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Logística e inteligencia artificial: la democratización del consumo

Por Ighal Duek, presidente de Area 54 (www.area54sa.com.ar)

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En el segmento logístico, el futuro, el valor agregado y la diferenciación respecto de la competencia vienen de la mano de la innovación tecnológica, que propone soluciones más eficientes, menores costos, mayores oportunidades de rentabilidad y, en especial, una nueva forma de pensar el trabajo. Un nuevo darwinismo en el que la comprensión y la aprehensión de las nuevas tecnologías será la clave de la supervivencia evolutiva.

La cantidad de innovaciones aplicables al segmento logístico es prácticamente ilimitada: solo la imaginación puede poner un techo. Conceptos como internet de las cosas, drones, vehículos autónomos o big data asoman y prometen transformar el mercado. Hoy por hoy ya se alcanza una trazabilidad absoluta de cada pieza en particular, se establecen rutas inteligentes de forma tal de optimizar el uso de los vehículos, disminuir el gasto de combustible y hasta minimizar los riesgos de accidentes y se tiene control y previsibilidad de cada envío. Respecto de los almacenes, hay un conocimiento profundo sobre las existencias, su ubicación real y datos precisos desde que el material llegó a las manos del operador logístico hasta que éste lo despachó.

En materia tecnológica, no obstante, la verdadera revolución recién está comenzando y la encabeza la inteligencia artificial (IA), que se posiciona como el nuevo paradigma tecnológico para las empresas de todos los sectores y, como era de esperar, el de logística y transporte no escapa a esa regla general.

La logística y la IA son hermanas de sangre: cuanto más logren involucrarse la una con la otra, mejor será la familia que constituyan. Hoy se demanda una logística cada vez mas eficiente y de alto volumen: se le requiere una conexión de punta a punta, desde el contacto inicial del cliente con cualquier canal de venta hasta que ese consumidor recibe lo que necesita, en el momento en que lo necesita, con las condiciones que haya solicitado. Este nivel de exigencia lleva que la dependencia sobre los recursos tecnológicos, que son los que proveen los datos que permiten corroborar que todo se esté haciendo de manera adecuada, sea mayor. Y los algoritmos de IA producen patrones que, en base a millones de datos dispersos, de diferentes fuentes, permiten predecir movimientos, anticipar demandas, evitar desvíos.

Antes (y ese antes corresponde a un pasado inmediato, aunque ya nos suene remotísimo), la idea de trazabilidad se centraba en todos los tramos relacionados con el proceso de un producto. Hoy se amplía hasta abarcar predicciones sobre dónde debería estar dicho producto en base a quién está a punto de demandarlo. Las alternativas son incontables. El límite está donde nuestra imaginación llegue.

Sin embargo, existen algunas barreras que hacen que la IA no se esté adoptando en el ritmo en que debería. Si bien ya están disponibles la tecnología y la capacidad de implementación, en la Argentina persisten algunas barreras. No se trata solo de la típica resistencia al cambio (que también existe) ni de la dificultades que presumen nuestras enormes distancias geográficas (que también existen), sino de obstáculos concretos relacionados con el acceso a estas innovaciones: con nuestra moneda lastimada, el retorno de la inversión en un proyecto de IA, que tiene costos bastante elevados, se vuelve muy difícil. Sin embargo, la tecnología avanza y la tendencia de la IA es irreversible: en un plazo no tan largo terminarán imponiéndose aplicaciones basadas en esta tecnología que van desde depósitos robotizados hasta herramientas de gerenciamiento capaces de predecir y anticipar decisiones vía algoritmos aplicados. Hoy, el código no solo hace: también nos puede decir qué hacer.

Los beneficios, tanto para el proveedor como para el cliente, son tan numerosos que se hacen difíciles de estimar: los tiempos de entrega, los costos, los procesos, la eficiencia de los resultados… Todos los aspectos podrían alcanzar su punto de optimización. En simultáneo, es necesario iniciar un proceso de cambio cultural de forma tal que la incorporación de la inteligencia artificial no vaya en desmedro del valor humano, de esos componentes únicos y esenciales relacionados con la empatía, la emocionalidad o la creatividad que, por el momento, solo las personas pueden aportar. La combinación equilibrada humano-máquina podría aportar ventajas ilimitadas.

Pensemos en un modelo de logística en el que todos los actores que intervenimos -el vendedor, el operador, el cliente- participamos de un proceso de generación, traslado y consumo de productos estructurado de tal manera que todos podemos conocer de manera automática y real el estado de cada artículo. Esto permitiría una identificación exacta de las cosas que le pertenecen a cada persona, un ID único e irrepetible que acompañada a lo que consumimos que nos habilitaría, desde el punto de vista de la eficiencia, un crecimiento sin límites basado en el manejo de la información y en una toma de decisiones mejorada. Cuando podamos trasladar a un determinado punto solo aquello que se va a consumir allí, y la inteligencia artificial apunta precisamente en esa dirección, habremos logrado el acceso real y definitivo a la democratización del consumo.