Como una obra premiada

 



Hay una joyita catalana con tradición y fama. Sabores de tradición, con ese aroma a casa y belleza de la buena. Ese es el rincón de El Casal de Catalunya en San Telmo.

Hoy que el teatro no acompaña como debiera, la Casa de Catalunya se escabulle en un zaguán que oculta uno de los secretos mejor guardados para los amantes de la cocina española. Al ladito del Margarita Xirgu, una increíble Paella o probar su delicioso Cochinillo. Ofrece ricas raciones de comida catalana como sus imperdibles piquillos. Un lugar que refleja las costumbres españolas en sus platos mismos.
El edificio fue construido por don Luis Castells y Sivilla, en el año 1886. La sala de biblioteca, el restaurante, la escalera de honor y la característica fachada, datan de 1909, fecha en que se realizaron las primeras reformas importantes que procuraron respetar el lenguaje arquitectónico original derivado del modernismo catalán. Nuevas reformas tuvieron lugar entre 1928 y 1936, pero esta vez se adoptaría un estilo neogótico en versión barcelonesa. Aún hoy, los interiores de esta fabulosa obra muestran detalles medievales y modernistas en las carpinterías, los capiteles de las columnas, en los vitrales y cielorrasos.

El espacio está situado en el barrio histórico de San Telmo de la ciudad de Buenos Aires. Se encuentra en el interior del edificio que fuera centro de distintas entidades de la colectividad catalana en Buenos Aires. El lugar representa una verdadera muestra de la tradición histórica de la arquitectura de esa región española. Desde la década de los sesenta, la sala teatral del Casal de Catalunya, lleva el nombre de Margarita Xirgu, en homenaje a la actriz catalana, quien supo contribuir con su gran temperamento dramático y capacidad creadora al enriquecimiento cultural de los países hispanoamericanos. 
El Casal es una joya especial.  Cerca de la entrada, se ubica el bar, debajo de un maravilloso vitreaux de 1880 que acompaña la escalera de honor del histórico edificio. Allí, las especialidades son las tapas: callos, pan tumaca, boquerones e infinidades de autenticas tapas que nos harán sentir por momentos como en Barcelona. El restaurant ofrece «cuina» catalana. Baten récords los cochinillos, que consiguen pequeñitos –de tres meses– y cuecen como en los antiguos hornos de Segovia, crocantes y tiernos. Algunas de las especialidades catalanas, de mar, huerta y montaña, con sus típicas salsas, como el alioli (algo similar a la mayonesa, de ajo y oliva), la salsa romesco (aderezo a base de pimiento, almendra, pan frito, ajo y perejil), la «picada» (una mezcla de numerosos ingredientes machacados en un mortero), el sofrito (tomate y cebolla) y la samfaina (dados de vegetales salteados en aceite de oliva). Pero lo mejor viene después, un festival de postres: crema catalana quemada, mel i mato, flan de naranjas, brazo gitano con crema de chocolate y granita de cava y Patxarán. La cocina está a cargo de Yanina Andreani, Damián Cicero y Mauro Gentile, un trío de jóvenes que se conocieron por pertenecer a la brigada del Chef Catalán Joan Coll.
Es momento de celebrar el talento local. De volcarnos a recuperar a nuestros vecinos de los tiempos funestos. Mantener la sonrisa, y para mi, si es con tortilla, imposible que se borre.