Política | Vientos de cambio
Tras la renuncia de Guillermo Francos, el presidente Javier Milei designó a Manuel Adorni como nuevo jefe de Gabinete. El cambio marca el inicio de una etapa centrada en las reformas estructurales y en el fortalecimiento del círculo más cercano al mandatario.
La reconfiguración del gabinete libertario ya es un hecho. Luego de días de rumores, el jefe de Gabinete Guillermo Francos presentó su renuncia al presidente Javier Milei tras una reunión en la Quinta de Olivos. En su lugar asumirá Manuel Adorni, hasta ahora vocero presidencial, quien será el encargado de coordinar la nueva etapa del Gobierno.
En su carta de despedida, Francos señaló que su decisión busca “liberar al Presidente de condicionamientos” para afrontar la próxima fase de gestión y agradeció la oportunidad de haber sido parte de un “proyecto transformador”. Su salida también arrastró la renuncia del ministro del Interior, Lisandro Catalán, y dejó allanado el camino para una reorganización profunda en el Ejecutivo.
Con el nombramiento de Adorni, el Gobierno apuesta a consolidar una estructura más compacta y alineada al presidente. En paralelo, Santiago Caputo —asesor de máxima confianza de Milei— pasará a dirigir un “superministerio” del Interior, desde donde concentrará áreas clave de gestión, relaciones con las provincias y vinculación con sectores empresariales y sindicales.
“Profundizar las reformas estructurales será prioridad”, aseguró Adorni en su primer mensaje como jefe de Gabinete, en el que agradeció al Presidente y a Karina Milei por la confianza. También confirmó que, pese a su nuevo rol, seguirá siendo el principal portavoz de las decisiones del Ejecutivo.
Su lugar en la vocería será ocupado por Javier Lanari, actual subsecretario de Prensa, quien asumirá como nuevo portavoz presidencial. Lanari, hombre de perfil mediático, fue mano derecha de Adorni en el área de comunicación y continuará la línea discursiva oficialista.
La salida de Francos cierra una etapa marcada por el intento de equilibrio político y da paso a una mayor centralización del poder en torno a Milei y su mesa chica. Con un gabinete más ideológicamente homogéneo, el Presidente se prepara para avanzar en la agenda de reformas que considera vital para su proyecto de gobierno.