“NI A INCULPAR NI A EXCULPAR”
“No vine a inculpar, ni a exculpar a nadie”, sostuvo el diputado duhaldista Juan José Alvarez, apenas salió de declarar en el juicio político a Aníbal Ibarra. Alvarez desembarcó tras Cromañón en el Gobierno porteño y se hizo cargo de la Secretaría de Seguridad. Ayer dijo que la encontró “en una enorme crisis” y que, con la misma normativa, duplicó las inspecciones y clausuró 500 locales. Su testimonio –al igual que el de Diego Gorgal, que ejerce actualmente el cargo– contrastó con el de los inspectores que aseguraron la semana pasada que no se podía clausurar. “El Estado recuperó la capacidad de fiscalización, que perdió mucho antes de Cromañón”, evaluó el fiscal Jorge Enríquez, mientras que el defensor Julio Golodny destacó que “Alvarez fue favorable a Ibarra, porque dijo que recibió su apoyo”.
Apenas entró, Alvarez explicó que había renunciado a su derecho, como diputado, de responder por escrito y que incluso había concurrido al enterarse por los medios, porque la citación oficial nunca la recibió. Fue muy precavido en sus respuestas, pero dejó entrever algunas falencias del esquema previo. Contó que en los 120 días que estuvo a cargo hizo una 500 clausuras con la misma normativa de antes de Cromañón. “Hicimos una oleada de inspecciones, que para algunos fue un show, pero le decía a la sociedad que estábamos controlando”, recordó, e incluso se permitió citar a Perón (“el hombre es bueno, pero si se lo controla es mejor”). Aseguró que se duplicaron las inspecciones, que creó un mapa de riesgo –que le tomó un mes– y un registro donde los boliches debían inscribirse previamente para funcionar. “Si existía antes, no tengo conocimiento”, dijo.
Respiró hondo cuando le preguntaron cómo había encontrado el área. Recurrió a la interpelación a Ibarra: “El jefe de Gobierno dijo que el área no funcionaba ni de lejos correctamente. Mi sensación es que había mucho por hacer”. Remarcó la presión de la sociedad después del incendio. “Llego a un lugar donde había una enorme crisis”, reiteró, y luego lo relativizó: “No es que tuve que sacar de abajo de la tierra lo que no había. Había gente valiosa y mecanismos adecuados. No alcanzó”, sentenció.
Gorgal confirmó las líneas que planteó Alvarez, aunque la mayor parte de su declaración pareció un informe de gestión. Recordó que Ibarra ordenó que no fuera a la comisión investigadora de Cromañón, que estaba integrada únicamente por la oposición. “Había una valoración política para no concurrir”, explicó. Sostuvo que el inspector no debe consultar cuando hay que clausurar un local y que sin certificado de incendios, se clausura. Los inspectores que declararon la semana pasada habían dicho lo contrario sobre la gestión de Fabiana Fizsbin. Gorgal aseguró que en 2005 se hicieron 50 mil inspecciones, frente a 16 mil de 2004.
A pesar de que la fiscalía interpretó que los testimonios sirven a su estrategia, en el gobierno porteño evaluaron que fue favorable a Ibarra. “Alvarez no hizo un planteo tajante, del tipo ‘antes era un desastre’”, analizó el secretario de Comunicación porteño, Daniel Rosso, que consideró que la gestión de Fizsbin “operó sobre una situación previa de corrupción. Antes tenías un número alto de inspecciones y uno bajo de clausuras”. Señaló que en 2003, hubo 45 mil inspecciones y 400 clausuras, y que en 2004 hubo 16 mil inspecciones y más de 1500 clausuras.
Ayer faltaron Ana Fernández y Gustavo Torres, dos ex funcionarios procesados en la causa de Cromañón. Sí asistió el ex coordinador de la UPI, Horacio Santinelli, que fue separado del cargo cuando asumió Fizsbin en 2003. Fue asesor del legislador Ariel Schiffrin, un ex aliado político de Ibarra que lo enfrentó duramente tras Cromañón. Contó que cuando se formó la UPI trabajaban en una pizzería. “Esta situación duró un mes y medio”, explicó. Además, dijo saber de una cena de fin de año en 2003 en el boliche Millenium –cuya habilitación se cuestionó en el juicio– de la que participaron Fizsbin y Vilma Ibarra. También relató un incidente con el director de Fiscalización y Control, Alejandro Kampelmacher, que intentó impedir que clausuraran una parrilla. Kampelmacher fue separado junto con otros 500 empleados cuando Ibarra descubrió un “focazo de corrupción”. Kampelmacher, que declaró después, negó el incidente. “¿Usted o su esposa son dueños de una parrilla?”, preguntó la macrista Silvia Majdalani. “La única parrilla que conozco es la del fondo de mi casa”, contestó.
Informe: Werner Pertot.

Juan José Alvarez llegó a la Secretaría de Seguridad luego de la tragedia de Cromañón.
07:48 PM - 11/4/2013 - {0} -
Por Mariana García.
Si algo demostró Juan José Alvarez en su testimonio de ayer fue una envidiable capacidad de equilibrista. El ex secretario de Seguridad porteño declaró durante dos horas ante la Sala Juzgadora que lleva adelante el juicio político contra Aníbal Ibarra y, con un discurso sin fisuras, terminó llevándose elogios de la defensa, de la acusación y también de los jueces.
"Llegué a un lugar donde había, evidentemente, una enorme crisis", dijo Alvarez sobre su arribo a la secretaría de la que dependía el sistema de control y habilitaciones. De inmediato, a los tres fiscales se les dibujó una sonrisa que duró poco. "No es que no existía nada, había gente valiosa y mecanismos adecuados", siguió, y esta vez, a quienes se les dibujó una sonrisa fue a los tres abogados defensores.
Es que todos quedaron conformes con la declaración del ahora diputado nacional Alvarez en el juicio político que determinará la responsabilidad del suspendido jefe de Gobierno porteño en el incendio de Cromañón. Para los fiscales, con su testimonio quedó claro que las leyes que existían ante de la tragedia eran suficientes para poder controlar y clausurar los boliches de la Ciudad.
"Alvarez elaboró en un mes un mapa de riesgo, algo que Ibarra nunca hizo", le dijo Jorge Enríquez a Clarín. Entusiasmado, el más fervoroso anti-ibarrista de los tres fiscales, repetía uno a uno los datos aportados por el ex secretario de Seguridad.
La defensa también de deshizo en elogios: "Fue un examen de idoneidad, Alvarez mostró la más amplia solvencia y, como él mismo dijo, tuvo el amplio apoyo del jefe de Gobierno", sostuvo Julio Golodny, uno de los abogados de Ibarra. Es que para la defensa, sí la gestión de Alvarez fue exitosa, el mérito corresponde a quien lo designó, es decir a Ibarra.
Alvarez aseguró que en los cuatro meses que duró su gestión se hicieron unas 500 clausuras de locales considerados peligrosos, que iban desde boliches hasta estaciones de servicio. Dijo también que esos comercios fueron cerrados con "la normativa vigente al 7 de enero de 2005", es decir al día de su asunción. Aunque él mismo aclaró después que, para entonces, Ibarra ya había firmado dos decretos de necesidad y urgencia fijando nuevas normas.
Pero Alvarez también agregó un dato clave para la acusación: que los inspectores tenían la facultad para clausurar por sí solos.
"Yo no vine ni a inculpar ni a exculpar a nadie", sostuvo Alvarez ante la prensa luego de su declaración en el recinto de la Legislatura. Había llegado a las 8:30 de la mañana y tuvo que esperar pacientemente hasta las 13 para que comenzara su turno.
Antes que él lo había hecho Diego Gorgal, quien lo reemplazó en la Secretaría de Seguridad y quien también recibió elogios cruzados (ver página 15).
Juan José Alvarez llegó a ese puesto ocho días después de la tragedia. Su nombre lo había propuesto el otro peronista del Gabinete porteño, el vicejefe de Gobierno, Jorge Telerman. Alvarez dijo que sólo iba a asumir si tenía la aprobación del presidente Néstor Kirchner pero también de su padrino político, Eduardo Duhalde. Tuvo ambas. Eran los tiempos en que en la Casa de Gobierno creían que había que apostar al rescate de Ibarra.
Alvarez dejó sus vacaciones en Punta del Este para comandar —y mostrar— los megaoperativos de control. En un gobierno en estado de shock, su estilo contrastaba. A los cuatro meses, tal cuál había acordado de antemano, se marchó, pero en su lugar dejó a su discípulo, Diego Gorgal.

EQUILIBRISTA. JUAN JOSE ALVAREZ, AYER, EN LA LEGISLATURA PORTEÑA. HABIA LLEGADO DE LA MANO DE KIRCHNER Y DUHALDE. (Foto: Gerardo Dell O´Ro)
Un testimonio bien político
En los cuatro meses que duró su paso por la Ciudad, Juan José Alvarez se negó a ocupar su despacho. Prefirió seguir en sus oficinas de Recoleta. Desde allí podía darse el lujo de tardar horas en responder un llamado de su jefe, Aníbal Ibarra. Pero a pesar de sus silencios, su lógica peronista de ejecutar le dio al Gobierno porteño un poco de oxígeno luego de la crisis en que lo había sumergido la tragedia de Cromañón.
Ayer, Alvarez volvió a mostrar su estilo: su testimonio fue la primera declaración política en un juicio político. Y lo que hizo fue hacer política. Para él. El ex secretario de Seguridad fue el principal favorecido. Todos elogiaron su gestión. Alvarez había aceptado ese cargo seguro de que así podría reposicionarse en las primeras filas. Luego vinieron las elecciones y él quedó del lado de los perdedores. Hoy es uno de los pocos diputados que todavía se reconocen duhaldistas.
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