No tengo duda

Por Gloria Latorre, autora de “Educación emocional temprana», ed. Albatros.

Caminaba por la plaza frente a mi casa (que descubrí y valoré por la pandemia) y pasaron por mi costado una chiquita de 4/5 años en una bici con su papá acompañándola y corriendo a su lado. Ella era un sol, con su casco y bici rosa, mientras iba conversando locuazmente con su papá . Sin querer se me hizo un flashback del año.

No tengo duda que los padres en esta pandemia quisieron que sus hijos encontrarán su lugar para jugar y para aprender. Tuvieron que ser muy creativos con los recursos que tuvieron. Fueron maestros y animadores. Se arremangaron con ferocidad.

No tengo duda que la mayoría de los maestros se esmeraron para enseñar de la mejor manera, tratando de estimular y contener a cada uno de sus alumnos. Con la conectividad que tenían y con los conocimientos en tecnología con los que contaban.

No tengo duda que a la mayoría nos ocupó y preocupó el mundo emocional de los chicos.  Cuando hablamos de la infancia, padres, docentes, comunidad educativa, profesionales, todos queremos cuidar ese espacio de ilusión creatividad, emociones y aprendizaje que la caracteriza. Es la etapa de la curiosidad,  es probar, sin miedo a equivocarse porque no se aprende sin error. Espontaneidad, ilusión, magia, movimiento, puro deseo. Todo esto estuvo muy magro en la pandemia.

También no tengo duda, por acompañar desde hace 35 años a padres y comunidades educativas, que no saben cómo se bajan todas estas premisas a la realidad concreta de todos los días.

¿Cómo favorecer este período de la vida?  ¿somos adultos que generamos vínculos de confianza donde cada hijo, cada alumno se siente validado para sacar su luz?

Se escucha mucho por estos días el concepto de educación emocional, pero bajo ese paraguas hay una gran mezcla de conceptos. Aunque lo más importante de todo es que los adultos, que somos modelo en educación, porque así se aprende, de modelos, no hemos sido educados emocionalmente. Con lo cual ¿qué modelo ofrecemos?

A veces favorecemos sólo lo cognitivo y estamos muy lejos de saber cómo enseñarles de qué se trata su mundo emocional, porque nosotros tampoco sabemos de qué se trata el nuestro.

Necesitamos revisar, escuela y familias. Porque tampoco tengo duda que ¨de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno¨.  Para poder darles una educación emocional que los haga competentes en la vida, desarrollando una mirada positiva y valiosa de sí mismos, para superar los desafíos que se les presente, familias y educación tiene que dar un giro sustancial y tomar muy enserio la educación emocional.