de imposible, o por ahí.

Y así de imposible asomaba en tiempos del "Tata" Martino en la dirección técnica y en los primeros tiempos de Luis Enrique, signados por un espeso cóctel de desavenencias explícitas o implícitas que se expresaban en un equipo incapaz de superar la barrera del espasmo, un equipo brumoso en la confección, poco confiable en la terminación e incluso sospechado de fragilidad anímica.

Luis Enrique no encontraba la brújula, o al menos eso parecía, con el agregado de un elemento todavía más preocupante: daba toda la sensación de que el puñado de cracks que todo lo había ganado jamás regresaría de un pozo de pegajosa languidez, el lastre del esfuerzo administrativo, de la mímica, del tedio.

Sin el indispensable motor de la motivación, de un deseo capaz de circular brioso por el torrente sanguíneo, de sostener la estructura ósea y de impregnar esa vertiente del corazón que trasciende los tecnicismos cardiológicos, el "Barsa" parecía destinado a convertirse en una crujiente máquina destinada a ganar partidos irrelevantes y ponerse de rodillas ante la imponencia del Real Madrid, del Bayern Múnich o incluso de formaciones del segundo escalón que amagaban con crecer hasta límites admirables, como el París Saint Germain y Juventus.

De pronto, al modo del eslabón que una vez encontrado y encastrado da sentido al todo, Luis Enrique encontró el once ideal, el sistema, la impronta y, sobre todo, una sintonía que germinó con relativa facilidad en los recién llegados (Marc-André ter Stegen, Ivan Rakitic y Luis Suárez) y con pasmosa fecundidad en las estrellas al parecer aburguesadas o en franca retirada.

En unos cuantos: en Gerard Piqué, Dani Alves, Jordi Alba, Sergio Busquets, Andrés Iniesta, también en Javier Mascherano, el propio Neymar.

Y como éramos pocos, volvió Lionel Messi; volvió, que se entienda, a un nivel que insinuaba quedarse a vivir en los videos de YouTube, un muestrario de cómo aquello inalcanzable hasta para grandes futbolistas puede volverse igual de natural que un cepillado de dientes: inventiva en plena velocidad, desaceleración en la inventiva, lucidez en la desaceleración, resolución como suntuosa rúbrica de la lucidez.

Un Messi en clave estelar, un Messi mejor que sí mismo, un Messi, sea dicho, cómodo en la piel del mejor futbolista del planeta y legítimo aspirante a mejor futbolistas de todos los tiempos.

Ganadores de la liga de España, ganadores de la Copa del Rey, ganadores de la Champions League, el Barcelona y Messi han atrapado la esquiva sortija de la reinvención, y ya acabada la reinvención disfrutan hoy de un elixir reservado para pocos, muy pocos: lucir sus laureles en el Paraíso.

Walter Vargas