,

La verdadera transformación

Por Gabriela Binello autora de Yoga Personalizado (www.yogapersonalizado.com/).
Patánjali, quien sistematiza al “Raja Yoga” en su yoga sutras (500-800 años AC) va a decir que nuestra capacidad de transformación es consistente con nuestra naturaleza intrínseca (dharma, svabhāva o svarasa) y con nuestras cualidades esenciales (jātyantarapariṇāmaḥ prakṛtyāpūrāt). La transformación es un re arreglo de aquello que ya traemos en nuestro interior (y no de algo que me es “inoculado”) que se va a expresar de una nueva forma, respetando nuestra naturaleza esencial.
Concretamente, está hablando de la capacidad de la materia para transformarse; lo “exterior” va a cumplir su rol como una interferencia o por el mero paso del tiempo, pero cuando ocurra sucederá a todo nivel, impregnando todo el sistema (āpūrāt).
Comprender esto es la clave para entender que poseo un tesoro que desconozco entre mis cualidades, pero que mi transformación no va a ser más que un re arreglo de eso que “ya soy”. Al principio, este proceso va a seguir pasos secuenciales, encadenados, pero después ya no seguirá un lineamiento predecible. Así, la transformación será total. No se destruye nada sino que se reacomoda todo. El objeto de la meditación despertará y hará vibrar esos potenciales que tenía dormidos.
La intervención inteligente: el rol del maestro
¿Qué necesitamos para que se produzca este re-arreglo? Una intervención inteligente y sutil (nimittamaprayojakaṁ) [YS.IV.3]. Si nosotros pudiéramos ver claramente aquello que necesitamos, el problema de la percepción y el sufrimiento estaría resuelto. Pero para que la intervención catalice mi transformación tiene que ser lo suficientemente inteligente como para decidir por dónde, cómo y cuándo actuar. Ése es justamente el rol de quien guía.
¿Pero por qué no puedo elegir yo mismo el objeto o la herramienta de meditación y/o transformación? Porque la mente funciona atrayendo hacia sí misma lo que ya tiene, repitiendo los programas que ya cono- ce (smṛti-saṃskāra). Es muy frecuente que una persona detenida en su conexión con el cuerpo solo elija āsanas para trabajar en yoga. O que una persona más letárgica físicamente quiera solo trabajar en quietud. O que una persona muy rajásica (exceso de la guṇa rājas: activación, movi- miento) elija herramientas que abunden en movimiento y acción. El que guía tiene que poder reconocer estas diferencias, casi como si su objeto de meditación fuera el alumno, para impulsar una transformación positiva de manera sutil y eficiente. La metáfora que usa Patánjali es la de un granjero construyendo pacientemente rampas para que el agua llegue a todos los rincones
de su campo (varaṇabhedastu tataḥ kṣetrikavat) [YS.IV.3]
El vinculo maestro-alumno
La única manera de que el guía tenga esta posibilidad de intervención reside en un vínculo con el alumno tan intenso como bien intencionado. Es una conexión muy profunda que se establece de corazón a corazón (asmitāmātrāt) [YS.IV.4]. Por supuesto, Patánjali no plantea imágenes edulcoradas de corazones y su universo
simbólico, sino que refiere indirectamente a citta.
Es un vínculo meditativo lo que conecta al alumno con su maestro, en donde éste último tiene una responsabilidad mayor porque está en el rol de guía y ya recorrió el camino (nayaka citta). Algunos comentadores de este sūtra se refieren a que el guía no es otro que la mente más sabia que reside adentro de cada uno de nosotros, y no necesariamente una persona de afuera. En cualquier caso, la conexión es “atha”, ese primer sūtra que daba inicio a algo completamente nuevo y transformador.