16/03/2008 - En Buenos Aires, los exclusivos locales de la avenida Alvear -en el barrio de Recoleta- y del centro comercial Patio Bullrich volvieron a erigirse como sitios de lujo, donde para comprar un simple pantalón vaquero no se puede ir con menos de trescientos dólares en el bolsillo.
En febrero pasado abrieron nuevos locales Kenzo, Diesel y Ermenegildo Zegna, y en los últimos meses se instalaron también Valentino, Rochas o Salvatore Ferragamo.
Muchas de estas firmas repiten su experiencia en Argentina, adonde desembarcaron en los años noventa, en momentos de paridad entre el peso y el dólar, y de donde tuvieron que salir casi a la espantada por la inseguridad de las grandes ciudades y porque ni siquiera los que tenían dinero se animaban al consumo de lujo.
Otras, sin embargo, están aprovechando la coyuntura favorable para instalarse por primera vez en un país cuyos consumidores tienen un perfil "muy propicio" para las marcas de lujo, según explicó a Efe el especialista en este sector de mercado Braulio Bauab.
Influenciado por el estadounidense -que valora los aspectos no funcionales de la marca- y el europeo -que busca la calidad-, el argentino ha recuperado su "conducta suntuaria", y desde 2003 el mercado del lujo ha incrementado sus ventas en un 32 por ciento.
Y se lo deben sobre todo al comprador argentino, ya que a pesar del auge del turismo, los consumidores locales realizan el 60 por ciento de las compras en este segmento, frente al 40 por ciento restante de extranjeros.
Ahora bien, las grandes marcas se encuentran con un panorama bien distinto, ya que los argentinos han dejado de mirar tanto a Europa y cada vez confían más en el diseño autóctono, que se hizo fuerte durante la crisis.
Muestra de ello es la última edición de la Buenos Aires Fashion Week (BAFWeek), cuya última edición se celebró entre el 25 y el 29 de febrero y atrajo a más de 50.000 visitantes.
Los propios diseñadores argentinos minimizan el impacto que pueda tener sobre ellos el desembarco de las grandes marcas de lujo, ya que aseguran tener distintos precios, estilo y clientela.
Bauab confirma este extremo, ya que asegura que hay una mezcla de conceptos favorables para que una mujer pueda llevar "unas botas de Riky Sarkany -uno de los diseñadores argentinos más conocidos- y un vestido de Escada".
El auge del diseño autóctono incluso puede llegar a venirle bien a las marcas de lujo tradicionales, ya que "se crea una competencia que potencia el consumo", indicó el especialista.
Eso sí, no todos los argentinos tienen acceso a un Rolex o a un bolso de Louis Vuitton: sólo acceden a algún producto de lujo 400.000 personas en todo el territorio, y si se habla de personas que participan regularmente en este mercado, el número se reduce a las 40.000 personas con ingresos superiores a los 10.000 dólares mensuales, en un país con 27 millones de habitantes.
A pesar de ello, este sector sigue creciendo y se expande a nuevos mercados, especialmente a la gastronomía y los servicios, donde nunca antes se habían internado los argentinos.
Así, cada vez es más frecuente que la "jet-set" riegue sus comidas con vinos de 500 dólares o busque un té exclusivo traído de Asia por 150 dólares, y aumenta la demanda de entrenadores personales, masajistas a domicilio o asesores de imagen.
En definitiva, y aunque en las calles de Buenos Aires los cartoneros sigan escarbando en la basura, al argentino con dinero no le ha costado demasiados años volver a consumir como antes, e incluso recuperar el tiempo perdido.
Algo que las grandes marcas saben, buscan y aprovechan, sin guardar rencor por épocas pasadas. EFE