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El mito del yogur griego


Por Andrea Jatar, creadora de Viandas a la Olla, www.viandasdelaolla.com

Desde que aparecieron en las góndolas los yogures griegos comencé a preguntarme cuál era la diferencia con el yogur que mi mamá hacía desde siempre. Por falta de tiempo me quedaba con la incógnita. ¿Qué tendrá el yogur griego? Una vez lo compré y lo único distinto que detecté era su consistencia. Tanta historia marketinera me hizo desconfiar de mis instintos e ir a investigar un poquito más. Y hete aquí mi sorpresa, aunque cada maestrito con su librito, que se hace con leche entera, con descremada, que se le agrega crema, con leche de oveja, con leche de cabra, con la leche que quieras, que nada en especial, en fin. Intríngulis dilucidado, la base es la misma que la de cualquier yogur, sólo que hay que sacarle un poco de suero para lograr que quede con una consistencia a mitad de camino entre el yogur recién hecho y el labneh (o yogur tipo queso crema que me enseñó mi mamá).

Lo cierto es que el yogur griego (porque a partir de ahora así lo llamaremos al yogur un poco más espeso) es ideal en la cocina para preparar salsas o dar consistencia a los guisos. Así que vamos primero a elaborar el yogur griego.

Para comenzar hay que preparar el yogur natural y luego filtrarlo en una bolsa de tela de algodón de trama fina (esto se hace durante un par de horas). Para finalizar, se lo envasa en una botella bien limpia y que se pueda tapar. Así de fácil.

Ahora, ya se lo puede usar en una rica salsa griega de yogur con ajo, ideal para aderezar ensaladas o pescados crudos o cocidos. También es ideal para lucirse con una receta que tenga una base de carne y este yogur sea la salsa, como el cordero asado con arroz y yogur.