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Una mente inquieta


Por Flavia Tomaello, https://flaviatomaello.blog/, Instagram @flavia.tomaello



El Centro Pompidou dedica una gran retrospectiva a Gérard Garouste, uno de los pintores franceses contemporáneos más importantes y defensor de la figuración sin concesiones. Junto a 120 grandes pinturas, a menudo de gran formato, la exposición ofrece espacio para las instalaciones, esculturas y obras gráficas del artista. Esta retrospectiva permite nos permite captar toda la riqueza de la inclasificable carrera de Gérard Garouste, l’intranquille [el inquieto], cuya vida y enigmática obra, regida por el estudio pero también por la locura, se sostienen mutuamente en un apasionante diálogo.

Nacido en 1946, Gérard Garouste presentó su primera exposición individual en una galería en 1969. De sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de París, mantuvo una actitud cuestionadora hacia el futuro. de la pintura, sobre todo cuando descubrió la radicalidad de figuras iconoclastas como Marcel Duchamp. Diez años después, tras varias incursiones en el teatro como decorador y director, confirma su apuesta por ser un pintor a tiempo completo en el sentido más clásico del término, apegado a las técnicas ancestrales que ha buscado constantemente perfeccionar. Esta posición le dio la libertad dedicarse por completo a los temas de sus cuadros, inspirado en la mitología, la literatura, la narrativa bíblica y los estudios talmúdicos. Sin embargo, para Gérard Garouste, el tema es sólo un pretexto para estimular la visión y la reflexión. Si bien brinda algunas claves para acercarnos a sus pinturas, más bien nos invita a la reflexión, a tener una comprensión personal de su obra.

En su primera etapa, a principios de la década de 1980, el artista presenta dos figuras opuestas y complementarias, el Classique y el Indien [el "clasicista” y el "apache”], lo apolíneo y lo dionisíaco, que él cree que están trabajando en cada individuo. Repasa la historia del arte de forma magistral a través de la mitología griega y los géneros de la pintura. Figuras, retratos y bodegones fueron explorados cada uno en inmensas pinturas cuyo hilo narrativo remite a episodios míticos y cuyo estilo recuerda a los grandes pintores que Garouste estudió asiduamente: Tintoretto, El Greco… Estas obras resisten, sin embargo, a toda clasificación: escurridizas en su en definitiva, son impresionantes piezas de pintura figurativa.

A raíz de su descubrimiento de una gran narrativa poética, la Divina Comedia de Dante, a mediados de la década de 1980 dio lugar a un nuevo corpus con motivos desmoronados y colores penetrantes. El pintor se dedicó a una exploración pictórica en ósmosis con el célebre texto que describe el descenso a los infiernos, hasta tal punto que las imágenes se transforman en una original forma de abstracción. La serie Indiennes prolongó esta singular investigación sobre monumentales soportes exentos de lienzo.

Para Garouste, la obra de Dante fue también una introducción a diferentes niveles de interpretación bíblica. Esta iniciación culminó con los estudios del Talmud y el Midrash, a los que el artista se dedicó y que comenzaron para sustentar su obra artística a mediados de la década de 1990, antes de sostener abiertamente toda su pintura a partir de la década de 2000. Las figuras se convierten en letras, surgidas de los relatos siempre ambiguos de la tradición exegética judía en la que el artista, fascinado por el hebreo, toma un interés cada vez más apasionado, hasta el punto de convertirlo en una constante de su obra. La cuestión de la interpretación de textos que, según esta tradición, aportan una multiplicidad de significados, encuentra un eco directo en los temas propuestos por el pintor, tomados de la Biblia y de la obra literaria de escritores como Cervantes y Kafka.

Inspirándose en esta tradición, la pintura de Gérard Garouste no pretende ser atractiva. No teme ni a la aberración ni a la deformación, mutilación o reconstrucción de la figura. Es una pintura que cuestiona y trastorna implacablemente las certezas: una pintura que inquieta, pero a la manera de un juego, cuyas reglas hay que reinventar constantemente.

Permanecerá abierta hasta el próximo 2 de enero.