Una trama sofisticada

 

Una magia que parte de la maleabilidad para llegar a la contundencia. Pangea cerámicas es una delicada tiienda de arte y manualidades, taller de cerámica especializado en métodos manuales donde la inspiración toma formas asombrosas.

Desde casi los inicios de la humanidad, el hombre descubrió la utilidad que poseían ciertos tipos de barro, los cuales podían ser secados y conservar la forma que les había sido previamente dada. Las primeras muestras de una cerámica hecha a mano, dotan de la Prehistoria, del periodo neolítico. Supuso una revolución a la hora de poder fabricar objetos para transportar y contener líquidos, alimentos y otros productos. Sin embargo, pronto se comenzó a definir figuras de otro tipo, como representaciones humanas, figuras de culto, o abalorios.
Esa tradición de todas las culturas de estampar su historia en piezas ha sido recogida con Dani Mazzei, la fundadora de Pangea Cerámicas. Estudió publicidad en la Universidad del Salvador, trabajó 5 años en una agencia de marketing digital, pero sentía que algo le faltaba, que esa no era su verdadera vocación, que su sed de creatividad no podía expresarse de la manera que quería.
Un día pateo el tablero, se lanzó al vacío y se permitió explorar nuevos rumbos para sentirse más feliz, más realizada. Lentamente fue reconectando con sus orígenes. Volviendo el tiempo atrás recordó cuánto le gustaba hacer cerámica en el colegio. Su profesor de arte había dejado una huella que resurgiría muchos años después.
Se sumergió en la experimentación, hizo pruebas y cuando sintió  este era el nuevo camino que quería emprender, se anoté para estudiar la Tecnicatura en Cerámica en el Instituto de Ceramología Condorhuasi. Allí se formo en composición de pastas y esmaltes, métodos manuales, hornos, entre otras cosas. Afirma que aún le quedan algunas cositas por aprender porque la llegada de su hija Emilia la obligó a hacer un paréntesis en el estudio.
En 2015 nació Pangea, inicialmente como venta de productos, trabajando, literalmente, en un garage, todo muy a pulmón, primero alquilando horno, hasta que pudo comprarse el propio, todo a pasitos de hormiga, con mucho esfuerzo y dedicación. Hasta que un día decidió abrir un local a la calle, confiando en que este emprendimiento tenía potencial y podía crecer mucho más; era momento de dar el salto y arriesgarse.

Al tiempo de haber abierto, empezó a surgir la demanda de tomar clases. Así abrió las puertas del taller al público y la respuesta fue muy buena. Tanto que las clases coparon prácticamente todo el tiempo y el espacio y llenaron de vida el espacio.

Tiene una calidez personal en la generación de sus piezas. Hay un chiste en cada una de ellas, una sorpresa que espera ser descubierta. Hay mucho de pasión serena en sus cuencos para tejer y cierta locura hippie en sus calaveras. Bajo cualquiera de de sus esmaltes hay mensaje: dejar huella, como aquellos primeros hombres con sus primitivas piezas.