Por amor a la cabra

La sutilesa grandiosa que desborda en su sabor se despliega en una gama de productos que derriba la idea de que sólo existe el genérico. En La Huerta Tambo hicieron de la cabra un animal de adoración.
El queso de cabra fue el primer queso conocido. Desde hace mucho tiempo, se cría la cabra por su leche, su carne, su piel e incluso su pelo, que sirve para confeccionar pinceles. Su leche se utiliza como sustituta de la leche materna. Los pastores nómadas vivían en función de sus rebaños de cabras.

Los primeros quesos de cabra datan de 7000 años antes de Cristo, cuando el hombre prehistórico comenzó su sedentarización. A lo largo de la civilización greco romana, la cabra se adaptó bien a los paisajes áridos de la cuenca mediterránea.  Las cabras llegaron al sur de la Galia, mucho antes que los romanos.
En la Edad Media, los quesos de cabra servían de moneda de cambio y alimentaban a los peregrinos en los caminos de Santiago de Compostela. Desde 1895 algunas regiones de Francia se convirtieron en productoras de quesos de cabra.
Gracias a las diferentes razas de cabras, recetas y maduraciones, se desarrollaron quesos con características específicas. Actualmente existen unos 120 tipos de quesos de cabra de todas las formas y sabores.

La cabra propia
En La Huerta Tambo se apiñó una familia que desde 2016 se lanzó al desafío de elaborar quesos de cabra en un lugar emblemático por su riqueza geográfica y patrimonio cultural: La Quebrada de Humahuaca, Jujuy, Argentina.
Buscaron lograr el balance justo entre las antiguas tradiciones de su tierra y la moderna tecnología, para ofrecer alimentos ricos y saludables, elaborados totalmente con  pura leche de cabra.
Allí saben de la universal concientización acerca de los beneficios de una alimentación saludable. Creen que sus productos, cuyos diarios procesos de elaboración se basan en estándares internacionales y prácticas sustentables, responden plenamente a esta nueva realidad alimentaria.
Con espíritu gourmet crearon versiones fabulosas de sardo, provoleta, semiduro, criollo con pimienta, con albahaca, orégano o con ají, el criollo clásico… y la gran apuesta del dulce de leche solo y con chocolate.
Hay ganas de hacer historia con a humildad de la Quebrada y la imonencia de su inspiración.