ATALAYA AZUL

Análisis de nuestra sociedad.

EL ARTE

SOBRE EL ARTE

Para vivir nos son necesarios utensilios,

millares de elementos nos rodean cada día,

la mayoría materiales y algunos substanciales,

como las propias ideas y las palabras que las representan.

 

Todo aquello que utilizamos nos sirve,

 y nos permite crecer y desarrollarnos,

de forma más adecuada, eficaz y grata.

El ser humano precisa gratitud

y siempre que puede lo suma a la eficacia.

 

En cada esfuerzo que realizamos requerimos compensación,

e incluso gratitud sin trabajo previo;

la vida es difícil y precisamos consuelo.

El abrazo de nuestra madre siendo bebés,

seguimos buscándolo de mil maneras al crecer.

 

El arte es precisamente el consuelo para vivir,

 la gratitud a cada paso,

la bocanada de aire frente a la asfixia cotidiana;

el calor del abrazo materno,

 la blandura y el olor a leche de sus senos,

y su atronador latido cardiaco,

“ nuestras primeras apreciaciónes artísticas”,

 nuestro primer consuelo frente a la vorágine del mundo.

 

La gratitud es necesaria, pero en esencia inútil,

es parte del alimento de nuestro espíritu,

 personal e intransferible,

y al mismo tiempo compartible y manipulable.

Su búsqueda forma parte de nuestra esencia,

y cada uno lo forja a su medida,

a la medida de sus vivencias,

de sus logros y frustraciones.

 

El arte es pues, todo aquello inútil,

que conmueve nuestro espíritu

y nos gratifica y de alguna manera nos consuela.

 

El ser humano es manipulativo y utilitarista,

pero siempre que puede le añade una dosis de arte  a su obra.

Unas cosas tienen más arte que otras,

algunas apenas unas trazas, y otras rebosan del mismo.

El arte puede ser perdurable, y también efímero.

De dimensiones mínimas, o de proporciones enormes.

Es de suyo adaptable y plástico,

tanto como el espíritu humano.

 

Tanta más dosis de arte, cuanto más impacto;

 tanto más nos impacta, nos conmueve,

cuanto más nos muestre nuestros deseos,

nuestros  prejuicios y temores,

nuestros anhelos e ilusiones,

nuestros fracasos y frustraciones,

nuestros derechos y deberes,

en suma, nuestro trasfondo oculto,

oculto por miedo, por vergüenza,

o quizás por simple tabú social.

 

El arte conmueve por mostrar lo oculto,

o lo evidente que queremos ocultar,

o por el despilfarro de lo inútil.

Pero el arte también produce hábito,

 y a fuerza de convivirlo pierde fuerza.

Una sopera de porcelana nos conmueve en su diseño,

pero después de cien sopas

 va quedando solo su capacidad y resistencia.

Por eso el arte tiene distintas intensidades,

y guarda íntima relación con la atención que nos roba.

 

Tanto más arte, cuanto más novedoso,

cuanto más escaso. 

El arte más valorado es el único y restrictivo,

así una obra de pintura o de escultura o de arquitectura,

solo se puede presenciar buscándola,

desplazándose, pagando por tener contacto con ella.

Más exclusivo aún es lo irrepetible,

como una representación de teatro, una ópera,

 una sinfonía, un castillo de artificios...

Aunque el programa se repita,

la interpretación  es única, y como tal nos conmueve;

es lo único que cada vez se muestra diverso,

es la esencia del universo.

 

 

Pero el arte no puede ser anónimo,

debe estar a la vista, mostrarse,

porque para conmovernos requiere de nuestra atención.

Hay artistas frustrados en la ignorancia de los demás;

que decir del habilidoso dentista que repara un molar que nadie ve,

o del cirujano que remata una operación con auténtico arte; 

este es el trasfondo de los congresos profesionales,

 mostrar artes, solo capaces de conmover a unos pocos,

los pocos que conocen las dificultades de lo oculto,

y el toque que va más allá de lo imprescindible.

 

Luego... podemos decir que hay artes universales,

 y artes esclusivas, solo capaces de conmover a un sector humano.

¿Pero el arte no solo es humano e intencional,

o también natural y aleatorio?.

 

La Naturaleza se nos muestra artista;

 observemos las enormes nubes de desarrollo vertical,

 imitando formas que impactan la retina,

 y en un momento de relajación,

desentierra de nuestra mente evocaciones,

 acaso caras, o animales, o......,

que con el suave viento se desdibujan,

 y trucan variando a otra imagen,

 como si de un escenario de un teatro sin límites se tratase.

 O acaso esa caída de agua en cascada,

que al tiempo nos asusta y atrae,

que nos sume en la soledad del estruendo,

 estruendo que nos vacía la mente de pensamientos;

fina corriente de aire y salpicaduras,

fuerte fragancia del aire roto por la espuma.

El agua es útil, imprescindible....

La cascada, arte aleatorio........

Tenemos sed y bebemos,

 pero la cascada es para admirarla,

para sentirla, para respirarla,

para desatar nuestros instintos,

 para gritar con todas nuestras fuerzas, sabiendo no ser oidos.

Y esa bóveda celeste, donde titilan las estrellas,

 y el silencio de la noche profunda, que nos rompe los tímpanos.

Ahí el alma humana se sabe grande,

capaz de expandirse en el infinito,

 perteneciendo a un ser diminuto e insignificante.

La noche no es más que oscuridad,

sombras, reflejos, ruidos inidentificables....,

no tiene intención, pero nos conmueve,

 tiene arte, es arte...

La Naturaleza es inagotable, y los ejemplos sin fin...,

se derrochan los colores, las formas, los sonidos, los movimientos...,

a cada paso, a cada instante,

 y... solo hemos de prestar sosiego y atención,

 siempre están ahí....,

los plumajes de las aves,

los fondos marinos,

el brillo de las aguas quietas,

el batir de las olas,

y hasta el brillo del caparazón de los insectos....

Es el arte de la mano divina.

 

En la actividad humana su presencia es permanente,

y gratifica todos los sentidos,

 incluso el entendimiento.

 En la raíz del mismo, la palabra....,

 ¿hay algo más útil y frío que la palabra?...,

sin embargo inventamos la retórica, la lírica, la poesía...,

 las palabras con arte,

 con lo superfluo que nos conmueve.

Pero para conmovernos no es necesaria la belleza,

también se consigue con la fealdad,

y qué decir sino del insulto,

que también es arte por lo inútil, por lo inesperado,

por lo impactante que nos hace reaccionar,

porque pone en duda nuestra aceptación por los demás.

El arte no es bonito, ni feo....,

sencillamente nos roba la atención,

 dispara nuestras alertas anímicas, rompe las defensas,

 y nos hace reaccionar.

 

El arte nos puede desagradar inicialmente,

como el estruendo que sigue al rayo,

 o una pintada informe en un muro,

pero la gratitud se muestra al haber desafiado al peligro,

al saberse a salvo del caos.

El cine emplea mucha escena desagradable,

 nos impacta, nos hace reaccionar,

 pero la gratitud está presente en la seguridad de la butaca.

 

El arte es impacto, pero sin peligro, sin sufrimiento,

y nos permite el placer frente a la presencia de lo adverso.

Incluso una guerra puede ser artística, pero solo como espectadores,

desde la butaca de la lejanía, lejanía de kilómetros, o de años....

La guerra es arte para los políticos,

pero nunca para los militares, ni para los civiles que la viven de cerca, oliendo la pólvora y el polvo,

 mezclados con el sudor, la sangre y las lágrimas.

 

También la muerte puede contener arte,

 pero solo cuando muere otro....,

un otro lejano, donde la muerte no nos afecta,

donde es cotidiana y signo de renovación necesaria.

Pierde el arte cuando nos es próxima,

porque va a acompañada de peligro, peligro emocional, económico, ...

y si es la nuestra,

porque nos trae el mayor y último peligro,

 nuestra negación como ser,

 nuestra extinción.

Por tanto el arte se manifiesta siempre,

o según y cómo, y con quién...

 

El diseño industrial pretente gratificarnos,

formas, colores, sonidos...,

adornos de elementos hoscos, monótonos, feos.

¿Qué sería de un auto sin carrocería,

o de un televisor sin caja, o de una lavadora sin mueble?

 

La mujer es pura expresión artística,

busca más la gratitud propia y próxima;

 no concive una ventana sin visillo y cortinas,

ni un vestido sin adornos,

ni un peinado sin formas.

El arte es expansivo, y la mujer también lo es; 

el instinto maternal lleva a la ocupación de espacios,

y así lo hace con sus vestidos, con sus fragancias,

con sus movimientos.

El baile es innato en las mujeres,

y es parte del arte en el movimiento;

nos movemos para ir de un lugar a otro,

 buscar alimento, protejernos, encontrarnos....,

 pero en el baile no se va a ningún sitio,

es el movimiento por el movimiento,

movimiento con música, que es el sonido con matemática.

Dos elementos útiles en esencia, sonido y relaciones numéricas,

se funden en algo inútil, la música,

instrumental o vocálica,

inútil pero necesaria, marcando los ritmos vitales.

La música nos conmueve,

hace que afloren nuestros sentimientos, nuestras vivencias.

 

Cuando la sociedad quiere castigar,

nos intenta privar de la gratitud,

y en el ambiente del reo se elimina el arte.

En la cárcel se elude lo superfluo,

en la arquitectura, en el ropaje,

 incluso en la alimentación.

Incluso se eliminan las ventanas,

en un intento de ocultar el arte natural.

Al reo se le mantiene vivo,

pero haciéndole odiar la vida,

sin consuelo, sin gratitud,

y si es posible con algún impacto peligroso,

donde él mismo es el sujeto del peligro,

sin butacas a salvo donde refugiarse.

 

En los hospitales tampoco se derrocha el arte,

porque somos protagonistas de los peligros,

peligros graves o leves, pero nuestros.

En un hospital la mente no se relaja,

existe preocupación por la propia continuidad.

 

Para apreciar el arte es preciso atención y sosiego; 

se encuentra en el fondo del estanque,

y solo se aprecia cuando la superficie está serena y quieta.

Las mentes turbadas y cautivas no lo aprecian,

y son capaces de pasar al lado sin percibirlo.

 


<- Anterior :: Siguiente ->