Por Flavia Tomaello, https://flaviatomaello.blog/, Instagram @flavia.tomaello
Mauricio no es solamente un destino: es un modo de habitar el tiempo. Es la intersección de culturas que han dejado huella en su idioma, su gastronomía y sus paisajes. Un mosaico que combina las especias de la India, la herencia africana, la elegancia europea y el pulso de su propia naturaleza. Es una isla que vive de contrastes: costas que parecen pintadas con la paleta de un artista, montañas cubiertas de vegetación exuberante, pueblos que huelen a vainilla y curry, y atardeceres que, más que caer, se derraman sobre el horizonte.
Allí, en su corazón sur-central, se encuentra Avalon Golf Estate. No es un complejo cualquiera. Es un microcosmos donde se entrelazan diseño, bienestar y un respeto profundo por el paisaje. Se llega a través de un camino flanqueado por campos de té que se ondulan al viento como si estuvieran en una coreografía lenta, invitando a bajar la velocidad. La altitud regala un clima más fresco, un murmullo constante de brisas suaves y una luz distinta: más nítida, más contemplativa.
Avalon se extiende sobre 220 hectáreas de suaves colinas que invitan a perder la noción del tiempo. Pequeños ríos se cuelan entre la vegetación, dibujando reflejos y sonidos que se suman a la sinfonía natural. Entre estos pliegues del terreno, Peter Matkovich diseñó un campo de golf de 18 hoyos que no solo desafía al jugador, sino que conversa con la topografía. Pocos árboles delimitan el juego, lo que abre el campo a vistas panorámicas que parecen no terminar nunca. Al sur, el océano, donde el amanecer acaricia los primeros swings. Al norte, las montañas que custodian el Grand Bassin, el lago sagrado nacido de un antiguo volcán, aportan un telón místico a cada golpe.
El campo fue pensado para convivir con los vientos cambiantes: hay hoyos que se juegan a favor de la brisa y otros que la enfrentan. Este equilibrio convierte cada partida en un ejercicio de adaptación y disfrute. La vegetación incluye helechos arborescentes que suavizan el paisaje, sumando una textura única al verde intenso del césped.
Pero Avalon no se limita al golf. Su propuesta se expande hacia experiencias que apelan a todos los sentidos. El Magic Spoon es un restaurante donde la arquitectura se abre hacia el paisaje. Puede recibir desde reuniones íntimas hasta celebraciones de gran escala, siempre con el telón de fondo de colinas y fairways que se tiñen de luz a medida que avanza el día. El espacio, inundado de claridad natural, transmite amplitud sin perder calidez.
En el extremo más íntimo de la experiencia está el Bodhi Wellness Retreat. Inspirado en la filosofía budista de la ecuanimidad, es un refugio para quien busca despojarse de las urgencias. Aquí, el tiempo se mide en respiraciones profundas. No hay prisa, no hay agenda: solo el presente. Sesiones de meditación, tratamientos que equilibran cuerpo y mente, y un silencio que no es ausencia de sonido, sino presencia plena de calma.
Avalon se define como “un destino dentro de otro destino”. No es solo un lugar donde vivir o vacacionar: es una forma de estar. La seguridad, la privacidad y la conexión con el entorno natural se combinan con el acceso a servicios de alta calidad y con la certeza de estar en una región que preserva su esencia.
A las seis y media de la mañana, la niebla todavía acaricia las colinas. El rocío dibuja pequeñas perlas sobre las hojas de té que flanquean el camino. Se escucha un murmullo: no es el mar, es el viento que se filtra entre los helechos y hace crujir suavemente las ramas. Desde la terraza de la villa, el horizonte es una acuarela en proceso, con pinceladas de luz dorada anunciando el sol.
Después del desayuno, comienza una partida de golf. El primer golpe sale en dirección al océano, donde el cielo se abre en azul. Entre hoyo y hoyo, el paisaje cambia: en un ángulo, la mirada tropieza con las montañas que custodian el Grand Bassin; en otro, la brisa trae un aroma a tierra húmeda y flores silvestres.
Al mediodía, el almuerzo en Magic Spoon llega con la promesa de vistas abiertas y sabores que juegan con la frescura local. Una mesa junto al ventanal deja ver el campo extendido como un tapiz verde, mientras una copa de vino capta un destello de sol.
La tarde se entrega al Bodhi Wellness Retreat. En la sala de meditación, el silencio es tan denso que se podría tocar. Un instructor guía una respiración que parece sincronizarse con el ritmo del lugar: lento, profundo, eterno. Al salir, los pasos son más livianos y la mirada, más limpia.
La noche llega con el canto de los grillos y un cielo bordado de estrellas. En Avalon, incluso el final del día se siente como un comienzo: el de una calma que no se olvida.
