cronicas de la Karacas perdida

Cómo reconocer a un escritor poseído.

01:58 PM, 23/5/2007 .. 0 comentarios .. Link

      Los visitantes del antiguo Parque del Este Rómulo Betancourt, ahora llamado Francisco de Miranda, podrán observar algo más que libros desde los pabellones de la feria.  Más interesante es para muchos, quedarse en el sitio observando la fauna variopinta que se consigue esquivando los improvisados y a veces tambaleantes pisos de madera. Y no nos referimos en ningún momento a los monos o las múltiples especies de aves que descansan ocasionalmente en sus pozos.

 

    También podría pensarse que en las visitas el observador entrenado se va a encargar de admirar a los compradores, no. Bien es cierto que muchos de ellos podrían llegar a clasificarse en: visitantes compulsivos; los que van más de una vez  para escuchar las ponencias o para sentir que de verdad la entrada es gratis; los visitantes quirúrgicos que van una o dos veces y que consiguen con precisión microscópica lo que están buscando;  los cazadores de souvenirs, que van de stand en stand buscando marca libros folletos y pasquines gratuitos sin comprar nada; y por último los acompañantes, víctimas de cualquiera de las anteriores  clasificaciones que por simpatía o por no tener nada que hacer son acompañados a la feria.

 

   Pero fijarse en esta pequeñeces de ferias más entraría en el campo de los sociólogos que de los verdaderos observadores. Cuando uno  de estos expertos entra por el primer pabellón, la primera impresión que tiene es que la ciudad sigue siendo muy pequeña para tanta gente. Pero entre el tumulto se encuentra el personaje magistral que ansía ver: Un escritor. ¿Cómo sabe que es verdaderamente un escritor? Porque no se le nota. Pasa desapercibido completamente, hasta podría confundirse con cualquier persona. Entonces es aquí que el Observador deberá aguzar la vista para percatarse. Los que no están poseídos generalmente son bastante descuidados al vestir. Y no hablamos de que no se bañen, usen ropa rota o que se pongan medias dispares; hablamos de que existe sobre toda la superficie de su atuendo cierta película de “quien sabe qué” difícil de detectar. Si hace mucho calor, por lo general el escritor no poseído llevará un suéter grueso, posiblemente rico en pelusitas blancas de esas que salen cuando se meten piezas de color en la lavadora. Si por el contrario hace mucho frío, el hombre llevará una sencilla camisa de botones manga larga, que puede tener enrollada hasta los codos y combinada con un Jean o pantalón bastante viejo o pasado de moda. Esto se debe a que usualmente no ganan mucho para comprarse ropa, y si lo hicieran no tendrían tiempo para gastarlo en esas banalidades.

  Estos hombres y mujeres por lo general procuran mantenerse escondidos de la atención de todos. Intentan incluso no hablar mucho con la gente, como un gesto no de fanfarronería, sino por unos arranques de timidez absoluta que les son muy difíciles de manejar. Todos llevan lentes, tanto los hombres como las mujeres, y siempre tienen muy poca condición física, ya que todo su tiempo libre lo consumen a la sombra tecleando en lo que sea que tengan en sus casas para escribir. Si las jorobas fueran músculos, serían los más desarrollados de los escritores.

 

   Esas son las virtudes del escritor real o escritor no poseído que el observador podría ver apenas en el primer pabellón escabulléndose entre el gentío. Pero entonces, sin caminar mucho, aparecería desde el fondo el escritor poseído.  Este personaje se diferencia del primero en que su talento es más fomentado por el placer de parecer un escritor que en el hecho de serlo; es el equivalente al rockstar  del mundo de la música, sólo que aún así nadie lo conoce. Por lo general estos escritores son poseídos por haberse ganado un premio de alguna clase al ser amigos del jurado o por haberse presentado entre un número reducido de aspirantes, (doce por lo general, que es el número de escritores venezolanos que aún entran a concursos) también resulta factible el hecho de tener algún amigo en una editorial independiente.    

 

    Su manera de caminar se ha vuelto pausada, casi rutilante. Si pudieran vestir con una gabardina beige lo harían, pero como en el país resulta muy difícil conseguir esta pieza de vestir, los poseídos deben conformarse con lo que tengan en el armario. Cada cierto número de pasos, el observador se dará cuenta que el objeto de su estudio se pellizcará ligeramente la barbilla ladeando un poco la cabeza. Si el poseído ha adquirido la costumbre de fumar, el mismo gesto termina extrapolado a la pipa o a la boquilla del cigarro, pues ninguno se rebajaría a comprar jamás una sencilla caja de Belmont o Lucky.

   El poseído habrá cambiado entonces sus lentes por unos de contacto, que usaría  debajo de unos oscuros que bloquearía la luz del sol, causando inconcientemente el mismo efecto que los  reales buscan al recluirse a escribir, sólo que los poseídos lo realizan  de una manera más fashion. Este tipo de escritores se reuniría entonces en grupos de semejantes, (más en comunas que en jaurías) y que le permiten aún más sentirse identificados. En el momento presente existen por lo menos dos grandes grupos muy identificables en el país, separando a los poseídos más que todo por razones políticas. Si el poseído es “rojo rojito” pululará sin duda alguna alrededor del Stand de la red de escritores de Venezuela, pero si es más de la vertiente opositora se podrá encontrar en el puesto del Pen club.  Nada de esto puede causar sorpresas.

 

    Incluso través del dialecto del poseído se puede identificar su tendencia política: cuando dos o más de estos especimenes se juntan es habitual que se llamen el uno al otro  “poeta” aunque pareciera más que es una muletilla con la que terminarán cada una de las frases que un apodo:

 

        ¿Cómo está, poeta?

        Bien poeta

        ¿Cómo está la publicación del Táchira, poeta?

        Creciendo poeta, ¿y usted poeta?

        De visita con la familia, poeta

 

  Esta forma del lenguaje se mantiene así aunque los poetas en cuestión sean ensayistas, narradores o redactores de epitafios.

 

   Otra forma de identificación que nunca falla es sin duda la velocidad con la que se mueven ambas especies. Todas son insoportablemente lentas, los reales por simple timidez y por que la capacidad que han desarrollado de mantenerse inertes durante horas leyendo cosas imposibles de entender han tenido el efecto secundario en su carácter de mantenerlos dopados ante la vida.  Mientras, los poseídos mantienen su lentitud más a la espera de que alguien les pregunte cualquier cosa, aunque sea la hora, para ellos tratar de responder de la forma más sabia y encumbrada posible como  parte de la postura que han adoptado a través de ver ciento de veces las entrevistas del programa A fondo  en blanco y negro.     

  

     Aunque los primeros observadores en cuestión se han dado cuenta de que todos, tanto los poseídos cómo los reales rara vez publican algo, se piensa que los primeros tienen cientos de poemas, cuentos, y novelas inéditas que pocas veces se han atrevido a enseñar, mientras que los segundos, poseídos por el “espíritu de la literatura” escriben sólo de vez en cuando.   

 

   Julio Cortazar, el primer observador de escritores del mundo, trató de partir el mundo definiendo a sus habitantes en Cronopios, Famas, y Esperanzas. Los observadores de la actualidad deben estar consientes de que todos los tipos de escritores son sin duda Cronopios, sólo que los poseídos son o quieren ser, Cronopios famosos. 

  

 

HRL

 


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