«Pasito a pasito, suave suavecito, nos vamos pegando, poquito a poquito», repite seis veces la hermosa canción del puertorriqueño Luis Fonsi, que se canta en el mundo entero a mediados de 2017, como si su autor hubiera deducido que, así como se va formando el verdadero amor: «despacito», una combinación tan bella de letra y música activa repetidamente los sistemas emocionales y de recompensa del cerebro, afianzándose en las redes neuronales.
¿Cuánto tiempo permanece un hit en la memoria? No lo sabemos. Al igual que el amor, puede durar meses, años, el tiempo que dure una generación completa, o un verano.
Lo relevante es que hay uno o varios segmentos etarios que la disfrutan masivamente dado el gran potencial de esta canción para generar endorfinas (las conocidas hormonas de la felicidad).
Es suficiente con observar la expresión de placer de quienes la escuchan, la cantan o la bailan para entender este fenómeno, que se está expandiendo a nivel global.
En ese sentido, y al margen del contagio social, un hit puede compararse con una adicción benigna porque activa centros cerebrales similares a las drogas, como los asociados al placer y la felicidad, sin embargo, es posible salir de ella con rapidez (quizá cuando aparezca otro hit).
En el ámbito de las neurociencias se han realizado muchísimas investigaciones sobre el impacto de la música que responden a una gran variedad de objetivos, desde explicar cómo funciona el cerebro de los genios, como Mozart, hasta definir qué género es mejor para que los conocimientos se fijen en la memoria mientras se estudia.
En el caso del Pop, al que pertenece Despacito, resulta muy interesante recurrir a un estudio de la Universidad Emory (Atlanta), publicado en Journal of Consumer Psychology.
Este estudio reveló que un escaneo del cerebro de los adolescentes anticipa lo que puede ser un éxito o un fracaso y que, del mismo modo, se puede escanear el cerebro de personas de otras edades para ver qué ocurre en sus redes neuronales mientras escuchan determinado tipo de música.
Aunque a simple vista parezca complicado, en la práctica no lo es: según qué zonas del cerebro se activen y cuáles permanezcan inactivas, podemos saber con un alto grado de certeza si la canción gusta o no.
Lo relevante es no fallar en la selección, de hecho, los integrantes de estas investigaciones deben pertenecer a una muestra que sea representativa del segmento bajo estudio.
Este gran avance en la aplicación de las neurociencias tiene como beneficiarios no sólo a los cantantes, que podrían saltar rápidamente a la fama, sino también a las compañías discográficas, que se han perdido negocios redondos por descartar erróneamente grandes talentos.
Por ejemplo, si al escuchar una canción se activa el núcleo caudado (una estructura que se ubica en las profundidades del cerebro y termina en el cuerpo amigdalino, que es el centro emocional), sabemos que quien la escucha la está disfrutando. Dado que ello genera un aumento de dopamina (el neurotransmisor asociado a estados de placer y felicidad), lo que se escucha se fija poderosamente en la memoria, como el imán y el metal que menciona «Despacito» en uno de sus estribillos (‘tú eres el imán y yo soy el metal»).