Los estuches del delfin

Por Flavia Tomaello, https://flaviatomaello.blog/, Instagram @flavia.tomaello

Los visitantes del Museo Nacional del Prado tendrán la oportunidad de disfrutar de una parte excepcional de su colección de Artes Suntuarias: el conjunto de 101 estuches, en la sala 60 del edificio Villanueva, que, junto con los 23 expuestos de forma permanente en la sala del Tesoro del Delfín, constituye uno de los más completos del mundo, con ejemplares de los siglos XVI al XVIII. Fueron diseñados para proteger las obras del Tesoro, dado su valor y singularidad, y por ello, cada ejemplar es único.

El Museo del Prado presenta ante el público, por vez primera, el conjunto integral de estuches del Tesoro del Delfín, exhibiéndolo en una sugestiva museografía que pretende mostrar su riqueza y variedad, y que resalta lo extraordinario del número y calidad de cada obra. En dos vitrinas complementarias se exhiben, por un lado, varios estuches abiertos, junto a la pieza que protegen, lo que permitirá al visitante apreciar los detalles de su diseño. Y por otro, una serie de estuches en una posición inusual, boca abajo, para descubrir lo que nunca es visible, la decoración que aparece en la base con motivos que podrían identificar posibles autores, talleres o coleccionistas.

Esta presentación singular de la colección, es una propuesta del Área de Conservación de Escultura y Artes Decorativas del Museo del Prado, que dirige Leticia Azcue Brea. El llamado “Tesoro del Delfín” es una colección de obras suntuarias creadas fundamentalmente en los siglos XVI y XVII, de gran valor artístico, tanto por sus valiosos y escasos materiales (entre otros lapislázuli, ágata, jaspe, jade o el excepcional conjunto de cristal de roca), como por la importancia de sus guarniciones, la mayoría 2 3 3 protegido dentro de sus estuches, aunque, en algún caso, la obra no encajaba en su estuche, porque durante el siglo XIX se habían ensamblado piezas que no se correspondían con el diseño original. Regresó al terminar la Guerra Civil, sin que hubiera que lamentar deterioros. De nuevo, la mayor parte de los estuches fueron depositados en el Museo Nacional de Artes Decorativas, donde ha estado expuesta una selección, y de donde regresaron en 2017. De este relato se deduce la importancia de los estuches, 124 obras, datadas entre los siglos XVI al XVIII, de los cuales 23 están expuestos de forma permanente en la sala del Tesoro del Delfín (sala 79 B) y 101 en esta muestra temporal, una presentación singular de las colecciones del Museo.

Estructura, forma y marcas Los estuches se desmontan generalmente en dos partes que se unen por un sistema de aldabillas metálicas, tal como se puede comprobar en una de las vitrinas donde se exhiben dos obras del Tesoro junto a sus estuches. Tienen un alma de madera y el interior está forrado de paño de lana roja o, en ocasiones, de gamuza, seda o terciopelo, lo que el visitante podrá comprobar al contemplar algunos estuches abiertos. Junto a un pequeño grupo cuyo exterior presenta telas ricas como brocado o terciopelo, una gran parte se recubren por un tipo de fina piel teñida de rojo, satinada y lustrosa, denominada tafilete, tal como ya recogían los inventarios históricos, y que fueron encargados para Luis, el Gran Delfín de Francia. Están decorados en su mayoría con motivos dorados, principalmente lises y delfines, en ocasiones con el escudo del Gran Delfín, e incorporan a veces los collares de las órdenes francesas de San Miguel y del Espíritu Santo, junto a otros motivos ornamentales similares a los usados en encuadernaciones. Varios de ellos tienen en la base diversos motivos decorativos que podrían identificar sus posibles autores, talleres o coleccionistas. El más frecuente es una mosca, aunque en ocasiones aparecen lises, gallos, florones y otros elementos, e incluso una figura alada. En el que se considera el primer inventario correlativamente estructurado, el de 1746, se describen, junto a su pieza, como “Caja de tafilete”, “felpa” o “terciopelo”, etc., de diferentes colores, mientras que en 1776 se suelen denominar simplemente “caja”.

Fue Letizia Arbeteta quien inició su estudio y difusión en 1991, e identificó y relacionó la totalidad de los estuches con sus piezas en su tesis doctoral de 1999, publicada por el Museo del Prado en 2001. Sus propuestas de catalogación son las hipótesis más probables, a la luz de los datos que actualmente se conocen. 4 4 El diseño refleja la forma de las obras originales, alterada por las modificaciones, daños o pérdidas que han podido sufrir. Precisamente, gracias a que se conservan estuches de alguna obra desaparecida a lo largo de la azarosa historia del Tesoro, particularmente durante la Guerra de la Independencia y en un robo detectado en 1918, se ha podido averiguar cómo era su forma básica, lo que ayuda a completar la información sobre estas obras perdidas, descritas en los antiguos inventarios.

La colección tiene elegantes ejemplares, bellamente decorados, elaborados en diferentes cortes europeas, cuya calidad y variedad no solo los hace únicos en sí mismos, sino que son especialmente atractivos como contenedores de lujo. Como colección del heredero de la corona francesa, se encuentran destacados ejemplares, en su mayoría italianos, centroeuropeos y franceses. Esta exposición se plantea como un reto, un descubrimiento estético a través del cual el visitante podrá comprobar la intrínseca relación entre las excepcionales piezas del Tesoro del Delfín y los estuches diseñados para protegerlas. Se trata de un acercamiento diferente a las Artes Suntuarias, a unos contendores que se abrían solamente en las grandes solemnidades, y se almacenaban en espacios recónditos de los palacios, y cuyos deterioros – que se han respetado – muestran los avatares sufridos por esta colección a lo largo de su historia. Es una mirada trasversal que permite analizar cómo la historia del arte y la historia social tienen muchas lecturas, y cómo los contenedores de lujo se relacionan con el mundo de la estuchería, la encuadernación, y los objetos de gran valor coleccionados por la realeza.