Balmoral Artístico

Por Flavia Tomaello, https://flaviatomaello.blog/, Instagram @flavia.tomaello

El Balmoral de Edimburgo esconde tras esa hermosa fachada una colección de piezas que recorren su historia y la e la ciudad. Al entrar en el vestíbulo, uno sabe que su comprador de arte tiene un gusto exquisito, ya que se encuentra con dos fabulosos lienzos de Callum Innes (n. 1962). Pocas veces se ven en una escala tan grande e impresionante.

Frente al mostrador de facturación hay obras de figuras más importantes del arte británico del siglo XX, como Norman Ackroyd RA (n. 1938) y Patrick Heron CBE (1920-1999). Así que, basándote en lo que ves nada más entrar, sabés que dentro te espera una maravilla.

El resto de la colección sin duda cumple con las expectativas más exigentes. Con tantas pinturas maravillosas expuestas, fue difícil elegir una favorita, pero me impresiona en particular la belleza de un bodegón en la Suite Glamis del hotel. Se trata de una impresionante pintura de la artista Elizabeth Violet Blackadder (1931-2021). Blackadder ha sido una artista escocesa muy apreciada durante más de medio siglo. Primera mujer elegida para las academias Real  Escocesa, fue nombrada dama en 2003 y nombrada pintora y dibujante de Su Majestad en Escocia en 2001. Sin embargo, su talento merece mayor elogio, análisis y atención crítica. En palabras de la propia artista: «No hablo mucho de mi arte». En cambio, siempre ha dejado que su obra hable por sí sola. Esta pintura es un magnífico ejemplo de su sobriedad y demuestra por qué debería ser un nombre conocido.

La pintora y grabadora Blackadder nació en Falkirk. Estudió en el Edinburgh College of Art con William Gillies y fue profesora allí desde 1962 hasta su jubilación en 1986. En 1956 se casó con el también artista John Houston. Era conocida por sus delicadas pinturas de flores, gatos y bodegones; sin embargo, también pintó paisajes y retratos.

Realizada en acuarela, esta era la técnica preferida de Blackadder, ya que su delicadeza se adaptaba bien al tema elegido, así como a la sensación de calma que transmite esta obra en particular. La obra posee todas las características de Blackadder. Su profundo respeto por la cultura japonesa se evidencia en esta pieza, al colocar objetos cotidianos contra planos vacíos. La perspectiva aplanada es otra señal de su sensibilidad hacia la estética japonesa y contribuye a la naturaleza abstracta de la pieza en su conjunto.

La fascinación de Elizabeth Blackadder por Japón comenzó de niña, cuando un tío le trajo recuerdos de un viaje. Le encantaba el estilo minimalista y la pureza del diseño. De adulta, visitó Japón con regularidad y se enamoró del uso del espacio en el arte, admirando tanto el proceso de «dejar fuera» como el de «meter dentro». En la década de 1980, la obra de Blackadder se inspiró cada vez más en el arte y las tradiciones culturales japonesas, como se aprecia en esta pintura, fechada en 1981. Por aquella época, también empezó a utilizar papel japonés para realzar el efecto general. Su estudio estaba lleno de objetos como abanicos, kimonos e instrumentos musicales que recogía en sus viajes. Tan coleccionista como artista, muchas de sus pinturas parecen estar inspiradas y estimuladas por una profunda curiosidad por el mundo que la rodea. Por lo tanto, la Suite Glamis del Balmoral parece un lugar perfecto para alojarse, donde visitantes igualmente curiosos pueden explorar una de las capitales culturales más importantes del mundo.