Cocinar en español, comer en Mandarin

Por Flavia Tomaello, https://flaviatomaello.blog/, Instagram @flavia.tomaello

En uno de los edificios más emblemáticos de la bella Santiago de Chile se preparó por más de dos temporadas uno de los platos fuertes de la hotelería americana. Con ningún antecedente en Latinoamérica desembarcó la cadena Mandarin Oriental en la región.
El trabajo de fundar la esencia Mandarín se ha convertido en un trabajo muy delicado. Hacerlo sobre un hotel que fue icónico y tratar de mantener ese prestigio cambiando su imagen ha sido un gran reto. Según Rodríguez «se ha buscado estar actualizado con respecto a las tendencias: mobiliario moderno, materiales y colores que trasmiten viveza, luminosidad y armonía». El visitante se encontrará con el único hotel de Santiago que cuenta con un jardín dentro de sus instalaciones. Habrá experiencias que no son ostentosas sino de un sereno lujo.
El primer paso importante -ya dado el pasado año- ha sido dado con la elección del chef a cargo del desarrollo gastronómico. La elección recayó en manos de Germán Ghelfi, cordobés, quien se formó en la escuela de cocineros Azafrán, cuando aún la cocina no estaba de moda. Luego incursionó en el mundo de la pedagogía, dictando charlas,  cursos y posteriormente, cocinó para diferentes restaurantes en su ciudad natal. Tiempo después, la vida lo llevó a participar en una competencia de cocina en Buenos Aires,  donde fue descubierto por el  chef ejecutivo del Hilton Buenos Aires, quien sin dudarlo, lo invitó a formar parte de su equipo de banquetes. Así su trayectoria construyó una espiral para arriba… siempre más alto.

Sin hotel de este lado, partir al otro sigue siendo sencillo y económico. Jetsmart une ambas capitales desde 67 dólares por tramo.
Ahora, arribando al nuevo proyecto que lo enfrenta a reinventar una experiencia chilena bajo el prisma de Mandarin, ha logrado imponer un cambio radical afincado en la recuperación de los ingredientes locales, algo de la raíz personal de cada participante de la cocina, como el ravio de la abuela, inspirado en una receta de la suya. Además de haber reinventado el menú de pe a pa, se ha puesto sobre sus espaldas el primer proyecto vitivinícola del mundo para la cadena.
En conjunto con el equipo enológico de Lapostolle, viña franco-chilena dedicada a cepas de clase mundial en el Valle de Colchagua dieron vida al primer vino, en dos versiones, de Mandarín Oriental: MO Carménère y MO Blanc. Dos propuestas que esperan entregar a través de estos vinos un poco de Chile a sus huéspedes.
MO Blanc, el más complejo de los dos, se crea a partir de los viñedos de uvas chilenas varietales Semillón, produciendo un blanco seco y con cuerpo. “Es un vino más bien patrimonial, de parras muy antiguas que se mezclaron con Sauvignon Blanc y Sauvignon Gris para darle un poco más de frescor. Es un vino bastante gastronómico, distinto a otros blancos, porque tiene un dejo a frutas maduras, a miel y a menta. Va perfecto con la cocina de Matsuri”, indica el chef.
MO Carménère, a menudo referido como el tinto preferido de los chilenos, tiene toques de especias y frutas cálidas, maridando en perfecta armonía con la cocina italiana que se ofrece en Senso, restaurant emblemático del hotel. “Este Carménère tiene un toque de Syrah, lo cual le aporta flores y vida. Es muy buen acompañante de pastas y carnes en Senso. Ambos maridan muy bien con la gastronomía del hotel”, indica Ghelfi.
En segundo lugar, luego de la muy buena intención viñatera, el hotel ha despegado impulsado por el ingenio de Ghelfi. Cartas jugosas, un desayuno que incluye arroz con leche y mote con huesillo, propuestas especiales para el brunch de los domingos, que ganan el jardín con el staff de chefs cocinando en vivo, la reformulación del bar El Origen, con un joven barman, Víctor Gómez Romero y el sueño de montar cabañas privadas al borde de la piscina para que el placer gastronómico también se de con los pies en el agua.
Hay mucha energía emergente en el lanzamiento. una efervescencia que se mezcla con la gestualidad oriental de la calma. Una mirada luxury que aprendió sabiamente a no ser nada lujuriosa.