Mi último viaje por Asia

Por Flavia Tomaello, https://flaviatomaello.blog/, Instagram @flavia.tomaello

Recorrer destinos es una cuestión de actitud. El viajero empedernido lo hace desde diferentes focos. Cuando los vuelos escasean y las posibilidades se limitan, encontrar una mixtura nacional de la genunia gastronomía asiática con tintes de espíritu neoyorquino llena el pasaporte de experiencias. Señoras y señores, bienvenidos a Koi Dumplings.

Había una vez, hace mucho tiempo, durante el reinado de la Dinastía Han, entre en año 25 y el 220, un doctor llamado Zhang Zhongjing quien viiajó de vuelta a su ciudad natal en el Condado de Nanyang. Al llegar allí él encontró a la gente sufriendo de una epidemia de tifoidea y muriendo de hambre y frío. De hecho, el clima era tan frío que muchos tenían sus orejas quemadas por el congelamiento. Este doctor hizo una mezcla de carnero, pimienta cayena y una medicina especial y la envolvió en una masa en forma de oreja. Estos dumplings que creó fueron dados a la gente que se estaba muriendo de hambre y cuando llegó el Año Nuevo, no sólo se habían salvado de la tifoidea sino que también sus heridas en las orejas se curaron. La fama de este doctor se volvió legendaria y por eso su invento se convirtió en una adición favorita a la dieta china.
De la fusión de dumplings, ramen (un plato japonés de caldo y fideos) y buns  (una especie de panchos de Taiwan) o baos (un bollo chino cocido al vapor con diferentes rellenos) con un sello nacional de autor, surge la oportunidad de un exquisito viaje culinario que ahora llega a casa.
Como un recorrido por las antípodas, con altísima calidad y variedad, con espíritu de respeto por los orígenes y con un bello toque de aire clásico de Nueva York,  Koi Dumplings permite experimentar un recorrido por el street food asiático, con elaboración propia de primera calidad, cuando el coronavirus lo permite, también macerado en su bello local, junto a la mejor selección de cervezas artesanales y tragos en un espacio con buena música.
Una sopresa tentadora, para reconfortar el espíritu carente de horas de vuelo, y llenar de experiencias la vida gastronómica, recuperando sabores intangibles de exquisita sofisticación.

Recorrer destinos es una cuestión de actitud. El viajero empedernido lo hace desde diferentes focos. Cuando los vuelos escasean y las posibilidades se limitan, encontrar una mixtura nacional de la genunia gastronomía asiática con tintes de espíritu neoyorquino llena el pasaporte de experiencias. Señoras y señores, bienvenidos a Koi Dumplings.

Había una vez, hace mucho tiempo, durante el reinado de la Dinastía Han, entre en año 25 y el 220, un doctor llamado Zhang Zhongjing quien viiajó de vuelta a su ciudad natal en el Condado de Nanyang. Al llegar allí él encontró a la gente sufriendo de una epidemia de tifoidea y muriendo de hambre y frío. De hecho, el clima era tan frío que muchos tenían sus orejas quemadas por el congelamiento. Este doctor hizo una mezcla de carnero, pimienta cayena y una medicina especial y la envolvió en una masa en forma de oreja. Estos dumplings que creó fueron dados a la gente que se estaba muriendo de hambre y cuando llegó el Año Nuevo, no sólo se habían salvado de la tifoidea sino que también sus heridas en las orejas se curaron. La fama de este doctor se volvió legendaria y por eso su invento se convirtió en una adición favorita a la dieta china.
De la fusión de dumplings, ramen (un plato japonés de caldo y fideos) y buns  (una especie de panchos de Taiwan) o baos (un bollo chino cocido al vapor con diferentes rellenos) con un sello nacional de autor, surge la oportunidad de un exquisito viaje culinario que ahora llega a casa.
Como un recorrido por las antípodas, con altísima calidad y variedad, con espíritu de respeto por los orígenes y con un bello toque de aire clásico de Nueva York,  Koi Dumplings permite experimentar un recorrido por el street food asiático, con elaboración propia de primera calidad, cuando el coronavirus lo permite, también macerado en su bello local, junto a la mejor selección de cervezas artesanales y tragos en un espacio con buena música.
Una sopresa tentadora, para reconfortar el espíritu carente de horas de vuelo, y llenar de experiencias la vida gastronómica, recuperando sabores intangibles de exquisita sofisticación.