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Qué es una practica personal de yoga?

Por Gabriela Binello autora de Yoga Personalizado (www.yogapersonalizado.com/).
La respuesta más concreta: es una rutina que no puede ser estandarizada. Está diseñada para realizarse regularmente, incluyendo una combinación de todas o algunas de las herramientas de yoga que fuimos viendo hasta aquí.
La práctica personal de yoga no es otra cosa que una intervención inteligente y apropiada que cataliza la expansión de un potencial dormido o no revelado aún. Ese potencial no es la panacea fantasiosa y mágica que eliminará los obstáculos de la vida del alumno. Es algo mucho más simple y efectivo al mismo tiempo.
“Expandir el potencial” significa reconocer nuestras fortalezas y debilidades, pudiendo individualizar los aspectos internos que aún no hemos desarrollado pero que pueden transformarse en dones. No estamos ha- blando necesariamente de poderes extravagantes, sino de tomar conciencia de poseer, por ejemplo, “un potencial para ser profesor”, “un potencial para cocinar, pintar, bailar, comunicar, etc.”. Cuando eso sucede, hay resonancia con una energía de agradecimiento, de aceptación, de entrega, de liviandad y de fluidez. Desde ese lugar, los obstáculos o desafíos se viven de otra manera.
Por su parte, durante ese proceso de reconocimiento y transformación van apareciendo otros efectos no previstos que, si bien no fueron el objetivo inicial, suman y fortalecen la conexión con la práctica del yoga. Entre ellos: mejor calidad de vida, conocimiento personal e introspección, mejor relacionamiento con el entorno, fortalecimiento de la autoestima y capacidad de superación personal, desconexión con programas de victimización y sufrimiento crónico, etc.
La práctica personal es la consecuencia natural del encuentro entre un alumno que busca un cambio y un profesor con vocación de servicio. Hay decenas de variables y factores que entran en juego para diseñar una práctica, y muchos de ellos pueden ser transmitidos y enseñados de manera simple. Sin embargo, la
selección y disposición de las herramientas así como la elección del momento oportuno para incluirlas, reside especialmente en el arte del profesor. Una práctica personal está formada por un puñado de herramientas sanas, prāṇāyāma, bhāvana, mantra, yantra, etc.- apropiadas para ese alumno en ese momento (esto implica uno o varios objetivos que delimitan la selección). Y esto, a su vez, descansa en una gran capacidad de observación del profesor para distinguir lo propio y lo ajeno.
Como vimos hasta aquí, las herramientas no tienen poderes persé, aisladas del contexto y del alumno. Cada postura, cada modificación sutil de una misma postura, cada descanso, cada sugerencia práctica para cambiar algún hábito de comida o de vida, cada sonido, cada intención, cada respiración, cada silencio, tienen una razón de ser en la totalidad de la combinación final. Y todo esto convive teniendo en cuenta la personalidad del alumno, su historia de vida, su estado de salud, sus hábitos cotidianos, su nivel de energía, sus predisposiciones y gustos, su deseo de transformación, su nivel de confianza y entrega, la etapa de la vida en que se encuentra, entre otros factores.
Aquí es cuando el rompecabezas comienza a tomar forma.
Fundamento de la practica personal: el vinculo
Todo está ya escrito en los sūtras. Como vimos, yoga es eso que une al alumno y al maestro [YS.I.1]. De esa unión surgirá el camino. Pero, ¿qué implica esa unión?
Esa unión no es otra cosa que yoga. Meditación. La fusión del aprendiz y el maestro. Ambos roles seguramente puedan hallarse en una misma persona (la mente externa más ordinaria que aprende de la mente interna más sabia) pero sin dudas, habrá una etapa inicial en donde ambos roles necesitan ser ocupadospor dos personas diferentes: un maestro y un alumno.
¿Y cómo sucede esa meditación entre ambos? El maestro medita en el alumno para poder comprenderlo. Si no lo comprende no puede diseñarle una práctica personal. Meditar en el alumno es aprender a observar lo burdo y lo sutil, los cambios aparentes y los reales; es aprender a separar lo propio (como
profesores) y lo ajeno. Meditar en el alumno depende también en gran medida de cuánto estoy dispuesto a ofrecer como profesor; cómo voy a disponer mi atención y energía para conocer y comunicarme con ese otro ser sabiendo que es único e irrepetible.
La práctica personal de yoga debería atender a todas las dimensiones del alumno,
y eso implica una observación, un conocimiento, un vínculo -por lo menosprofundo.
Es por esta razón que el sūtra nos dice que la experiencia es un requisito esencial para que el profesor sea profesor. ¿Qué tipo de experiencia? La experiencia del yoga. El profesor ya transitó (y continúa transitando) ese camino hacia la meditación.
A su vez, por esta razón, la efectividad de las prácticas personales de- penderá en gran medida del tiempo. Del tiempo del vínculo, del tiempo de experiencias compartidas entre maestro y alumno. Es un proceso que involucra muchos aspectos de ambos lados: capacidad para sostener el diálogo y la comunicación; foco, interés y amor por las enseñanzas; voluntad para transformarse; paciencia, entrega.
Sin embargo, especialmente en un comienzo y aún cuando el alumno es quien busca (a la práctica y al profesor), es el maestro quien tiene mayores responsabilidades a su cargo. Por algo está ocupando ese lugar.
La observación es la piedra angular de esta tradición de yoga y, si bien detallaremos algunos aspectos en este capítulo, vale aclarar que aprender a observar sucede como consecuencia de un trabajo interno. No hay manera de ver al otro si antes no me veo. No hay manera de distinguir cuánto estoy proyectando en el alumno si antes no comprendo los juegos de mi propia mente.
Pero nadie aprende a observar leyendo libros especializados en las señales de las manos, los gestos, los colores de los ojos, la piel, la comunicación, etc. Un buen observador nace como consecuencia de su propia práctica personal. Lo que implica -también- tener contacto directo con un buen profesor que lo esté guiando (su espejo). Así, la red se construye hasta el infinito.
A su vez, el profesor necesita tener los sentidos en alerta para “leer” los cambios sutiles en su alumno. Esto implica ver a cada alumno; comprender que cada persona es diferente de otras, y a la vez diferente con res- pecto a sí mismo con cada cambio [YS.IV.15]. Si el profesor no refina su mente no podrá ayudar.
Si meditar es fusionarse con las cualidades del objeto (para el profesor, “el objeto” es el alumno), observar implica desarrollar cualidades afines a la meditación.
Como profesor, necesito comprender las cualidades de mi “objeto-alumno”. Un buen observador da cuenta de alguien entrenado en meditación. Junto a esas cualidades del observador, también se requiere: – una buena memoria para retener lo observado,
– capacidad para procesar lo que observo,
– saber dosificar la información justa y necesaria en el momento/espacio adecuado.
Se requiere que el alumno confíe en el maestro, en sus enseñanzas y en el proceso.
Y para lograrlo, es responsabilidad del profesor generar un clima de coherencia y verdad entre lo que se propone, se dice y se hace.
Existen algunos buenos ejemplos de vínculos creados a base de conciencia y servicio, y muchos ejemplos de vínculos creados en marcos que no tienen nada que ver con esto. Sin embargo, en este último caso, la experiencia da cuenta de imperios de yoga que crecen y se disuelven por falta de honestidad y abuso de poder.
Como observadores, es importante mantenernos centrados en un camino de introspección y trabajo interno, porque ver da poder. Ser conscientes de esto nos habilita para proponer otra manera, otras maneras.