Fatay en una palabra? Viaje

Por Flavia Tomaello, https://flaviatomaello.blog/, Instagram @flavia.tomaello

Nacidos en el corazón de una panadería árabe que cumple este año su centuria, la cuarta generación al mando, impone un exitoso viraje a la modernidad.

Aunque las fatay son una modalidad de empanadas conocidas como árabes, pero ese vocablo, más cercano a un genérico que a la historia real, no respeta la concepción real del origen. Son un clásico culinario egipcio, palestino y sirio-libanés y parte de la tradición judía.
Su relleno vira de carne a verdura, pollo o queso… Su origen exacto es desconocido. Se cree que surgió unos siglos atrás antes de Cristo en las zonas del Levante mediterráneo. En la Edad Media, está era una de las formas en las que se conserva mejor la carne una vez preparada, debido a que su cocción dentro de la masa permitía que se podía preservar varios días luego de su cocción; al momento de servilas se las volvía a hornear en masas más finas.
Una de las características distintivas es la forma que adquieren: sobre una base triangular, diferentes de cualquier otras. También el toque de acidez que les da el limón es típico de los platillos de la región, que optan siempre por añadir algo de cítrico a las comidas. Históricamente las preparaban con carne de cordero, bulgur y especias, y las llamaban “esfigha” y “fatay”. Más atrás, este tipo de empanada se remonta a los griegos, que las preparaban con masa phillo, y a lo que antes era Persia, donde había un plato similar varios siglos antes de Cristo.

Lo que se hereda…

Hay algo de glamour en la presentación de Fatay Party. De por sí, ya no se las ve como empanadas. Hay un viaje tentador en esto de saborear culturas lejanas que se redimensiona en esta instancia de cero depegues. Con inteligencia desarrollaron una vuelta de tuerca a partir de La Panadería Arabe  propiedad centenaria de la familia, que ahora, la cuarta generación reconvierte y actualiza con su experiencia de catering. Festejar con el servicio allí mismo donde uno quiera es algo que se extraña en estos días. Cierto es que se pueden desenvolver en muy poco espacio y el servicio es una genialidad… cómo quedar mal con esa explosión de sabores genuinos?
Pero cuando las realidades nos tienen guardados en casa, viendo cómo se marchita la última hoja de lechuca, los party box no pueden dejarte dudar ni un minuto. Con pizzetas y pequeñas delicadezas transformadas en emparedado con abrazo de pan árabe, hasta las presentaciones de mini fatay en verdura, carne, abiertas, cerradas… manjares para cerrar los ojos, quedarse sólo con el sentido del gusto e imaginar los paisajes lejanos que añoramos visitar.