Homenaje en los Alpes a Jorge Chávez, piloto que los sobrevoló hace cien años
Los Alpes suizos se engalanaron este fin de semana para conmemorar el centenario de la épica hazaña de Jorge "Geo" Chávez, el joven piloto peruano que consiguió sobrevolar en monoplano por primera vez la imponente cordillera desde la localidad helvética de Brig hasta Domodossola (Italia).
Aunque la figura de Chávez está siempre presente en Brig, este sábado su recuerdo marcó un día de celebraciones y homenajes, en el que no faltaron la música, ofrendas florales y la inauguración de una nueva estatua con el busto del piloto en una céntrica plaza de la pintoresca localidad.
"Jorge Chávez es un pionero de la aviación mundial y un ejemplo para los jóvenes", dijo a Efe Juan Carlos Gamarra, embajador de Perú en Suiza, durante los actos en su memoria en Brig, desde donde el intrépido peruano pilotó su aparato, un Bleriot XI-I, al que llamó "Gypaète", hasta Domodossola (Italia).
"Geo" Chávez, peruano de origen pero nacido en París en el seno de una acaudalada familia, hizo uno de sus sueños realidad el 23 de septiembre de 1910 cuando, a bordo de su monoplano, abrió una ruta inexplorada a través de los Alpes, un logro sin precedentes que acabó en tragedia al estrellarse el aparato cerca de Domodossola.
"En la primera escala del vuelo (en Domodossola), una de sus alas colapsó y el avión se precipitó al suelo", recuerda Gamarra, y resalta que, a pesar del trágico final, Chávez fue la única persona capaz de superar ese trayecto, propuesto en un concurso destinado a pilotos que sólo el peruano logró superar.

Malherido, el joven y audaz piloto de 23 años fue conducido al hospital local mientras recibía felicitaciones de las autoridades y sus seguidores, aún consciente y sin advertir que no podría recuperarse de las fracturas y otras heridas causadas por el forzoso aterrizaje.
Falleció cuatro días después, una temprana muerte que causó gran conmoción en el mundo de la aviación y le convirtió en uno de sus máximos iconos, sobre todo en Perú, que decidió poner su nombre al aeropuerto internacional de Lima.
"También le tenemos presente en la vida cotidiana; al clásico jersey de cuello alto que solía vestir lo llamamos comúnmente Geo Chávez", cuenta Gamarra.
El emprendedor espíritu de Chávez, quien vaticinó que "pase lo que pase, seré encontrado al otro lado de los Alpes", quedó grabado no sólo en la memoria de sus compatriotas, sino en la historia mundial de la aviación.
"Chávez demostró que con tesón todo es posible, hizo ver al mundo que no hay por qué ponerse barreras, un mensaje que debe ser transmitido a los jóvenes de hoy", añadió el embajador peruano.
La imagen de "Geo" Chávez cubría hoy las paredes del majestuoso castillo de Stockalper en Brig, donde centenares de curiosos atendían los actos de homenaje al piloto y se resguardaban de la incesante lluvia que empañó la mañana del sábado.
Un clima adverso, matiza Gamarra, que tampoco "disuadió a Chávez de tomar los mandos de su aparato y emprender el vuelo", cuando el fuerte viento alpino de finales de septiembre sacudió su monoplano hace un siglo, dificultando las maniobras de aterrizaje.
"No se puede saber con certeza hasta qué punto el tiempo influyó -agrega-, pero sí pudo haber afectado a la endeble estructura del avión".
La intención de Chávez era volar unos días antes, el 18 de septiembre, cuando el temporal aún no había llegado y las condiciones climatológicas eran precisas, pero una festividad religiosa retuvo al piloto en tierra y pospuso su vuelo hasta el 23.
Destino o casualidad, ese día las inclemencias del tiempo añadieron dificultad al reto de Chávez, quien sin embargo desafió las probabilidades de éxito y sobrevoló las colosales montañas, un vuelo por el que hizo historia y que siguió, según dice la leyenda, la estela de sus últimas palabras: "Arriba, siempre arriba". EFE
El avión Solar Impulse da un paso más en su meta de dar la vuelta al mundo
El avión "Solar Impulse", propulsado sólo por energía solar, llegó hoy a Ginebra, después de un vuelo con bastantes turbulencias, en lo que supone su primer aterrizaje en un aeropuerto internacional y un paso más para alcanzar su meta de dar la vuelta a la Tierra en 2013.
"He ido de izquierda a derecha, el avión ha sufrido muchas turbulencias", explicó el piloto del aparato, André Borschberg, nada más pisar tierra firme, igual que el promotor del proyecto, Bertrand Piccard, quien admitió la dificultad de estabilizar la nave.
"No es un avión fuerte y es sensible a las turbulencias", subrayó Piccard, que siguió el vuelo desde un helicóptero que iba tras la estela del prototipo, y en conversación constante con el piloto, su único tripulante.
Borschberg detalló, en un encuentro con la prensa poco después de aterrizar, que "la dificultad de este vuelo radicaba en seguir la misma ruta que el resto de grandes aviones comerciales, mucho más rápidos y pesados" que su nave, además del aterrizaje, "con unas medidas de seguridad tan estrictas".
"Este aterrizaje ha sido un gran momento para nosotros", se congratuló Piccard, justo después de que el "Solar Impulse" tocase el suelo, tras un vuelo de 4 horas y 20 minutos que había comenzado a las 08.04 hora local (06.04 GMT) desde el aeródromo suizo de Payerne.
En esta pequeña instalación, a unos 100 kilómetros del aeropuerto de Ginebra, han sucedido la mayoría de las anteriores hazañas del citado prototipo.
Parecido a una gran libélula, con 63,4 metros entre los extremos de las alas, tiene la misma envergadura que la de un Airbus transatlántico, pero con un peso cercano a 1.600 kilos, algo superior al de un automóvil medio.
Y es capaz de aterrizar y despegar a 35 kilómetros por hora, la velocidad de una bicicleta, que precisamente, y a fin de que quedara constancia de este dato, acompañó al "Solar Impulse" a lo largo de la pista mientras tocaba tierra en el aeropuerto ginebrino.
Así que, una vez cumplido otro desafío hacia su objetivo de dar la vuelta al planeta dentro de tres años, el piloto del prototipo formado por 12.000 células solares proclamó que "el proyecto ha pasado la niñez y ya se encuentra en la adolescencia".
"Estamos diseñando el segundo avión", con el que planean dar la vuelta al mundo en cinco días y cinco noches, avanzó Borschberg, aunque antes, el año que viene, está previsto su primer vuelo internacional, "el primero fuera de Suiza".
Anteriormente, concretamente el pasado 7 de abril, el prototipo, que ha costado 70 millones de euros, completó su primer vuelo de larga duración, de una hora y media, y sólo tres meses más tarde consiguió volar durante más de 26 horas seguidas.
Ese día, el avión, que pudo volar de noche gracias exclusivamente a la energía solar que captó durante el día, estableció otra marca para aparatos de su naturaleza, además de la de tiempo en el aire; alcanzó 8.564 metros de altitud sobre el nivel del mar.
Zúrich será el próximo destino del "Solar Impulse", cuyo aterrizaje se espera para este miércoles, después de que despegue de nuevo desde Payerne, tras el amanecer, lo que le llevará a cruzar prácticamente este país de punta a punta en poco más de un día.
Dar la vuelta a la Tierra no será una novedad para Piccard -un psiquiatra suizo de unos cincuenta años y cuyo abuelo inventó el batiscafo- pues en 1999 se convirtió en el primer hombre en dar la vuelta al mundo en globo sin escalas.
Y si logra su presente reto, "si este avión puede dar la vuelta al mundo, sin carburante, únicamente con el sol, nadie podrá decir que esto no es posible para la vida cotidiana: en los coches, en la nevera, en el aire acondicionado o en la calefacción", señaló. EFE
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