Sociedad | En la Catedral Metropolitana
«Se está muriendo el respeto»: La advertencia del arzobispo en el tedeum
García Cuerva hizo un llamado profundo a la unidad nacional, en un acto atravesado por gestos tensos entre Milei, Villarruel y Macri. "Argentina sangra", advirtió el prelado en la Catedral Metropolitana.
Hace 3 días.
En una ceremonia cargada de simbolismo y tensión política, el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, presidió el tedeum del 25 de Mayo en la Catedral Metropolitana y dejó un mensaje claro y punzante: “Se está muriendo la fraternidad, se está muriendo la tolerancia, se está muriendo el respeto”.
Frente al presidente Javier Milei, la vicepresidenta Victoria Villarruel y el jefe de Gobierno porteño Jorge Macri, el prelado convocó a recuperar la fraternidad y construir una Patria más justa, con un fuerte llamado a “usar las manos para sanar las heridas de tantos que la están pasando mal”.
El acto no estuvo exento de señales políticas: Milei evitó saludar a Villarruel y dejó a Macri con la mano extendida. Gestos que contrastaron con el mensaje central del arzobispo, centrado en la necesidad de unión y diálogo ante un país herido por la exclusión, la pobreza, la inequidad y la violencia.
“Argentina sangra”: un diagnóstico social
García Cuerva no esquivó la crudeza: “Nuestro país también sangra”, afirmó, al enumerar problemáticas como el narcotráfico, la indigencia, las inundaciones, la falta de acceso a medicamentos y alimentos, y la inequidad social. Señaló que muchos pueden ser responsables, pero que la oportunidad de sanar “es hoy”.
“Argentina sangra en la inequidad entre quienes trabajan todo el día y quienes viven de privilegios”, dijo, denunciando la desconexión de sectores de poder con la realidad del pueblo. Y fue más allá: “No sienten el dolor de la gente, ni se emocionan con su esperanza”.
Un llamado a la reconciliación
El arzobispo invitó a mirar el frontispicio de la Catedral, símbolo de reconciliación desde 1862, para recordar el abrazo que como sociedad aún nos debemos. “No al sálvese quien pueda. Es hora de ponerse de pie, pero juntos, mirándonos a la cara”, subrayó.
En la parte final de su homilía, evocó al papa Francisco y convocó a asumir la responsabilidad personal y social: “Todos tienen un rol activo en la construcción de una sociedad reconciliada. No podemos ser meros observadores”.
Con una mezcla de fe, urgencia y dolor, cerró su mensaje apelando a la esperanza: “Nuestros hijos se merecen que les dejemos un país curado, reconciliado, de pie y con horizontes. No los defraudemos”.