Ser lo que promete

Por Flavia Tomaello, https://flaviatomaello.blog/, Instagram @flavia.tomaello

Las empanadas argentinas son un gran campeonato que se juega entre provincias. Para qué perderse en esas deliberaciones, si es mejor darle gusto al paladar con lo mejor de cada sitio. Si de firme origen tucumano se trata hay que probar Los Tucumanos Ruiz.

Aún en medio de la pandemia hay identidad común en las mesas argentinas de abrazos compartidos y creación colectiva es la empanada. Hay un lenguaje de fronteras dentro que se lee en el esculpido de cada una.
Los que investigaron dicen que la empanada debe su origen en una práctica que los mineros ingleses importaron a nuestro país. Ellos tenían la práctica de realizar pasteles que encerraran los ingredientes que les permitía comer variado sin que los elementos se perdieran. Los primeros hacedores de los cornish pasties, así los llamaban fueron los  mineros ingleses de Cornwall. Sin embargo los tucumanos aseguran que la tradición se remonta a la época de los conquistadores y colonizadores españoles que la heredaron de los árabes y la trajeron a América. Su aparición comenzó en la región andina y sufrió cambios en sus ingredientes de acuerdo a la utilización de los diferentes productos autóctonos de cada territorio.
A lo largo de toda la cordillera latinoamericana esta exquisita y práctica comida presenta distintas variantes: es más o menos jugosa, más o menos picante, horneada en horno común o de barro, o frita, con repulgue arriba o al costado, cambiada por el aroma único del comino del noroeste argentino o ardiente por el ají que llegó del Perú, perfumada por la aceituna o por las pasas de uva, etc.

Tucumana de ADN

Entre los desgustadores de empanadas de toda la Argentina se suele reconocer a los del norte del país como las más sabrosas y en particular destaca entre ellas versión tucumana. Es esa provincia la que se arrogala Fiesta Nacional de la Empanada, en la ciudad de Famaillá.
El negocio de las empanadas tucumanas lo comenzó el abuelo de los Ruiz hace más de 10 años. Puso un local en la calle Azcuenaga y Berutti. Él es de Simoca y abrió su negocio cuando casi tenía 70 años. Los herederos de la saga eran para aquel entonces  adolescentes que lo ayudaban en el local, le horneabna las empanadas, hacían los deliveries, atendían las mesas, le picaban huevos… Aprendieron mirando. Don Ruiz no vendía sólo empanadas sino también comidas regionales: locro, humita, tamales, empanadas fritas y al horno, colaciones, alfajores rogel, ricos vinos, todo en un cálido salón de apenas 8 ó 9 mesas que atendía él con su mujer.
Nacho, uno de esos nietos que circulaba el todo hacer de su abuelo se dedicó al teatro: es actor y acróbata de circo, profesor de gimnasia y se dedica al arte. Sin embargo, siempre le qudó la idea de seguir adelante con lo que fue la tradición de su abuelo. La cuarentena lo animó a abrevar en las raíces y recuperar la historia. Empezó vendiendo empanadas de dos sabores.

Don Ruiz tiene 88 años y aún le dona consejos a Nacho para volver a la vida el negocio deslumbrante que tuvo en su momento. Nacho sostiene que en su hacer lleva a la gente lo que su abuero supo hacer entonces y algo de sus raices. Un encuentro con la historia que se agradece a la cuarentena que, parece, algo bueno deja.