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Quién era Jorge GarcÃa, el piloto que se fue de este mundo haciendo lo que amaba: volar
El domingo 15 de diciembre quedará marcado en el recuerdo de su familia, sus amigos y los socios del Aeroclub Pergamino como un dÃa triste, gris y silencioso, donde un vuelo de placer se transformó en un adiós para siempre.
19-12-2024
Jorge García tenía 74 años y una vida llena de pasiones, entre las que el cielo ocupaba un lugar privilegiado. Cada domingo, como era costumbre, partía desde Colón, su ciudad de residencia, hacia Pergamino, donde el Aeroclub se convertía en su refugio, su espacio de conexión con aquello que amaba: la aeronáutica. Allí, compartía su tiempo entre el vuelo a vela en planeador y el aeromodelismo, disciplinas en las que destacaba no solo por su habilidad, sino también por el entusiasmo que transmitía a quienes lo rodeaban.
Era conocido y admirado por sus impecables modelos a escala, especialmente los biplanos, que eran auténticas obras de arte. Su dedicación al vuelo a vela reflejaba su espíritu aventurero. Este tipo de vuelo, que depende de corrientes de aire ascendentes llamadas térmicas, le ofrecía tanto el placer de volar como el desafío constante de dominar el cielo.
El domingo 15, Jorge esperaba su turno para volar, como tantas veces lo había hecho. Sin embargo, el destino tenía otros planes. Durante un intento de aterrizaje, algo inesperado ocurrió, y lo que prometía ser una tarde más de alegría se convirtió en una tragedia. "Los aviadores no mueren, solo vuelan más alto", reza un dicho aeronáutico que trae algo de consuelo en momentos de pérdida, aunque el vacío que deja su partida sea inmenso.
Casado en segundas nupcias con María Graciela, Jorge era padre de Ángela, su hija de sangre, y de Fernanda y Paula, hijas de corazón, a quienes quiso como propias. Abuelo orgulloso de Franco y Tomás (hijos de Paula), Julia y Emilia (hijas de Fernanda), y Julián y Micaela (hijos de Ángela), plasmó con cariño los nombres de sus nietos en los laterales de uno de sus aeromodelos, dejando así una huella imborrable de su amor. Su familia fue siempre su mayor inspiración, y su recuerdo vivirá para siempre en cada gesto de afecto que compartió con ellos.
Su formación en la escuela Don Bosco de Ramos Mejía y su título como ingeniero agrónomo con especialización en mecanización agrícola reflejan su carácter metódico y perfeccionista. Jorge trabajó en empresas icónicas como el establecimiento agropecuario Morgán, John Deere y otras compañías extranjeras. Su sólida carrera lo llevó a dominar el inglés y el portugués, y a convertirse en un referente en el ámbito agrícola. Representó durante 25 años a la firma estadounidense Bratney, dejando una marca imborrable en la industria del procesamiento agrícola en Sudamérica.
Además de su amor por los aviones, Jorge era un apasionado del automovilismo, admirador de Ayrton Senna y, sobre todo, de Juan Manuel Fangio. En el fútbol, defendía con orgullo los colores de Independiente, aunque en su familia reinara la pasión por Racing.
Un hombre íntegro, familiar, trabajador, y amigo incondicional. Así lo recordarán quienes tuvieron el privilegio de conocerlo. La tarde de aquel domingo, despegó con una sonrisa en el monoplaza Politechnika Warszawska PW-5 perteneciente al Aeroclub Pergamino, sin saber que sería su último vuelo.
"En el trabajo, cuando nos enfrentábamos a momentos difíciles, Jorge nos regalaba esa misma serenidad que mostraba al planear en el aire y nos decía: 'No se preocupen, esto algún día solo será una anécdota'. Hoy, mientras el planeador descansa en silencio, esas palabras resuenan con una verdad conmovedora. Porque Jorge, el ingeniero meticuloso, el piloto apasionado, el padre y abuelo amoroso, nos dejó una última lección: las anécdotas más bellas son las que se escriben con la misma pasión con la que él surcaba los cielos cada domingo."