Vino, chocolate y palacio

Por Flavia Tomaello, https://flaviatomaello.blog/, Instagram @flavia.tomaello

Uno de los secretos franceses mejor guardados se abre al público sólo en contadas ocasiones para reunir arquitectura, arte y degustación. El Palacio Paz espera para un redescubrimiento.

Había soñado con crear la residencia presidencial cuando ésta aún no existía. No sólo eso, sino que soñaba con que fuera su casa siendo presidente. Ni esos anhelos ni la construcción del propio sitio pudo ser realidad a sus ojos. Es que José C. Paz murió un par de años antes de que el palacio pudiera ser habitable.
Es un sitio que los porteños tienen de vista, pero que no siempre reconocen por su nombre. Un fortísimo edificio a la vera de Plaza San Martín que es cobijo desde hace 80 años del Círculo Militar. Allí Eventos Grasset toma el lugar como inspiración para ofrecer experiencias que incluyen la visita a este exclusivo sitio mientras se marida lo que se ve con lo que se degusta.
Hubo una época donde la intención de los capitales fuertes locales soñaban con hacerse de su propia París. Para 1900 Paz se dedicó a viajar. En Europa econtró al arquitecto que quería que su sueño fuera ladrillo. El francés Henri Sortais fue el elegido para la obra que arrancó dos años más tarde en un terreno irregular que componían el encuentro entre las calles que conocemos hoy como Marcelo T. de Alvear, Maipú y la Av. Santa Fe. Con esa disposición y según los planes, la vivienda se convirtió en la más grande perteneciente a un privado en el país.

Oui oui

Los números abruman: 12.000 metros cuadrados cubiertos, un jardín interior que hoy no existe, 140 ambientes con 5 comedores, cuantro plantas y un entrepiso que se conectan con 17 escaleras y 10 ascensores. Los habitués se esmeran en recalcarque en los planos originales figuraban 40 baños. La construcción del Palacio Paz demandó una docena de años entre 1902 y 1914.
La fachada se mira cara a cara con el Palacio de Chantilly, uno de los frentes del museo del Louvre de París. El salón de baile, en escala, remite a Versalles con su introito barroco, sus arañas de cristal y bronce que desbordan caireles y un palco para la música en vivo.
El estilo renancentista se coló en el comedor, donde el gótico también hico lo suyo gracias a los muebles de nogal tallados por un ebanista francés.
Paz no llegó a ver la realidad de su sueño, pero sus herederos, su esposa, Zelmira Díaz Gallardo, y sus dos hijos, Ezequiel y Zelmira, vivieron allí mientras el diario La Prensa, fundado por el propio Paz, crecía.
Para los primeros años del siglo pasado era un espacio social de gran impacto. Su Gran Hall de Honor está localizado en una de las alas del edificio, destinado a impactar a los visitantes. Allí, una altura de 21 metros dirigen indefectiblemente la vista hacia arriba, donde la cúpula de vitrales atrae la imagen del Rey Sol. Este corazón estratégico servía como antesala a lo que sería el despacho que hubiera sido de Paz: puerta corrediza con vitrales art nouveal y una enorme chimenea de piedra que simula madera deja sin aire.
La belleza de la inspiración, la riqueza de un deseo y una fotografía perfecta de una época nacional que fue.