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El inicio del camino

Por Gabriela Binello autora de Yoga Personalizado (www.yogapersonalizado.com/).
Lo primero que mencionará Patánjali en la Carpeta I es que no existe yoga si no hay un maestro y un alumno. Y que cuando eso sucede, cuan- do el alumno viene al maestro y comienza ese vínculo, ya nunca nada será igual.
Atha es un praṇava, es una palabra muy auspiciosa y especial. Al pronun- ciarla, se está diciendo que esa experiencia dará lugar a un cambio, una verdadera transformación. El alumno dice “atha”. Y el maestro “lo espe- ra” en anuśāsanam,
que literalmente quiere decir enseñanza. Sin embar- go, en esa idea de enseñanza está encerrado el concepto de experiencia (anu: aquello que sigue a; -śāsanam: enseñanzas). El maestro es aquel que puede unirse al alumno porque ya siguió o experimentó las enseñanzas. No se las contaron, no las leyó. Las vivió. Pero entonces, ¿cómo se unen maestro y alumno? A través de esa palabra en el medio del sūtra que los encuentra: yoga. Yoga es el vínculo; es lo que une al alumno (atha) y al maestro (anusāsanam). Yoga se forja en el mismo instante en que un alumno busca a un maestro para decir “atha”. Y entonces, casi como una compuerta evolutiva, ya no es posible volver atrás. Decir “atha” implica maestro e implica vínculo; es claramente una experiencia iniciática.
Este primer sūtra también resalta la importancia de la experiencia. Yoga comienza cuando hay un alumno dispuesto a dar ese primer paso (atha), que se vincula (yoga) con un maestro experimentado (anusāsanam). El camino del yoga dá sus primeros pasos cimentados en la voluntad de aprender (adhikāra) y la autoridad para enseñar (pratijñā) que proviene de la experiencia (anusāsanam). Entonces la experiencia de yoga no se puede contar o leer o ver. Yoga solo puede ser experimentado. Desde este lugar también, Patánjali deja claro que él no está inventando algo nuevo, sino difundiendo enseñanzas que ya se vienen trasmitiendo. Así, el primer sūtra es un pronunciamiento, una expresión de un estado de compromiso (saṅkalpa).
Cuando decimos trivialmente “voy a hacer yoga” mientras me miro las calzas en el espejo, recojo mi yoga-mat y tomo un sorbo de la última ver- sión de agua mineral podemos preguntarnos si hay alguna parte, siquie- ra alguna parte adentro nuestro, dispuesta a decir “atha” alguna vez…
Recién allí, cuando eso suceda, el camino habrá comenzado.