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Vicente Salas Viu por Francisco Arias Solís28/2/2010
 

VICENTE SALAS VIU

(1911-1967)


Toda la poesía de Maragall está un poco estremecida de ese limpio,

robusto y bien medido aire sardanístico. Se siente la presencia del

campo jugoso que tanto le llegaba al poeta y su gracia es la popular,

tan equilibrada y saludable. Todo un poco a ras de tierra, quizá sin

pasar el nivel de lo cotidiano...”

Vicente Salas Viu. Hora de España.



LA VOZ DE UN NOTABLE MUSICÓLOGO


El escritor, periodista, compositor y crítico literario y musical Vicente Salas Viu fue uno de los primeros firmantes del Manifiesto de la Alianza de Intelectuales Antifascistas en Defensa de la Cultura, junto a Antonio Machado, José Bergamín, Luis Buñuel, María Zambrano, Luis Cernuda, Rafael Alberti, María Teresa León, Manuel Altolaguirre, Emilio Prados, Miguel Hernández. Ramón Gómez de la Serna, Pedro Garfias, Juan Chabás, Rosa Chacel, Rafael Dieste, Antonio Porras, Antonio Sánchez Barbudo, José Fernández Montesinos, Alberto Sánchez, Vicente Aleixandre, Ramón Menéndez y Pidal, Adolfo Salazar, Rodolfo Halffter, entre otros. Durante la guerra provocada por la rebelión militar del general Franco, publicó varios relatos en Hora de España, una de la revistas más serias del siglo XX español.


Nacido en Madrid en 1911 muere en el exilio en Santiago de Chile en 1967. De la mano de su maestro Rodolfo Halffter comenzó a colaborar como crítico musical en El Sol de Madrid, en 1931, llegando a ser director del prestigioso periódico. Publicó en Cruz y Raya, El Mono Azul y Nuevo Ejército, órgano de la 47 División. Al finalizar la guerra emprendió su exilio en Chile. En abril de 1940, decía el poeta chileno Pablo Neruda que cumplió “la más noble misión que he ejercido en mi vida la de sacar españoles de sus prisiones y enviarlos a mi patria”, que Vicente Salas Viu y Arturo Serrano Plaja son “los únicos amigos de mi vida literaria en España que habéis llegado a mi patria. Hubiera querido traerlos a todos y no he desistido de ello”.


Durante su exilio, Salas fue un asiduo tertuliano del Café de Miraflores de Santiago de Chile, mítico punto de encuentro de los españoles desterrados. Fue colaborador de Romance, revista dirigida por Juan Rejano y en la que colaboraron un gran número de intelectuales transterrados: Juan Ramón Jiménez, José Bergamín, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Jorge Guillén, León Felipe, Corpus Barga, Ramón Gómez de la Serna, Luis Cernuda, José Moreno Villa, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, César M. Arconada, Arturo Serrano Plaja, María Zambrano, Isabel O. de Palencia, Ramón Gaya, Juan Gil-Albert... También colaboró en España Libre, periódico quincenal publicado en Santiago de Chile, ciudad en la que durante muchos años hizo crítica musical y literaria para El Mercurio. Fue director del Instituto de Investigaciones Musicales, catedrático de la Facultad de Ciencias y Artes musicales de la Universidad de Chile, director de la Biblioteca Central de la Universidad de Chile y profesor del Instituto Pedagógico y del Conservatorio Nacional de Música. Creó su propia revista musical, la Revista Musical Chilena.


Entre los títulos más relevantes de su obra literaria citaremos: Diario de guerra de un soldado (1938), Las primeras jornadas y otras narraciones de la guerra española (enero 1939, reeditado al año siguiente en Chile), Músicos modernos de Chile (1943), Sentimiento y expresión en la música: del barroco al romanticismo (1943), La última luz de Mozart (1949), La creación musical en Chile 1900-1955 (1952), Momentos decisivos en la música (1957), La espaciosa soledad (1960), libro de cuentos sobre España y América, La doble muerte de Felipe Villagrán (1960), novela, y Música y creación musical (1966), ensayo sobre teoría musical.


Terminamos esta breve semblanza de Salas Viu, con el último párrafo de una de sus narraciones publicadas en Hora de España: “Del soldado de aquella hazaña no logró saberse el nombre. Tras de ella volvió a fundirse con sus demás compañeros. Se sabía, sí, que era uno de los muchachos del Segundo Batallón de la 69. Pero esto era lo de menos; igual pudo haber sido el Primero, de la 49, de cualquiera de los de la División. Su grandeza precisamente estribaba en esto, en haber encarnado en si a la División toda en las jornadas de fines de febrero en el frente de Teruel”.

Francisco Arias Solís


Donde mora la libertad, allí está mi patria.

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Simón Otaola por Francisco Arias Solís27/2/2010
 

EN EL TREINTA ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE

SIMÓN OTAOLA

(1907-1980)


Hoy al recorrer por los mismos caminos,

siento como desde cada piedra me asaltan

los recuerdos. Y una honda e inefable

melancolía me convierte el alma en un garruño.”

S. Otaola.


LA VOZ DEL CRONISTA DEL EXILIO


Otaola, uno de los mas afortunados estilistas de la literatura contemporánea, es también un agudo humorista. Toda la producción del escritor vasco está presidida por una veta humorística cuyo precedente se encuentra en Ramón Gómez de la Serna. En Otaola la vida es literatura y la literatura vida, y ambos fenómenos se plasman en el prodigioso estilo del autor. Escritor tremendamente imaginativo que paradójicamente parte siempre de la realidad. Lo imaginativo, la visión personal se impone en sus libros que son crónica, Unos hombres, La librería de Arana, y una realidad hábilmente transformada se impone en los que son ficción, especialmente en El cortejo. Si bien, es un autor difícilmente clasificable por sus pocos frecuentes procedimientos estructurales, por sus temas, es un narrador sumamente interesado por el exilio, hasta el punto que se le podría considerar como el cronista del exilio.


Simón Otaola Oyarzábal nace en San Sebastián el 1 de mayo de 1907 y fallece en la Ciudad de México el 15 de abril de 1980. Pronto pierde a su padre que fallece a causa de un accidente de tranvía. A los diez años se traslada con su familia a Madrid. Cursa sus estudios primarios en el Centro de Hijos de Madrid. Trabaja en la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos Sociedad Anónima (CAMPSA), siendo dirigente sindical de su empresa. En Madrid se le conoce como Otaola. “Yo odio profundamente a mi Simón -escribiría más tarde-, igual que él -se refiere a su amigo Blas López Fandos- odia con la misma pasión a su Blas”. Es asiduo asistente a las tertulias literarias anteriores a la guerra debida a la sublevación militar del general Franco. Durante la guerra es comisario político en la 27 División en los frentes de Lérida y Aragón, en la campaña del Ebro. Al finalizar la guerra emprende el camino del exilio, cruzando los Pirineos, y después de una corta estancia en el campo de concentración francés de Septfonds, marcha a México. Vive en Guanajato, Veracruz y en la capital del país. Trabaja como publicista en Películas Nacionales y fue uno de los fundadores de la revista Tertulia y de la Editorial Aquelarre. Colabora en diversos diarios y revistas, como Umbral, revista de la Universidad de Guanajato, y Las Españas, la revista más prestigiosa del exilio. Recientemente la película Otaola, o la República del Exilio (2000) del director mexicano Raúl Busteros ha rescatado la figura del escritor vasco del olvido.


Unos hombres (1950), es una serie de retratos de exiliados, que como dice Juanino Renau, en el prólogo, podría llamarse “galería de hombres cualesquiera”. El perfil humano de sus personajes tiene preferencia sobre el histórico. La librería Arana (1952), es una pieza fundamental para el conocimiento del exilio español en México, llena de anecdotarios de los españoles desterrados en aquel país, sus dificultades y ambiciones, sus amarguras y soledades, sus logros y fracasos aparecen tamizados por un humor suave. Cuenta Otaola en La librería Arana que dada la producción sorprendentemente abundante de Max Aub le llamaban en México “Más Aún”.


Desde estas obras pasamos a las propiamente de ficción, primero con Los tordos en el Pirul (1953), en la que mejor rinde tributo a Gómez de la Serna. Es la historia, desenfadada, disparatada, llena de humor y de greguerías, de un pueblo mexicano San Felipe Torresmochas. Aunque el relato tenga un protagonista individual, “El Pirata”, el auténtico tema del libro es el pueblo y sus gentes. El cortejo (1963), es su novela mayor, de nuevo una crónica del exilio español pero esta vez desde una ficción novelesca. El autor nos presenta una larga lista de personajes del exilio llena de humor y también de cierto sarcasmo. Sus personajes aparecen desde la óptica deformante del autor. Aunque este libro tenga apariencia distinta a los anteriores participa de un planteamiento común.


Citaremos también sus cuentos El lugar ese (1957) y De acuerdo te hablaré de Petrita (1969) y una autobiografía novelada Tiempo de recordar (1978). Otaola traza en tono burlón e irónico el perfil de algunos de sus personajes: “Se llamaba don Prudencio Romeral, pero le iba mejor a su negro pesimismo el apellido Cipresal”.


Francisco Arias Solís


Paz y Libertad.


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