Oficinas Saludables Slow: el valor del prójimo

Por Ing. Andrea Jatar, es Directora Ejecutiva de de la Olla – Best for The World 2018 – www.delaolla.com.ar – @delaollasaludable

Cada oficina es un mundo, dijimos la vez anterior, como cada uno de nosotros, que la vivimos gran parte del día.

Y muchas veces nos encontramos con la cabeza en cualquier lado, subimos al ascensor lleno de gente y nos olvidamos de desearles los buenos días. O llegamos a la puerta de la empresa y no nos damos cuenta de que ahí hay una persona de seguridad que tiene la enorme tarea de velar por nuestra integridad y ni se nos ocurre saludarla. Como al policía que cuida nuestra cuadra, ¿verdad? O como a las personas que limpian los baños, los pisos, que nos ponen la mesa, que nos hacen la comida… Gente que silenciosamente hace que nuestras necesidades estén satisfechas y en orden y que su importante trabajo es como el de los duendes o de los ángeles: cuidarnos. El saludo, la charla, enterarnos de que tienen una vida, una familia, pasiones, es una manera de agradecerles esa tarea invisible y obvia para nosotros, de devolverles la visibilidad y de que se sientan valorados y reconocidos.

Parece algo innecesario, pero no lo es. Porque a todos nos gusta que nos demuestren que lo que hacemos tiene algún valor. Todos nacemos, crecemos con ciertas ilusiones y oportunidades, y nos iremos de este mundo tan despojados como cuando llegamos, aunque nos llevaremos la experiencia y la satisfacción de haber vivido. Por eso es bueno que cada día podamos equilibrar emociones y acciones laborales, y agradecer a quienes hacen que nuestra jornada sea más amena. El trabajo ya es acción, un sinfín de tareas a realizar en un espacio de tiempo y lugar que debería hacer sentirnos bien. Como nos hace bien cuando un jefe recuerda nuestro nombre, cuando el compañero de equipo nos trae un café con una sonrisa, cuando organizamos para almorzar todos juntos como si fuésemos una gran familia. Nos renueva, nos hace sentir felices. Esas acciones de ver al otro, de compartir unos instantes, son Slow, nos hacen conectar y nos transmiten sus emociones. El mirarnos cara a cara suaviza los conflictos. Nos reconoce como semejantes, nos abre a la emoción. Porque existe una comunicación implícita en la mirada, en la postura, en la sonrisa, en el saludo. Genera empatía, a pesar de que el otro tenga un punto de vista diferente. Porque hablando la gente se entiende. Siempre, del otro lado, hay alguien con una vida distinta que la nuestra, que a veces es fácil juzgarlo de afuera pero muy difícil ponerse en sus zapatos. Hay historias escondidas que nos sorprenden y nos generan admiración. No es chusmerío, es interés genuino, el respeto hacia el otro, el valorar su ocupación y su vida. Y eso es difícil hacerlo por WhatsApp, por mail, por chat, por redes sociales o por el medio virtual que fuera. Cuando nos encontramos, las personas percibimos con todos los sentidos, e inconscientemente recabamos información que por celular o PC o tablet es imposible. Si bien las videoconferencias nos facilitan oír y ver, nos anulan las demás percepciones.

Cuando hablamos de oficinas Slow no es sólo servir una comida diferente del fast food. Es valorar el origen de las cosas, el trabajo de los demás y la cadena de valor detrás de ello. Del esfuerzo de gente que no conocemos, en respetar a la naturaleza y valorar la inclusión social. Porque detrás de cada bocado o de cada regalo o de cada objeto que está en tus manos, hay muchas personas haciéndolo posible. Y qué más lindo que agradecer a quien tenemos delante la gentileza de su servicio, verdad? Porque se está ocupando de unos momentos de nuestra vida.

Te propongo un ejercicio: la próxima vez, mira a los ojos a las personas de seguridad, de servicio, de limpieza, del comedor. Saludalas. Agradeceles que estén dispuestas a dar lo mejor de sí en su trabajo. Pediles con un «por favor» aquello que no está en su lugar, como por ejemplo, reponer el papel higiénico, aunque sea su tarea. Y percibí su respuesta. Evaluá luego cómo te sentís. Vas a ver que esas pequeñas acciones te cambian el día. Y le cambian el día a quien comparte ese momento con vos mientras harás de tu oficina, una oficina slow.

Que vivas una oficina slow. ¡Y que tengas unos buenos días hasta la próxima!