Por Flavia Tomaello, https://flaviatomaello.blog/, Instagram @flavia.tomaello
Hay una forma distinta de conocer América Latina: no desde el aire ni desde el camino, sino desde el agua. Mirarla desde un muelle, desde la cubierta de un velero o desde una lancha que corta la brisa marina es reencontrarse con su esencia más profunda. En este continente, el agua no es solo geografía: es identidad, cultura y, cada vez más, una manera de viajar.
El reciente informe de GetMyBoat, la mayor plataforma global de alquiler de embarcaciones, lo confirma con precisión estadística y belleza implícita: América Latina se está consolidando como un destino náutico de deseo. Las costas del Caribe, los lagos andinos, los ríos que atraviesan la selva y las bahías del Pacífico forman un mapa líquido donde el turismo se vuelve experiencia sensorial.
Los datos de la plataforma revelan que el interés por navegar en la región creció de forma sostenida en los últimos años. México, Brasil, Colombia, Argentina y Chile se ubican entre los países más buscados por viajeros que quieren disfrutar del lujo simple del mar, el silencio y la libertad.
Pero más allá de los números, el informe propone algo más profundo: muestra un cambio de paradigma. El turista de hoy no busca solamente destinos; busca vivencias. Quiere sentir el pulso del lugar, respirar su aire salado y escuchar el rumor del agua como si fuera una voz ancestral. En tiempos de hiperconexión, el horizonte azul se convierte en el nuevo lujo.
México: donde el mar cuenta historias
El liderazgo regional lo tiene México, un país donde cada playa parece una escena diferente de la misma película solar. Desde los arenales de Cancún y Playa del Carmen, hasta la sofisticación discreta de Cabo San Lucas, las aguas turquesa del Caribe y el Pacífico mexicano ofrecen experiencias para todos los estilos.
Las embarcaciones privadas —yates, catamaranes o simples lanchas de paseo— son hoy protagonistas de una nueva manera de disfrutar el destino: celebrar un atardecer con música en vivo, practicar snorkel entre corales o navegar bajo un cielo tan vasto que parece inventado. El turismo náutico en México no es solo una actividad; es un lenguaje de hospitalidad y sol.
Brasil: la fiesta y el horizonte
Brasil es una oda al exceso en su versión más luminosa. En el ranking de GetMyBoat, ocupa un lugar destacado por su diversidad de escenarios y la calidez de su gente. Angra dos Reis, Paraty, Búzios o Florianópolis son postales de un país que entiende el placer como una forma de arte.
Navegar sus bahías es descubrir un ritmo distinto del tiempo. Cada isla parece una pausa, cada playa una invitación al hedonismo. El viajero se deja llevar por las olas como quien escucha una bossa nova en movimiento. En los barcos se sirven caipirinhas, el viento perfuma la piel y el horizonte se vuelve promesa.
Colombia: entre el Caribe y la leyenda
Si alguna vez hubo un secreto bien guardado, fue el encanto náutico de Colombia. El Caribe colombiano, con Cartagena de Indias como joya histórica, se ha convertido en uno de los destinos más deseados para el turismo desde el mar.
Las islas del Rosario, con sus aguas transparentes, son escenario de travesías que mezclan aventura y sofisticación. En el Pacífico, Bahía Solano y Nuquí revelan otro rostro: el de una naturaleza intacta, exuberante, que parece no haber sido tocada por el tiempo. En el agua, Colombia es música lenta y sonrisa abierta; una combinación perfecta de historia y presente.
Argentina: entre el río y los sueños del sur
El país del tango también tiene su costado náutico, y cada vez más viajeros lo descubren. En Buenos Aires, el Río de la Plata ofrece una mirada diferente de la ciudad: navegar hacia el Delta del Tigre es adentrarse en un laberinto verde donde el tiempo se disuelve.
Más al sur, los lagos patagónicos —Nahuel Huapi, Gutiérrez, Lácar— son espejos que duplican montañas y silencios. Navegar allí es tocar el alma del paisaje. El frío se mezcla con la calma y la sensación de libertad se vuelve casi mística. En un mundo que corre, flotar sobre un lago argentino es un acto de resistencia.
Chile: la elegancia de lo extremo
Chile, con su geografía vertical, propone un viaje que desafía la imaginación. Desde las costas del norte, bañadas por el Pacífico, hasta los fiordos australes donde el agua parece mezclarse con el cielo, cada ruta náutica es una historia distinta.
El Lago Llanquihue, en el sur, y las travesías por los canales patagónicos son experiencias que atraen a un público sofisticado, amante del silencio y la contemplación. Allí, el lujo no es el barco, sino el paisaje: un escenario donde la naturaleza dicta las reglas y el viajero se rinde ante su grandeza.
Un continente en movimiento
El crecimiento del turismo náutico en América Latina no es casual. Es el reflejo de una tendencia global que busca experiencias más auténticas, sostenibles y personales. GetMyBoat, con su modelo de alquiler directo entre propietarios y viajeros, democratiza el acceso al mar y permite descubrir lugares que, de otro modo, permanecerían invisibles.
Cada travesía se convierte en una historia. Un grupo de amigos que celebra un cumpleaños en una bahía de Cartagena, una pareja que brinda al atardecer frente a Ipanema, una familia que navega los lagos del sur argentino: todas son escenas de una película que tiene al agua como protagonista.
En tiempos donde el turismo busca redefinirse, América Latina tiene en su patrimonio natural un tesoro incomparable. Sus mares, lagos y ríos no solo son recursos: son relatos que invitan a mirar distinto, a viajar con otra conciencia.
El informe de GetMyBoat no solo muestra cifras; propone una mirada. Habla de un continente que empieza a reconocerse en su propia inmensidad acuática, de viajeros que eligen la calma antes que la prisa, el reflejo antes que la selfie.
Navegar América Latina es volver a lo esencial: dejarse llevar por la corriente, escuchar el rumor del agua y entender que, en el fondo, todos buscamos lo mismo —una manera de sentir que el mundo todavía tiene algo por descubrir.

