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01:44 AM - 2008-Feb-12 - {0} -
Cierta vez se acercó a las ruinas de Eésp. Quería descubrir el secreto de los abismos oscuros pero se percataba de llevar la corbata bien ajustada como hipada al cuello y que de pronto se pasea por el centro de la ciudad y entra en un lugar demasiado viciado decidiendo irse de allí en no menos de un minuto. Para colmo no llevaba el celofán que le había sugerido la columna 'autoayuda' de cierto lelo revistón de por ahí. Pasando al costado de las construcciones enormes que anticipaban el desastre sintió una catarata de recuerdos que lo dejaron sin aliento y los labios se le secaron pero mantenía una especie de melancolía extraviada y siempre controlada. Como pisaba despacio no se despertó nadie, ni el mosquito ni el cerezo, entonces dió media vuelta y la sombra que proyectó el drágón le hizo perderse en la oscuridad pero todo se aclaró cuando éste pasó y le pintó la cara de barro, se sintió mal pero pudo dominar su mal genio encontrando en la selva lo que no pudo en los bloques de piedra que montaban la pirámide desde la que una persona gritó que necesitaba que le arriaran el barrilete.
Nadie le oyó.
Por suerte los recovecos son de a montones entonces se metió entre alguno de ellos y apareció en un circo multicolor que le alegraba la vida y se deleitaba viendo a los acróbatas volar y a los elefantes brincar sobre las candilejas. Poco a poco el aleteo del dragón le provocó una tos irreparable que lo llevó a la afonía, como siempre llevaba las pastillas que le ayudarían a pasar el rato.
01:34 AM - 2008-Feb-12 - {0} -
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