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Brindar en El Ritz

Por Flavia Tomaello, https://flaviatomaello.blog/, Instagram @flavia.tomaello

Hay lugares donde el tiempo parece detenerse para rendir homenaje a la belleza. En Londres, ese sitio lleva un nombre que evoca historia, refinamiento y un modo de celebrar que trasciende las estaciones: El Ritz. Cada fin de año, este ícono de Piccadilly se viste de oro, luz y tradición para recibir la Navidad y el Año Nuevo con un despliegue que roza lo escenográfico, sin perder nunca su espíritu íntimo, casi familiar.
Basta cruzar la puerta giratoria para que el bullicio londinense quede atrás. Un perfume a canela, clavo de olor y pino fresco recibe a los huéspedes, mientras las notas del piano llenan el aire. Los mayordomos, impecables en su discreción, acompañan el ingreso con una sonrisa que parece heredada de otra época. En el gran hall, un árbol de Navidad majestuoso —más cercano a una instalación artística que a una simple decoración— domina la escena. Sus luces se reflejan en los espejos franceses, multiplicando el resplandor de un ambiente que es pura elegancia.
Durante diciembre, El Ritz London despliega su magia en una sucesión de celebraciones pensadas para quienes entienden que el lujo auténtico no se mide en ostentación, sino en el arte de cuidar los detalles. La experiencia comienza con la Christmas Stay, una estadía diseñada para envolver a los visitantes en la atmósfera más clásica de la temporada. Desde las medias colgando en la suite —rellenas con obsequios del hotel— hasta los desayunos servidos con vistas a Green Park, todo está concebido para que el espíritu navideño se sienta sin necesidad de palabras.
El 25 de diciembre, las campanas suenan más dulces en el Restaurante The Ritz, donde la Christmas Day Dinner se convierte en una celebración del gusto y la memoria. El chef ejecutivo ha preparado un menú que honra los sabores tradicionales británicos: pavo asado con trufa negra, pudding navideño flameado con brandy, verduras glaseadas y salsas que equilibran con sutileza el dulzor y la frescura. Cada plato se acompaña con vinos seleccionados especialmente por el sommelier de la casa, que ofrece un recorrido sensorial por las mejores regiones de Europa. Todo sucede al ritmo pausado de un quinteto que interpreta villancicos con delicadeza de cámara.
Pero la Navidad en El Ritz no concluye con la cena. El 26 de diciembre, el hotel celebra el Boxing Day Dinner, una tradición muy británica que prolonga la alegría en un ambiente más relajado, aunque igual de sofisticado. Los salones se llenan de risas, las copas de champagne se entrechocan y la música invita a quedarse. Es una jornada pensada para compartir sin premuras, donde la etiqueta se suaviza, pero el encanto permanece intacto.
Con el cambio de calendario, llega uno de los momentos más esperados: la Noche de Año Nuevo en The Palm Court, el corazón palpitante del Ritz. Este espacio, célebre por su Afternoon Tea, se transforma en una sala de ensueño para despedir el año. Las mesas vestidas de blanco y oro, los candelabros que lanzan destellos sobre los cristales, la orquesta en vivo que acompaña el paso de los platos, las parejas que se dejan llevar por el vals antes del brindis de medianoche. Todo está dispuesto para vivir un rito que combina el glamour de otra era con la emoción del presente. Cuando el reloj marca las doce, el sonido de las copas se confunde con los aplausos. Londres, al otro lado de las ventanas, celebra su propio espectáculo de fuegos artificiales, mientras dentro del Ritz el tiempo parece suspenderse entre el eco del brindis y el deseo silencioso de un año nuevo mejor.
El New Year’s Day Celebration, el almuerzo del 1° de enero, ofrece una bienvenida serena al nuevo ciclo. La luz invernal entra tamizada por los cortinados, el aroma del café recién molido se mezcla con las notas de un trío de jazz, y los comensales disfrutan de un menú que es casi una poesía gastronómica: salmón ahumado de Escocia, soufflé de queso inglés, rosbif con gravy y verduras de temporada. Es el momento de las charlas tranquilas, los encuentros sin prisa, la certeza de haber empezado el año en el lugar exacto donde la elegancia sigue teniendo sentido.
Más allá de las celebraciones, The Ritz Shop extiende el encanto del hotel a quienes desean llevarse un pedazo de esa experiencia. Su boutique ofrece tés y blends exclusivos, velas aromáticas, mantelería de lino, vajilla de porcelana y artículos que transforman cualquier casa en un pequeño homenaje a la tradición británica. Cada pieza lleva la impronta del hotel: un equilibrio entre la distinción y la calidez, entre lo clásico y lo contemporáneo.
El Ritz no se limita a ofrecer una estadía, sino que propone un viaje emocional. En sus pasillos, donde alguna vez se alojaron artistas, diplomáticos y escritores, cada detalle parece contar una historia. Es un lugar que recuerda que la elegancia no pasa de moda y que, incluso en un mundo acelerado, todavía existen refugios donde el tiempo se detiene para celebrar lo esencial: la belleza, la compañía, la gratitud.
Quienes eligen pasar las fiestas allí no buscan simplemente lujo, sino una forma de habitar el instante con gracia. En cada copa alzada, en cada nota del piano, en cada mirada compartida, hay un mensaje: la tradición no es pasado, sino una manera de seguir creyendo en la armonía.
Así, mientras el año se apaga y otro comienza, El Ritz vuelve a cumplir su promesa. Bajo sus techos dorados, entre reflejos de cristal y melodías suaves, Londres se vuelve una postal eterna del arte de celebrar.