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De Maula, sólo el nombre

Por Flavia Tomaello, https://flaviatomaello.blog/, Instagram @flavia.tomaello



Las tradiciones nacionales siempre cuecen una realidad paralela. Esa que nos hace encontrarnos argentinos en cualquier lugar del mundo, Te mirás, ecuchás un “che” y ya entendiste todo. Más allá de los vericuetos propios de cada identidad, el lunfardo es una apropiación nacional de construcción de identidad argentina a partir del crisol de culturas (y por qué no, sabores). De allí nace “maula”, un vocablo que reúne bajo su concepto a la persona perezosa y poco cumplidora de sus obligaciones, tramposa o que engaña.
Mis amigos, que tenían Le Bouchon, ahora no traicionaron los orígenes y dieron vida a Maula, donde aquello de las definiciones, queda sólo es el lindo sonido de la palabra. Porque dentro hay concepto de rotisería (con su respectivo take away) y le sumaron servicio a la carta. 
Abrieron hace poquito por Palermo, cerca del shopping, con una propuesta de cantina y vermutería. Te podés acercar a tomar vinos, vermut, algún que otro trago del día, con platos clásicos porteños como milanesas (¡que no falten porque me pierden!), papas a la provenzal (una tradición que se pierde en la memoria), osobuco (el astro de las abuelas), guiso de lentejas (para calentar los corazones de los días tristes)…
Para las almas vegetarianas (o los que tienen ganas de darse una panzada fuera de la carne), esperan buñuelos, empanadas de verdura, humita, acusai especiado con yogur natural hecho por ellos mismos, croquetas de puerro que son un suspiro…
Alma de bodegón porteño reversionado, que le dieron a la vanguardia una vueltita de tuerca. 

Eligen productos orgánicos porque decidieron darle prioridad a los ingredientes. Se autodefinen como una rotisería y una cantina de producto, que reúnen proveedores que apuestan a lo artesanal. Para los embutidos cuentan con la asistencia de Fernando Mayoral, los de la huerta son de «La Anunciación”. Su trabajo con productores intenta generar trazabilidad. Estar en el producto lo más presente posible, Y de lo demás se encargan con mano propia: ricota, fermentos, yogures son producidos en Maula, con el cariño del que cuece en casa.

A sus clásicos, suman una carta estacional también, que van modificando según la producción de la cosecha y que suma propuestas del día. Todas las jornadas sorprenden con algo, con un plato distinto que tiene como objetivo acercar el producto de estación que por ahí no se ve en cualquier verdulería. Chistorra con un puré de coliflor, ñoquis de topinombur, puré de pastinaca…

Están de lunes a viernes en dos turnos: mediodía y noche. Abren de las 10 de la mañana a las 4 de la tarde y a la noche de 7:30 al cierre. Los sábados sólo al mediodía. 

Maula edifica el espíritu de la cocina de la abuela. Ese concepto que te abría el apetito con el aroma, que te sorprendía con el nombre de lo que había cocinado luego de que lo probaste (para que lo hicieras sin prejuicio), que se inspira en las propuestas del mercado y que no repite, que encuentra cada vez que se topa con un ingrediente una nueva mejor de hacerlo para su mesa. Dejá que Maula te engañe con sus bellezas.