Una decisión amarga by Pirlo de Félix
Publicado a las 09:16 AM - 23/11/2009
UNA DECISIÓN AMARGA
Todo parecía fácil en un principio, ya tenía una dirección a seguir en la vida, en cambió todo lo que había pensado resultó imposible de realizar al final.
Alejandro Benet Alegre tenía claro su futuro personal y profesional, sabía hacia donde dirigir su esfuerzo para lograr su objetivo. Una titulación universitaria, que le diera una herramienta, para poder trabajar como un profesional en el mercado laboral.
Corría el año 1992 en España, Barcelona era sede olímpica, en Sevilla se hacía la exposición universal y Madrid era la capital de la cultura europea.
Una mañana a finales de Septiembre, Alejandro Benet, entraba por la puerta del instituto de Bachillerato San Juan Bautista. Era la primera clase de segundo de bachillerato que tenía el joven Alejandro después de las vacaciones de verano. Alejandro entraba con la cartera llena de libros y en su corazón y en su mente un deseo, terminar el bachillerato, hacer el curso de orientación universitaria y entrar en la universidad para en cinco años titularse como abogado.
A la hora de el almuerzo Alejandro entró en la cantina del instituto, pidió un refresco al camarero, cogió el periódico local de noticias y abrió el bocadillo que llevaba envuelto en papel de aluminio, el primer titular le llamó la atención El propietario de talleres Sebastián no acude a abrir el taller.
Alejandro Benet, siguió leyendo la noticia que había tras el titular, con la mente confusa.
Los trabajadores de la empresa de recauchutados Sebastián se quedan en la puerta del centro de trabajo sin que el propietario aparezca para abrir el taller, en la puerta del taller se podía leer una nota que había dejado la dirección de este taller diciendo que la empresa a cerrado por suspensión de pagos.
Ese era el mismo taller de recauchutados dónde trabajaba el padre de Alejandro como mecánico calibrador de neumático recauchutado.
Alejandro cogió la cartera con los libros y salió en dirección a su casa, con la mente fija en aquella noticia.
En el sofá del comedor los padres de Alejandro: Manuel Benet y Vicenta Alegre contaban las facturas a las que habían de hacer frente y la imposibilidad de obtener ingresos a corto plazo. Alejandro les preguntó si habían leído el periódico, sus padres contestaron que no habían leído la noticia pero que era cierto el propietario de taller de recauchutados no había ido a abrir el taller esta mañana, sólo dejo una nota: diciendo que el taller estaba cerrado, apareció el encargado y nos dio la noticia de que el dueño había salido de España y se había llevado toda la maquinaria que había en la nave.
Manuel Benet comunicó a su mujer e hijo qué la situación a corto plazo era grave, ya que el dueño había desaparecido, pero qué a los trabajadores no los había despedido, con lo cual no podían ir a otro taller ya que estaban cotizando para talleres Sebastián, y que tampoco podía ir a la oficina de desempleo a cobrar el subsidio, ya que a todos los efectos él estaba dado de alta en la seguridad social y no tenía derecho a la prestación por desempleo.
Como coletilla a esto el padre puso en conocimiento de la familia que hacía dos meses que el propietario no pagaba la mensualidad a los trabajadores y que durante este tiempo han estado viviendo, comiendo, vistiéndose y pagando todos los gastos de un préstamo personal que él había pedido al banco.
Alejandro se retiró a su cuarto y empezó a meditar sobre la delicada situación económica por la cual atravesaba su familia.
¿Podía seguir con sus estudios o debía salir a la calle en busca de trabajo?
No lo dudó primero es ayudar a mis padres en lo económico, ellos van a tardar meses en volver a tener ingresos. Salió en dirección a un kiosco y compró un periódico donde se publican ofertas laborales; encontró un anuncio que decía “se busca dependiente para papelería a tiempo completo”. Subrayó el anunció, localizó el lugar donde estaba la papelería, y se presentó ante el dueño.
Después de hablarlo, quedaron en que Alejandro empezaría a trabajar al día siguiente a las ocho de la mañana y que antes de entrar en la nómina estaría quince días a prueba, pasado ese periodo el dueño le haría un contrato laboral de tres meses.
A la hora de la comida llegó Alejandro a su casa habló con sus padres sobre la oferta laboral que le habían ofrecido y los padres asintieron con la cabeza en señal de aprobación el gesto de su hijo.
Después de comer Alejandro volvió a su dormitorio, allí se volvió a hundir en sus pensamientos y meditaciones:
-Mañana no iré al instituto, y hasta que mi padre no encuentre un trabajo remunerado de nuevo, yo no voy a tener tiempo de prepararme los exámenes del segundo de bachiller. Ya no tengo como objetivo el licenciarme en derecho, no puedo estudiar y trabajar a la vez, si no saco buenas notas todos los años el estado no me paga las matrículas de los cursos y con lo que tengo que ganar a partir de mañana es para entregarlo a mis padres, no he buscado un trabajo para pagarme los estudios, he buscado este empleo para ayudar a mis padres en los gastos diarios.
En las horas que siguieron Alejandro cayó en una fuerte depresión:
-Ahora sólo me sacará de este hastío el apoyar a mi selección nacional o en alegrarme de las victorias de mi equipo deportivo, en sus jugadores me apoyaré, cuando ellos venzan en un partido yo me alegraré, cuando pierdan diré que yo lo pude hacer mejor, también se que los jugadores son profesionales y todos cobran por jugar en los clubs o en sus federaciones, ellos sí han logrado sus objetivos de ayudar en casa económicamente, y de obtener una libertad económica, y hacer sus sueños realidad jugando en equipos o clubs deportivos de forma profesional, no ambiciono su profesionalidad, yo no quería ser un deportista, ni mis deseos iban en esa dirección, ni estoy dotado para el deporte, sólo sé que yo viviré el resto de mis días con este desespero no haber conseguido mi objetivo de ser un profesional del derecho, de llegar a ser un trabajador técnicamente cualificado.