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Promoción de la paz, la libertad, la cultura y la tolerancia.

Eduardo de Ontañón por Francisco Arias Solís26/2/2010
 

EDUARDO DE ONTAÑON

(1904-1949)


«Ya hace algún tiempo que están saliendo los cantores

de Madrid, los poetas de la “capital de la gloria”.

Empieza a estar cantada de frente, perfil, por los cuatro

costados. Como corresponde a la ciudad del mundo democrático,

engalanada de pronto con los más enhiestos banderines

de heroísmo que ha tenido Europa.»

Eduardo de Ontañón. Hora de España (Octubre, 1938).


LA VOZ DEL INSPIRADO POETA BURGALÉS
 

Cuenta la periodista, narradora, ensayista y crítica de arte Mada Carreño que, cuando comenzó a trabajar en la redacción de Mundo Obrero conoció a su futuro marido Eduardo de Ontañón, periodista burgalés, que pronto sería destinado a Valencia para dirigir el periódico Verdad, del que ella fue reportera. En 1938 contrajeron matrimonio, en otoño de ese año colabora en Hora de España. Desde Valencia se trasladaron por vía marítima a Barcelona. En los primeros meses de 1939 emprendieron el camino del exilio, primero en Francia, después en Inglaterra y más tarde en México. Un lord laborista había acogido en su finca de Eaton Hasting, a un grupo de españoles, entre ellos a Eduardo de Ontañón y Pedro Garfias. Reclamada por su marido marchó a Inglaterra, de donde regresaron ambos nuevamente al Sur de Francia, para emprender el viaje a México en el mítico buque francés Sinaia que zarpó de Sète el 25 de mayo de 1939 y llegó a Veracruz el 13 de junio, transportando a más de 1.600 republicanos españoles. En aquella travesía se publicó el primer períódico del exilio: el Sinaia, que se repartía gratuitamente en la expedición.


El inspirado poeta, novelista, ensayista, periodista, editor y librero Eduardo Ontañón Lebantini nació en Burgos el 13 de febrero de 1904 y falleció en Madrid el 20 de septiembre de 1949. Hijo de un periodista, a los trece años, ya publicó poemas en el periódico que dirigía su padre. En 1920 inicia sus colaboraciones en el Diario Español de La Habana. En 1923 crea la revista vanguardista Parábola, en la que colaboraron Francisco Ayala, Gerardo Diego, César M. Arconada, Juan Chabás, Concha Méndez, Benjamín Jarnés, Pedro Salinas y Federico García Lorca, entre otros. A la muerte de su padre ha de atender la librería “Casa de Ontañón”. En 1923 comienza a colaborar en La Libertad de Madrid. En 1925 contrae matrimonio con la maestra Soledad Peña Sainz-Rozas. Poco más tarde, inicia la colaboración en La Voz de Madrid. En 1928 comenzó su colaboración en la revista gráfica y literaria Estampa en la que publicaría casi un centenar de artículos sobre la provincia de Burgos, en los ocho años en los que colaboró en la revista. También colaboró en El Sol, Crisol, Luz, Ahora y Diario de Madrid. En 1932 crea la tertulia literaria “El ciprés”. Fue vicepresidente del Ateneo Popular de Burgos. En 1935 promociona la revista Burgos gráfico y se marcha a Madrid, donde se integra en la redacción de Estampa. Fue redactor-jefe del semanario La Linterna. En su exilio en México se integró rápidamente en El Nacional, en el que publicaría más de medio centenar de artículos, bajo el título “Escritores de España”. También colabora en la revista Ábside. En 1941 funda y dirige “Ediciones Xóchitl”, en la que publicó las biografías de ilustres personajes mexicanos. En 1948 se produce la ruptura con Mada Carreño y vuelve a España enfermo de cáncer de pulmón. Sus últimos días los pasó internado en un sanatorio de Madrid.


Entre sus libros poéticos se cuentan: Breviario sentimental (1920), Sinfonía en azul (1921), Llar. Poemas de tierra montañesa (1923), Cuaderno de poemas (1927), en el diario ABC de esas fechas puede leerse “interesantísima obra de poesía nueva, muy elogiada por la crítica” y Siete poemas mexicanos (1940). De sus libros en prosa destacamos: Burgos. Enciclopedia gráfica (1930), Tres hermanas, tres (1931), novela corta publicada en la revista Blanco y Negro; El cura Merino. Su vida en folletín (1933), su obra más famosa, “Esta biografía -escribía el crítico de ABC-, perfectamente documentada y amenisimamente relatada, es la que ha llevado a un libro, digno del elogio y de la aceptación que seguramente alcanzará Eduardo de Ontañón, el inspirado poeta burgalés, del que antes de ahora y siempre con alabanza y respeto, ha tenido que hablar la bibliografía”; la novela Frascuelo o el toreador (1937), Desasosiegos de fray Servando, biografía y Viaje y aventura de los escritores de España (1942), sobre Azorín, Pío Baroja, Ortega y Gasset, Ramón Gómez de la Serna, Unamuno, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, D'Ors, Benjamín Jarnés. García Lorca, Miguel Hernández...


A su llegada a México, contaba Eduardo de Ontañón que la guerra había contribuido a que el pueblo español se entregara a la lectura de libros: “Un caso asombroso y desconocido en España. El libro fue el compañero inseparable del fusil, y al estallido rojo de las granadas subversivas, muchos campesinos españoles aprendieron a leer y muchas inteligencias dormidas despertaron en un ansia de aprender”.


Francisco Arias Solís


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Clemente Airó por Francisco Arias Solís26/2/2010
 

CLEMENTE AIRÓ

(1918-1975)


La vida se nos presenta, constante,

pero en fragmentos, circunscrita

al momento en que vivimos.

El conjunto no se abarca.”

Clemente Airó.


LA VOZ DE UN FORJADOR DE
LA NOVELA MODERNA COLOMBIANA


El novelista y crítico de arte Clemente Airó pertenece a la generación más joven del exilio, junto a otros, como Roberto Ruiz, Francisco Fe Alvarez, Ricardo Bastid, Manuel Lamana... Sin embargo, Airó es un escritor muy especial dentro de los del exilio, pues habiendo otros tratados temas de sus países de acogidas, pocos tan plenamente arraigados como el escritor madrileño en la sociedad colombiana.


Clemente Airó nace en Madrid en 1918 y muere en Bogotá el 21 de junio de 1975. Al finalizar la guerra provocada por la rebelión militar del general Franco emprende el camino del exilio, desde 1940 reside en Colombia, donde se gradúa en Filosofía y Letras y donde ha explicado en diversas universidades. Su labor cultural en su país de adopción ha sido notable como crítico y colaborador de periódicos y como fundador y sustentador de la revista Espiral -Revista de Letras y Arte- , que se publica desde 1944 hasta la muerte de su creador. Igualmente crea, dirige y mantiene la Editorial “Iqueima”, de Bogotá, donde aparecieron más de 150 títulos -Ediciones Espiral-, principalmente dedicados a la literatura colombiana contemporánea. Se integra completamente en el país de acogida tal como se comprueba en los temas y personajes de su obras. Airó, perteneciente al grupo de los escritores de la época de “La Violencia”, está considerado uno de los forjadores de la novela moderna colombiana.


Airó tiene una notable producción narrativa y, si bien, también estuvo tentado por el ensayo (Las letras y los días; 1956), publica numerosos cuentos y una importante obra novelística. Entre las colecciones de cuentos señalamos: Viento de romance (1947), Cardos como flores (1955), la segunda edición apareció con el título Nueve estampas de alucinado (1961), 5 y... 7, Cuentos de una misma historia (1967), Donde no canta el gallo y otros cuentos (1973) y Fuera de concurso (1973). En sus novelas Yugo de niebla (1948), Sombras al sol (1951), La ciudad y el viento (1961) y El campo y el fuego (1972), se observa una unidad dada por la constante temática de Airó de presentar al hombre en un marco social y geográfico que le condiciona y su lucha frente a él. En toda su obra novelística late el interés por el concepto existencial del hombre, como una constante en los problemas del mundo moderno, y sus personajes y sus temas tienen una ubicación latinoamericana. La ciudad y el viento, su novela más importante, es una fuerte denuncia social de la corrupción política de las clases dominantes y de la ascensión social mediante la picaresca, la adulación e incluso el delito, al tiempo que clama la soledad del hombre perdido entre la muchedumbre. Airó publica en 1964 un reportaje de viajes con el título Cielos y gentes y póstumamente se ha publicado su última novela Todo nunca es todo (1982). Y siempre, en su largo exilio esperando... “algún esclarecimiento, la luz que necesitaba”.


Francisco Arias Solís


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