,

El regreso dorado

Por Flavia Tomaello, Instagram @flavia.tomaello

Algunas travesías no se miden por kilómetros recorridos, sino por la capacidad de volver a conectar el tiempo con la belleza. Cuando el tren Al Ándalus fue presentado por primera vez, hace ya cuarenta años, lo hizo como una promesa de elegancia sobre rieles. Era más que un medio de transporte: era una escenografía rodante para vivir el sur de España con la intensidad de un poema morisco y la precisión de un reloj suizo.
Hoy, cuatro décadas después, la historia se reescribe. En 2026, este tren que lleva en su nombre el eco de una civilización culta y refinada, estrenará un itinerario que suma nuevas estaciones al corazón de su narrativa. Por primera vez en su historia, Madrid será punto de partida o de llegada. Lo hará junto con otros nombres cargados de herencia: Castilla-La Mancha y Extremadura se suman a la experiencia como páginas nuevas de un libro que no ha dejado de crecer.
La presentación del nuevo recorrido fue realizada en el Museo del Ferrocarril de Madrid, escenario que parece haber sido elegido con un guiño poético: entre vagones antiguos y locomotoras que alguna vez cruzaron el país, Al Ándalus volvió a desplegar su silueta como un relicario en movimiento. En ese entorno, los visitantes pudieron ingresar al interior del tren, explorar sus salones, conocer la atención detallista que lo distingue, y anticipar un recorrido donde cada kilómetro es una experiencia.
El nuevo trazado mantiene su duración clásica de siete días y seis noches, pero amplía su mapa emocional. El tren recorrerá enclaves como Aranjuez, Toledo, Cáceres, Mérida, Córdoba, Jerez, Cádiz y Sevilla. Cada una de esas ciudades será mucho más que una parada: se convertirá en una puesta en escena. Porque en Al Ándalus, cada visita —sea al Palacio Real de Aranjuez, a los molinos de viento de Campo de Criptana, a las ruinas romanas de Mérida o a la Mezquita-Catedral de Córdoba— está coreografiada como una escena única, irrepetible, profundamente sensorial.

Cuando el lujo viaja al ritmo de la historia

El tren no sólo renueva su geografía, sino también su vocación. La incorporación de estos nuevos destinos es una apuesta doble: por un turismo más sostenible y por una experiencia que pone en el centro la memoria, la hospitalidad y la gastronomía. Así, Al Ándalus no se aleja de su esencia, sino que la amplifica. El viajero no sólo duerme en una Suite Deluxe o en una Gran Clase con baño privado: duerme en una cápsula del tiempo restaurada con esmero, que alguna vez trasladó aristocracias europeas en los años dorados del ferrocarril.
A lo largo del itinerario, un autobús de lujo acompaña al tren para las excursiones, y un guía multilingüe garantiza que nada se pierda en la traducción emocional. Cada jornada está pensada como una coreografía entre lo antiguo y lo contemporáneo, entre la contemplación silenciosa y la degustación exuberante.
Y si hay algo que une los paisajes, los palacios y los sueños a bordo, es la mesa. Cada desayuno, almuerzo o cena —ya sea servido a bordo o en restaurantes seleccionados con cuidado artesanal— es un homenaje a los sabores ibéricos: aceite de oliva, jamón de Jabugo, vinos de Jerez, pan recién horneado, frutas que aún recuerdan el sol. Comer en este tren no es sólo una necesidad biológica: es un rito cultural, un idioma compartido entre pasajeros que, sin saberlo, se van convirtiendo en cómplices.
Este nuevo recorrido también abre la posibilidad de mirar el paisaje interior desde otro ángulo: Castilla-La Mancha se despliega con la nobleza de sus llanuras y la silueta quijotesca de sus molinos; Extremadura ofrece su legado romano y su calma rural; Madrid, con su carácter palpitante, se presenta como antesala o epílogo de una experiencia que trasciende cualquier mapa.
Al Ándalus no busca competir con el vértigo de los trenes de alta velocidad. Su mérito está en detener el tiempo. En cada desplazamiento lento y puntual, en cada conversación de vagón, en cada copa de vino compartida en un coche restaurante, el viajero se reencuentra con una forma distinta de moverse por el mundo. Una que prioriza el arte de mirar, de escuchar, de saborear, de contar historias. Una que convierte a cada pasajero en parte de la leyenda.
Así, el tren Al Ándalus no solo celebra su aniversario: celebra su vigencia. Lo hace sin nostalgias, con una mirada clara hacia el futuro. Ese que se construye sobre rieles, pero también sobre memorias. Porque en cada curva de esta nueva ruta se sigue escuchando, como un susurro andaluz, la certeza de que hay viajes que valen más por lo que despiertan que por lo que recorren.