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Acerca de "El Infierno"

¿Es el "Cochiloco", el diablo?




…y, sí, para Beni, el migrante deportado de USA, el Cochiloco representarìa al diablo. Obviamente, estoy hablando de “El Infierno”, la última película del realizador Luis Estrada, que està dando tanto que hablar, pues segùn pareciera muestra y denuncia, la situación por la que està atravesando nuestro país.
Retomo, en este momento, la idea que da título a este texto y que será abordada desde el Psicoanàlisis
Beni, sobrenombre agringado de Bernardo, parte rumbo a Estados Unidos buscando una mejor calidad de vida, dejando a madre y hermano adolescente, en sus pueblo natal; regresa después de 20 años, tal y como había partido “con una mano atrás y otra adelante”. Asì, es como se reencuentra con su amigo de la infancia, el Cochiloco, quien se ha convertido en uno de los hombres de confianza del jefe mafioso de la zona. El Cochiloco, lo lleva a “trabajar” consigo, como matòn/sicario, dándole la oportunidad de tener dinero.
Si bien pareciera que el motivo de la partida de Beni es por una mejor calidad de vida, no es tan asì; pues regresa sin nada, sin un céntimo, no armò familia en Estados Unidos, no tiene bienes, nada. Todo esto
nos sugiere la idea que en realidad, lo que estaba buscando Beni era su propia identidad, que sòlo se logra por medio de un padre simbólico que nomina y habilita, que dice: “hijo, tù puedes, yo tengo confianza en ti, sè que podràs”. Padre que separa a la madre del hijo, que rompe esa dupla primigenia.
Este no fue el caso de Beni, quien ante la falta de este padre habilitador (tal vez su padrino dueño de una vulcanizadora, puede haber funcionado, hasta algùn punto como tal, pero no alcanzò); decía que a falta de este padre habilitador, Beni para tomar distancia de la madre y asì encontrar quièn verdaderamente era, partió a Estados Unidos. Sin embargo, no pudo…
Entonces, encuentra en el Cochiloco ese modelo de padre tan buscado, especie de dios. Pero, que a diferencia de lo esperado, no sería un dios del bien, sino un dios del mal, Satanàs, habitante del averno, que se lo confirma cuando le dice: “no hay que bajar al infierno, el infierno es este”.
Un dios es un ser omnipotente, que todo lo puede, que decide la vida y la muerte. Es la imagen del padre imaginario, el de los primeros tiempos del Edipo, padre de la horda primitiva, en el mito freudiano de Tòtem y Tabù, padre castrador pero no castrado, poseedor del goce, que no se somete a la Ley, porque èl es la ley. Este padre tiene que devenir en padre simbólico, padre habilitador, sujeto a la Ley, aceptando èl mismo la castración, aceptando la Ley que todo no se puede.
Y es precisamente eso, lo que sucede al morir el Cochiloco, al evidenciarse que no era omnipotente, que no era un dios, sino un simple mortal, que sufre y llora por la ejecución de su propia familia, mostrando ahì su falta, su carencia, su castración.
Beni presencia esta situación y se produce en su interior, un movimiento subjetivo que lo lleva a èl mismo a aceptar su propia castración, con la consecuencia de moverse de padre imaginario a simbólico para su sobrino, a quien salva de la muerte, protegiéndolo y enviándolo fuera de la zona de peligro, con el costo de su propia muerte al inmolarse para hacer justicia, masacrando a los jefes mafiosos.
Podríamos hablar de la identificación de Beni con su hermano muerto, quien, mal que mal había conseguido ser alguien en esa comunidad, o de la mujer en sus vertientes de madre o prostituta, materializadas en la madre de Beni y su cuñada. También, de los jefes narcos que asumen un rol paterno ante la ausencia de un estado que ofrezca las condiciones mínimas para una vida digna, o de la degradación de la escala de valores, etc. etc… pero dejémoslo para otro tiempo y lugar.



Publicado: 12:41, Thursday 21 October 2010
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