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El cierre de Frávega en Pergamino: Entre la crisis económica y la revolución digital
Mientras Argentina atraviesa una recesión que erosiona el consumo local, el auge del e-commerce redefine los patrones de compra: un delicado equilibrio que lleva a comercios tradicionales de Pergamino a bajar persianas.
Hace 6 horas.
La sorprendente clausura de la sucursal de Frávega en Pergamino no es un hecho aislado, sino parte de un fenómeno más profundo: una crisis económica estructural que obliga a repensar los modelos comerciales y acelera el tránsito a lo digital.
Según el presidente de la Federación de Almaceneros, en el último año cerraron 16.000 kioscos en todo el país, reflejo claro de cómo la inflación, la recesión y la pérdida del poder adquisitivo están arrastrando al comercio barrial a una situación crítica. Además, en Buenos Aires, los locales inactivos —cerrados, en alquiler o venta— aumentaron un 40 % respecto al año anterior, con 238 locales afectados solo en mayo-junio de 2025.
Frente a esta realidad, el comercio electrónico protagoniza un crecimiento sin precedentes: durante el primer semestre de 2025, la facturación del e-commerce creció un 79 % interanual, alcanzando los $15.318 millones, con más de 149 millones de órdenes de compra y 204 millones de unidades vendidas. En paralelo, en 2024 más del 60 % de los argentinos hicieron al menos una compra online –con un promedio de facturación 181 % por encima de la inflación–. Este cambio profundo no es pasajero: se estima que el comercio electrónico argentino alcanzará los US$50 mil millones en ventas proyectadas para 2027, con una tasa compuesta anual (CAGR) del 14 % entre 2024 y 2027.
En esta tendencia pujante, Frávega no queda al margen. Aunque cerró su local físico en Pergamino, sigue siendo una de las principales tiendas online del país, con 12 millones de visitas mensuales, solo superada por Mercado Libre.
Aun así, para una ciudad como Pergamino —con un entramado comercial local fuerte, basado en la atención presencial, la confianza y el vínculo barrial— el cierre genera un impacto simbólico y económico: desocupación local, disminución del tránsito peatonal y una señal clara de que los modelos de venta tradicionales no encuentran respaldo en el actual contexto.
La tensión entre el cierre de tiendas físicas y la expansión digital está redefiniendo prioridades: los consumidores buscan precio, comodidad y acceso, mientras muchos comerciantes enfrentan costos fijos imposibles de sostener (como alquileres e impuestos) y se replantean migrar a canales digitales.