El pintor de la usura

 



La primera exposición monográfica dedicada a Marinus van Reymerswale abre sus puertas en el Museo Nacional del Prado

El Museo Nacional del Prado presenta la primera exposición monográfica dedicada a Marinus van Reymerswale, el enigmático pintor de Zelanda (Países Bajos). Hasta ahora, sus obras solo se habían mostrado en exposiciones colectivas sobre el arte y el desarrollo de la pintura de género en la primera mitad del siglo XVI en Europa y en los Países Bajos, a pesar de que este artista fue precisamente uno de los representantes más significativos de ese nuevo tipo de pintura.

El Prado posee cinco pinturas atribuidas a Marinus, lo que le convierte en el museo que atesora un mayor número de sus obras y, por tanto, en el más capacitado para preparar esta muestra. Todas ellas se han restaurado y estudiado en profundidad para ser exhibidas junto con importantes préstamos nacionales e internacionales, algunos de los cuales se presentan por primera vez en España.

La exposición propone una mirada distinta sobre la obra de Marinus van Reymerswale, al contextualizar esas pinturas del Prado que hace algo más de 150 años fueron el punto de partida del redescubrimiento del artista. Se ofrece así al visitante la oportunidad de una nueva apreciación de la imaginería del pintor y de sus logros artísticos.

Marinus inició su carrera en Amberes. A principios del siglo XVI la ciudad se convirtió en un floreciente centro mercantil que atrajo a viajeros, comerciantes y artesanos de toda Europa. Sus redes comerciales se desarrollaron rápidamente, y los artistas desempeñaron un importante papel en ese emergente mercado internacional. Nuevos temas pictóricos, junto a innovadores métodos de producción y colaboración entre pintores, convirtieron la metrópoli del norte en un productivo foco artístico. Marinus, el pintor de la cercana Reymerswale, a donde regresó antes de 1531, fue uno de los primeros en adaptarse a esa creciente demanda de pinturas con asuntos a la vez novedosos y populares.

Hubo de tener también conocimientos de cartografía, pues tras la inundación de San Félix, que devastó su ciudad en 1530, le encargaron la elaboración de un mapa que reflejase los daños sufridos en la región, destinado a María de Hungría, gobernadora de los Países Bajos. La solicitud de pago de esta comisión es la única prueba documental que atestigua que Marinus vivió en Reymerswale. Hacia 1540 se instaló en Goes, donde probablemente murió entre 1546 y 1556.

Marinus se especializó en una reducida variedad de temas. Sus imágenes de san Jerónimo, abundantes en su producción, se inspiran en obras de Alberto Durero, quien había visitado Amberes en 1521, y sus cuadros sobre la Vocación de san Mateo se encuentran entre los primeros de este asunto en el siglo XVI. Por otro lado, sus escenas de género, relacionadas principalmente con el comercio del dinero, se han entendido a menudo como la representación de comportamientos humanos pecaminosos vinculados a la usura. Sin embargo, el pintor introduce en ellas elementos contemporáneos que reflejan los cambios económicos de la época y que parecen cuestionar la visión negativa que tradicionalmente se ha tenido de los personajes representados.

En busca de nuevas interpretaciones

Es posible que los historiadores italianos Lodovico Guicciardini (en 1567) y Giorgio Vasari (en 1568) se refiriesen a Marinus cuando mencionaron en sus tratados a un cierto “Marino de Sirissea”. Carel van Mander, el primer biógrafo de los artistas holandeses de los siglos XV y XVI, que no tenía un conocimiento directo de sus obras, demostró poco aprecio por el pintor en su Schilder-boeck (Libro de los pintores, 1604), algo que se mantuvo en la historiografía artística temprana. Habrá que esperar a la segunda mitad del siglo XIX para su redescubrimiento y estimación, en la que desempeñaron un papel crucial las pinturas del Museo del Prado.

Marinus utilizó composiciones desarrolladas por los artistas contemporáneos de más fama, como Quentin Massys, para crear nuevos temas. Asimismo, empleó métodos de trabajo innovadores para responder a la demanda del creciente mercado artístico y de una nueva clientela. Al contrario que otros talleres, que se dedicaron a pintar imágenes devocionales, la producción de Marinus, que se caracteriza por un alto grado de profesionalidad y especialización, se centró casi exclusivamente en temas profanos o semiprofanos.

El asunto de mayor éxito, el llamado “el cambista y su mujer”, parece ser una reflexión sobre el mundo financiero de la época, que cambiaba rápidamente y ofrecía tanto nuevas oportunidades como riesgos imprevisibles. Dado que la Iglesia censuraba cualquier trato con el dinero, estas pinturas se han interpretado a menudo como una plasmación de ese juicio negativo. Sin embargo, Marinus no parece suscribir del todo esa crítica, sino que se centra en representar a esos personajes y su correspondiente actividad. De este modo, estos supuestos cambistas –más probablemente tesoreros, recaudadores de impuestos y mercaderes– también aparecen como lo que eran, funcionarios de unas estructuras administrativas bien organizadas y reguladas. Por lo tanto, se puede sugerir un enfoque más matizado y profano: en lugar de mostrar imágenes de la usura, Marinus parece advertir contra el comportamiento ilícito en los puestos de poder de la administración financiera.
En un proceso que se había iniciado a comienzos de la Edad Moderna, Europa vivió durante la primera mitad del siglo XVI un rápido desarrollo de las estructuras económicas, lo que provocó una profunda transformación de la sociedad. El comercio con dinero se convirtió en un factor decisivo de prosperidad y progreso, aunque fue muy criticado en textos moralizantes y satíricos. En la época de Marinus, la regulación de las transacciones monetarias ya había evolucionado hacia estructuras administrativas complejas controladas por funcionarios.
Los cambistas, que existían desde el siglo XIII, se convirtieron pronto en símbolo de la usura y la codicia. A menudo se les representaba con prendas extravagantes o anticuadas, como los tocados que aparecen en las obras de Marinus. El pintor combinó esas indumentarias estrafalarias, que procedían de una tradición anterior, con elementos contemporáneos, como monedas y multitud de libros y papeles con textos sobre asuntos fiscales y legales. De esta manera, el pintor transformó unas imágenes que se consideraban un reflejo de actividades negativas en cuadros que no hacían sino referirse a la realidad de los cambios que se estaban produciendo en el dinámico mercado financiero de su época.