Juan José Alvarez

Límite , por Horacio Verbitsky

El asedio a la Legislatura por un minúsculo grupo que impidió la sesión, rompió y quemó las puertas de acceso, no dejó vidrio sano y retuvo como rehenes durante horas a sus trabajadores, marca un límite que el gobierno nacional no debería ignorar, sin grave riesgo para su futuro.
Se iban a tratar las enmiendas al Código de Convivencia promovidas por el hombre de negocios dudosos Mauricio Macri. Su proyecto confunde contravenciones con delitos, promueve soluciones violentas para conflictos vecinales, devalúa la libertad de los pobres. Con toda razón, muchos afectados procuraban hacer reflexionar a los legisladores. Sobre estos reclamos se montaron las microfracciones de la paleoizquierda, que sueñan con la toma del Palacio de Invierno. Como cada vez convocan a menor número han incrementado la audacia de sus acciones. El más silencioso y pensante de sus líderes decidió prenderle fuego a la sede de Repsol y la escalada que se inició esa tarde no cesa. Desprecian el marco institucional y desearían tirarlo abajo para construir una república democrática popular del área de una manzana, que es su máximo horizonte.
El gobierno nacional definió una política sagaz y decente: no reprimir. Pero esto requiere una planificación y una ejecución en el terreno, cuya ausencia es tan funcional a los intereses creados que detestan a este gobierno imprevisto como la previsible provocación trotskysta. En el verano de 2001/2 creían que el poder estaba al alcance de la mano. La movilización no era de centenares sino de decenas de miles de personas. El secretario de Seguridad Juan José Alvarez definió una política: disuadir por el número de efectivos, el vallado y la prevención. Con buena información (obtenida por el diálogo directo con los manifestantes antes que por la infiltración de inteligencia) y control político inflexible sobre una fuerza de seguridad a la que no se le permitía el uso de armas letales, consiguió atravesar esos tórridos meses sin víctimas que ensombrecieran más aún al país. Su minimalismo no recibió el reconocimiento que merecía.
Hoy la contención no violenta debería ser mucho más fácil, por la soledad en que se mueven los adoradores del fuego. Pero la escandalosa ineficacia de la Secretaría de Seguridad convierte cada manifestación en una ruleta rusa y encierra al gobierno en un dilema con dos términos perdedores: los del descontrol o la muerte. Norberto Quantín y José María Campagnoli hicieron un buen trabajo como fiscales de la ciudad Buenos Aires. No les da para más y cada día se les nota más. La incapacidad de ese equipo es una bendición para quienes, como dice el presidente Kirchner, quieren inviabilizar su gobierno. Ayer se vio que pueden lograrlo. El tiempo no sobra.

11:25 PM - 15/4/2013 - comentarios {0} - publicar comentario

Alvarez, un dirigente dialoguista, frontal y experto en seguridad

Durante el último año se llamó a silencio y optó por el bajo perfil. Ahora, a un paso de ocupar la Secretaría de Seguridad porteña, y luego de la tragedia en el boliche República Cromagnon que ya se cobró 187 vidas, el diputado nacional Juan José Alvarez (PJ-Buenos Aires) regresa a un lugar de máxima exposición pública.

Ubicado en una de las últimas filas en el recinto de la Cámara baja, Alvarez no pronunció muchos discursos desde que asumió su cargo por el PJ en diciembre de 2003, como parte del llamado "tren fantasma", frase con la que la oposición identificó a las viejas figuras de la política que llegaron a la Cámara y desilusionaron a quienes esperaban nuevas caras, luego de la crisis de 2001 y del "que se vayan todos".

Alvarez conoce bien la cartera de Seguridad, que comenzaría a manejar en las próximas horas. De perfil dialoguista y a la vez frontal, entre el 25 de octubre y el 23 de diciembre de 2001 fue secretario de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, durante la administración del entonces gobernador Carlos Ruckauf, gestión signada por los saqueos que conmovieron al país.

Se lo acusó de conducir una policía ineficaz, pero él se defendió con su estilo: "Prefiero que se pierdan latas de tomates y no vidas humanas", respondió.

El 24 de diciembre de 2001 el funcionario fue elegido por el fugaz presidente Adolfo Rodríguez Saá para la Secretaría de Seguridad Interior, cargo en el que fue confirmado más tarde por el ex primer mandatario Eduardo Duhalde, su padrino político.

Desde esa función, Alvarez coordinó el operativo conjunto de las fuerzas de seguridad montado alrededor del puente Pueyrredón, el 26 de junio de 2002, para contener una protesta piquetera.

Ese día, la marcha terminó con la muerte de los piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, militantes del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) Aníbal Verón, que obligó a Duhalde a acortar seis meses su mandato presidencial.

Moderado

El 10 de julio de ese año fue premiado por su mentor y juró como ministro de la unificada cartera de Justicia y Seguridad. Esquivo a la hora de las definiciones políticas (no se considera ni partidario de la "mano dura" ni "garantista"), Alvarez acompañó a Duhalde hasta el final de su mandato y volvió al Ministerio de Seguridad provincial de la mano del gobernador Felipe Solá, en septiembre de 2003, en reemplazo de Juan Pablo Cafiero.

"Hay policías buenos y policías malditos", declaró un mes después de asumir, cuando la política gubernamental de depuración policial que defendía comenzó a mostrar su ineficacia y a recoger descontento en las fuerzas de seguridad.

El ex ministro de Justicia Gustavo Beliz había calificado por esos días de "gravísima" la situación de inseguridad en la provincia y preparaba el plan de seguridad anunciado en la Casa de Gobierno en abril de 2004, sin concreción efectiva.

"Los lemas de mi gestión son idoneidad y transparencia", afirmó luego este abogado, egresado de la UCA. Primer intendente del partido bonaerense de Hurlingham (entre 1995 y 1998, y desde 1999 hasta 2001), y alguna vez cercano a Carlos Menem, Alvarez forjó un fuerte vínculo político con otros dos jefes comunales de extracción duhaldista: Alberto Balestrini (La Matanza) y Julio Alak (La Plata), con quienes formó un polo de poder independiente dentro del PJ, conocido como "Los tres mosqueteros".

Integrante de las comisiones de Legislación General, Asuntos Constitucionales, Comunicaciones e Informática, Juicio Político y Transportes, desde que asumió en Diputados presentó sólo nueve proyectos, según datos extraídos de la página web de la Cámara baja.

Ahora, a los 50 años, este hincha fanático de River Plate que suele jugar de arquero en improvisados picados con sus amigos tendrá que utilizar sus reflejos, experiencia y cualidades de negociación para delimitar cuidadosamente las políticas que utilizará para poner paños fríos sobre el dolor y la furia de una sociedad sacudida por la tragedia.

11:24 PM - 15/4/2013 - comentarios {0} - publicar comentario

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