,

Érase una vez: el crowdfunding

Por Gonzalo Abalsamo
Twitter: @AbalsamoGonzalo

En la era digital las nuevas tecnologías promueven la aparición de esquemas novedosos de vinculación entre los sujetos. Las inversiones no se han quedado afuera. El crowdfunding llegó para quedarse.

Encontrar fondos es uno de los dilemas de todo hacedor de proyectos. Grandes o pequeños, es habitual que quienes tienen la idea no cuenten con el capital necesario para darle vida y llevarla adelante.
En la vereda de enfrente se encuentran quienes cuentan con dinero que podría ser destinado al ahorro en su versión más tradicional, pero que también podría ponerse a circular de un modo más eficiente que genere impacto en la economía de su comunidad, y al mismo tiempo obtener un beneficio por la dinamización del capital invertido.
Históricamente es posible remontarse a diferentes momentos en que la posibilidad de crear financiación conjunta fue posible. Los períodos de guerra y la posterior reconstrucción, movimientos artísticos o que promovieron investigaciones en pos de nuevos descubrimientos.
Sin embargo, la real dimensión de la propuesta no habría sido posible sin la intervención de Internet que ha permitido abrir puertas impensables. Es la red la que ha sido su camino natural de expansión desde que los teóricos Jeff Howe y Mark Robinson acuñaran por primera vez el término, en el año 2008, tras la publicación de su libro «The Rise of Crowdfunding».
El término es una fusión de los vocablos anglosajones «crowd» (multitud) y «funding» (financiación), que cobró protagonismo a partir de 2009, cuando aparecieron las primeras plataformas que ofrecían la posibilidad de financiar proyectos de forma colectiva.
Los progresos en este tipo de ideas ha llevado a personalidades de la cultura, proyectos sociales, necesidades de comunidades y proyectos inmobiliarios, entre muchas otra ideas, se sumaran a un moda que iguala oportunidades e ideas, acercando a las partes y haciendo posible pequeñas fortunas para grandes proyectos.